Qu¨¦ hab¨ªa en las tripas de Ciudadanos
La suma de los esca?os que ganan el PP y Vox son casi los mismos que pierde el partido de Albert Rivera
Hay velatorios m¨¢s alegres y tanatorios menos desangelados. La todav¨ªa sede de Ciudadanos en Madrid es una especie de centro comercial en miniatura, con una plazoleta en el medio y ventanales abiertos al coso de Las Ventas, en cuya fachada se han ido colgando durante la campa?a, a modo de grito desesperado, las ¨²ltimas ocurrencias de Albert Rivera: el perrito Lucas, la moto de gran cilindrada, incluso la felicitaci¨®n a In¨¦s Arrimadas por su reciente embarazo. Todo in¨²til. A las 21.39, con el 57,13% de los votos escrutados, ya hab¨ªa quedado claro que todos los intentos, bandazos incluidos, del l¨ªder de Ciudadanos por amarrar los 57 diputados conseguidos hace seis meses hab¨ªan sido in¨²tiles. Una gran mayor¨ªa de sus votantes ya hab¨ªa iniciado la desbandada. Ahora se sabe hacia d¨®nde.
A las nueve menos cuarto, Jos¨¦ Manuel Villegas, el secretario general del partido, no tuvo m¨¢s remedio que salir a decir unas cuantas palabras para entretener la espera de los periodistas, los ¨²nicos que a esa hora se hab¨ªan acercado hasta la sede: ¡°Las encuestas no son buenas. Esperemos que el resultado sea mejor¡±. De camino a la salida, preguntaba con media sonrisa a todo el que se cruzaba en su camino: ¡°?Qu¨¦ tal est¨¢s?¡±. Era una manera de decir: ¡°No me preguntes qu¨¦ tal estoy yo¡±. Sobre todo porque, a esa hora tan temprana, tanto ¨¦l como media c¨²pula de Ciudadanos ya estaba con un pie fuera del Congreso. Tanto es as¨ª que, para distraer la espera, algunos de los presentes se pusieron a buscar empleo a los que se quedan fuera: ¡°Edmundo Bal se va a tener que volver a la abogac¨ªa del Estado. Otra cosa es que lo quieran all¨ª¡¡±.
Desde las nueve hasta las once y cuarto que por fin apareci¨® Rivera, la noche fue cayendo en cascada. Cada vez m¨¢s fr¨ªo. Cada vez menos posibilidades. Ni siquiera el escrutinio tuvo los vaivenes de otras veces, ese sube y baja, aunque m¨ªnimo, que permite un resquicio de esperanza. Las pantallas instaladas en la sede, cada una con un canal diferente para evitar susceptibilidades, fijaron desde el principio 10 esca?os para Ciudadanos. Esto es, 47 menos que hace solo medio a?o, aquella noche que en la calle de Ferraz los militantes del PSOE corearon ante S¨¢nchez aquello de ¡°Con Rivera, no¡± y el l¨ªder de Ciudadanos se lo tom¨® como una afrenta tal que cerr¨® ¨¦l mismo la posibilidad de un entendimiento.
La larga espera, m¨¢s de dos horas entre un l¨ªder y otro sin militantes ni invitados a los que hacer una pregunta, la entretienen los informadores mirando las pantallas sin sonido, donde aparecen los tertulianos intentando explicar y explicarse el gran ascenso y la gran debacle de la noche, necesariamente complementarios. Tal vez est¨¦n diciendo que si el PP gana 22 y Vox 28, suman 50. Qu¨¦ casualidad, tres m¨¢s de los que ha perdido Ciudadanos. Las preguntas surgen en cascada: ?qu¨¦ hab¨ªa en la tripa de Ciudadanos? ?Desde cu¨¢ndo sab¨ªa Albert Rivera que una parte de sus votantes estaba dispuesta a hacer sin complejos el viaje hacia la ultraderecha? ?Pact¨® por eso con ellos en Andaluc¨ªa y en Madrid? ?Fue esa la causa de que abandonara tan pronto su discurso de centro hasta mimetizarse a veces con la derecha m¨¢s intransigente?
A las once y cuarto, por fin, Rivera y los principales dirigentes de Ciudadanos hacen su aparici¨®n. Solo unos minutos antes, 30 o 40 invitados, vestidos como para ir a una fiesta que nunca se celebrar¨¢, ocupan el espacio central de una sede que alg¨²n bromista ya ha colocado en un falso anuncio de Idealista. Todos tienen cara de circunstancias. El l¨ªder del partido enjareta un discurso apresurado y extra?o, porque empieza diciendo que ¨¦l no es como otros l¨ªderes pol¨ªticos que no asumen su responsabilidad. Los periodistas empiezan a escribir la palabra dimi¡ pero la tienen que borrar. Rivera no dimite. Tampoco ¨¦l dimite por el momento. Un rato antes, durante la tensa espera, un periodista hab¨ªa gritado de pronto:
¡ª?La primera dimisi¨®n de la noche!
Algunos se giraron hacia ¨¦l sobresaltados: ¡°??Qui¨¦n??¡±
¡ªEvo Morales.
Nadie le ri¨® la gracia. No estaba el horno para bollos. Pero al final fue Evo el ¨²nico que dimiti¨®.
A las once y media, una azafata pasa con la ¨²ltima bandeja de la noche por delante de los invitados en desbandada.
¡ª?Una brocheta de pollo?
¡ªNo, gracias.
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