Saltan los guardarra¨ªles
Choca con el sentido com¨²n que un ¨®rgano administrativo y no jurisdiccional como una junta electoral pretenda erigirse en tribunal juzgador al margen del Tribunal Supremo
No basta con las reglas de juego. Tambi¨¦n cuentan los guardarra¨ªles de la democracia, tal como los han descrito los polit¨®logos Steven Levinsky y Daniel Ziblatt en C¨®mo mueren las democracias. Dos de las m¨¢s fundamentales son la tolerancia, por la que reconocemos al adversario como un sujeto respetable y digno, y la contenci¨®n, por la que restringimos el uso de los instrumentos del poder, sobre todo cuando se dispone de ellos desde el Gobierno.
Un buen ejemplo del mal estado de los guardarra¨ªles de nuestra democracia, fruto del manoseo partidista de las instituciones, son las resoluciones de este viernes de la Junta Electoral Central por las que se pretende inhabilitar a Quim Torra como presidente de la Generalitat y desposeer de la inmunidad parlamentaria como eurodiputado a Oriol Junqueras, en este caso contraviniendo la resoluci¨®n del Tribunal de la Uni¨®n Europea y su clara indicaci¨®n de que corresponde ¡°al tribunal remitente¡±, el Supremo espa?ol, la aplicaci¨®n de su sentencia.
Choca con el sentido com¨²n que un ¨®rgano administrativo y no jurisdiccional como una junta electoral pretenda erigirse en tribunal juzgador al margen del Tribunal Supremo y del m¨¢ximo tribunal de la Uni¨®n Europea. Choca tambi¨¦n el momento elegido para tales decisiones, un viernes por la tarde, puente de Reyes, a pocas horas del inicio de la sesi¨®n de investidura. Choca la escasa mayor¨ªa obtenida por el acuerdo de la Junta, con los correspondientes votos particulares que debilitan las resoluciones. Como choca tambi¨¦n que la primera noticia en exclusiva haya sido proporcionada nada menos que por el jefe de la oposici¨®n y presidente del Partido Popular, Pablo Casado.
El PP es un partido de larga y fecunda trayectoria a la hora de abollar los guardarra¨ªles de la democracia, hasta el punto de que una pormenorizada genealog¨ªa del desgraciado conflicto que enfrenta a una parte de Catalu?a con el sistema constitucional encuentra sus or¨ªgenes en el constante manoseo del poder judicial y de los m¨¢s altos tribunales por parte de dicho partido. Parece como si la ¨²nica respuesta conservadora a la fragmentaci¨®n parlamentaria y al camino de una nueva cultura de coalici¨®n al que se ven obligados los partidos de Gobierno sea mantener la sustituci¨®n de la pol¨ªtica, es decir, del di¨¢logo, la negociaci¨®n y el acuerdo, por los apremios forzados desde las instituciones y la subrogaci¨®n de cualquier iniciativa a la acci¨®n judicial.
Solo el Supremo puede destituir a Torra, con sentencia firme en la mano. Tambi¨¦n es el Supremo el que debe decidir como se aplica la sentencia europea sobre Junqueras. A los pol¨ªticos que les quede un viso de responsabilidad no les corresponde pedir la absurda a inmediata destituci¨®n de Torra sino recuperar los guardarra¨ªles de la democracia, es decir, la tolerancia y el reconocimiento del adversario y la contenci¨®n en el uso de los instrumentos de recurso y de acci¨®n judicial con tanta frecuencia malgastados.
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