Para la educaci¨®n en red habr¨¢ que estudiar acompa?ados
Una persona en red que quiere aprender no se desplaza ni recibe env¨ªos o conecta radio o TV porque est¨¢ en conexi¨®n continua con un espacio sin lugares, sin distancias y sin demoras
La educaci¨®n en red no es educaci¨®n in situ ni tampoco educaci¨®n a distancia, aunque la inercia lleve a trasladar visiones y pr¨¢cticas que en estas formas establecidas funcionan correctamente, pero no en red.
En la educaci¨®n en red no hay que desplazarse y coincidir en un lugar ni se distribuye aquello que se puede transportar del aula a m¨²ltiples lugares (sea a trav¨¦s de libros, discos, cintas, o se?ales de radio o televisi¨®n).
El asistente, para cumplir su funci¨®n, tiene que disponer de una informaci¨®n detallada, perfectamente estructurada, de los contenidos y prop¨®sitos del profesor.
Y es que una persona en red que quiere aprender no se desplaza a un lugar y llega a punto, ni recibe en su domicilio env¨ªos o conecta en su momento la radio y la televisi¨®n, porque lo caracter¨ªstico de su situaci¨®n es que est¨¢ en conexi¨®n continua con un espacio sin lugares, sin distancias y sin demoras, que es la Red ¡ªel Aleph de los alefitas, de esta serie de art¨ªculos¡ª. Una forma nueva de experimentar la presencia, pero en la que a¨²n no sabemos manejarnos bien.
Sin muros, el aula se ha derramado. Cierto que el primer efecto de este derrame resulta estimulante, pues el conocimiento, las posibilidades de aprender, superan las distancias, los horarios y empapa extensiones impensables donde cultivar un concepto de la educaci¨®n hasta ahora ahormado en el aula. Pero como contrariedad aparece que tal extensi¨®n despersonaliza. As¨ª que el beneficio de una educaci¨®n expansiva queda mermado, hasta casi invalidarlo, por la invisibilidad, el anonimato en que se ve sumido el alumno.
No es posible dise?ar un curso, dotarlo de contenidos, para un n¨²mero muy elevado de participantes, que se encuentran en lugares distintos y sin contacto directo, y no perder por ello una gran parte de su eficacia.
Parece de dif¨ªcil soluci¨®n esta contradicci¨®n, que da?a los principios pedag¨®gicos. Pero es que en este escenario en que nos ha colocado la comunicaci¨®n en red falta otro actor, que estaba por crear. Un asistente personal que acompa?e a lo largo de todo el aprendizaje. Con este bot se trenza una relaci¨®n dial¨®gica. El alumno pregunta, indaga. El asistente proporciona la informaci¨®n, propone caminos, supervisa¡ caminan juntos, los dos, disc¨ªpulo y mentor (menbot).
Por otro lado, el asistente, para cumplir su funci¨®n, tiene que disponer de una informaci¨®n detallada, perfectamente estructurada, de los contenidos y prop¨®sitos del profesor. De ah¨ª el trabajo muy exigente de construir el curso atendiendo a esta mediaci¨®n de un bot y a una pedagog¨ªa dial¨®gica, peripat¨¦tica, en la que cada alumno hace su camino personal por el paisaje dise?ado por el maestro y en la compa?¨ªa y con la asistencia de su menbot.
Quiz¨¢ a¨²n cuesta aceptar que un asistente camine a nuestro lado, conversemos ¡ªporque la relaci¨®n ser¨¢ principalmente oral¡ª, y que nos vaya conociendo cada vez mejor, al mismo tiempo que nosotros, con su orientaciones, profundicemos paso a paso en el aprendizaje de un curso. Y que el profesor conciba el curso teniendo en cuenta esta mediaci¨®n y el acceso a trav¨¦s de la conversaci¨®n; por tanto, una construcci¨®n distinta a la que estructura una clase o compone un libro.
El curso en red es un territorio que no se puede abarcar ni tampoco trocear, sino recorrer, y por el que cada alumno hace su camino¡ acompa?ado.
Nada m¨¢s alejado se encuentra este asistente que de la visi¨®n de una educaci¨®n automatizada, que se imagin¨® hace unas d¨¦cadas, ni de la sustituci¨®n del maestro por la m¨¢quina; interpretaciones apresuradas de las alteraciones que provoca este mundo en cambio acelerado.
Pero s¨ª debemos pensar que, adem¨¢s de la tecnolog¨ªa digital como pr¨®tesis ya adherida a nosotros, nos moveremos y actuaremos ¡ªy no solo para un curso en red¡ª acompa?ados de un asistente a trav¨¦s de un mundo digital derramado y filtrado por todos los resquicios de nuestro mundo que llamamos natural.
Antonio Rodr¨ªguez de las Heras es catedr¨¢tico Universidad Carlos III de Madrid
La vida en digital es un escenario imaginado que sirve para la reflexi¨®n, no es una predicci¨®n. Por ¨¦l se mueven los alefitas, seres prot¨¦ticos, en conexi¨®n continua con el Aleph digital, pues la Red es una fenomenal contracci¨®n del espacio y del tiempo, como el Aleph borgiano, y no una malla.
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