Antonio Escohotado: ¡°Cuanta m¨¢s inteligencia desarrolle un robot, mejor para el ser humano¡±
El fil¨®sofo, autor de la obra ic¨®nica ¡®Historia general de las drogas¡¯, disecciona el mundo tecnol¨®gico que nos rodea y comparte sus pensamientos sobre androides y la inteligencia artificial. Ha publicado toda su obra online en su web La Emboscadura
Desde el retiro en un pueblo a unos 35 kil¨®metros de Madrid, el fil¨®sofo Antonio Escohotado (Madrid, 1941) huye del mundanal ruido para seguir la escondida senda de la sabidur¨ªa, como ya escribiera Fray Luis de Le¨®n en su Vida retirada. Detr¨¢s de una pantalla de ordenador y rodeado por estanter¨ªas repletas de libros agolpados, el autor de la celeb¨¦rrima Historia general de las drogas discurre sus d¨ªas divulgando su pensamiento hasta por las redes sociales. Fumador empedernido, cae un cigarrillo detr¨¢s de otro, como un pitillo inagotable, deja silencios reflexivos antes de responder a cualquier pregunta. Hace 50 a?os lo entrevistaron con su padre. Como si del eterno retorno de Nietzsche se tratara, ahora le ocurre lo mismo; pero, en esta ocasi¨®n, con ¨¦l como progenitor y con su hijo llam¨¢ndole Escota.
- P. ?C¨®mo fue su llegada a las nuevas tecnolog¨ªas?
Serendipia pura. En el caso del tel¨¦fono m¨®vil, por pura necesidad. Comenc¨¦ a darme cuenta de que no ten¨ªa que peregrinar a las bibliotecas y librer¨ªas para encontrar libros. El 99,9% ya estaban en la red. Con respecto a las redes sociales, me las mont¨® mi hijo Jorge y gracias a ¨¦l estoy ah¨ª dentro ahora.
?Comprende que haya miedo a la rob¨®tica?
No. Como en tantos otros campos, tener miedo y alarmar alimenta la industria amarillista que convirti¨® en multimillonarios a Victor Hugo y Dickens, supuestos testigos del mundo real. Bien porque parece m¨¢s vendible, o porque el resentimiento se apoder¨® del ¨¢nimo, ver el lado malo de los asuntos crece a costa de la objetividad, como demuestra Steven Pinker en su monumental y reciente estudio sobre la violencia. Resulta que en todos los ¨®rdenes ¨Cindividual, familiar, social- no alcanza un 10% de la prevaleciente hace un siglo, pero los llamados medios de informaci¨®n dedican una l¨ªnea a noticias como esa por cada mil centradas en cat¨¢strofes. ?Por qu¨¦ lo llaman informaci¨®n? Puestos a buscarle causas, la primera podr¨ªa ser la maldita man¨ªa de manipular la mente ajena.
?Deber¨ªa existir una ¨¦tica de la inteligencia artificial?
La ¨²nica es asegurarse de que piense ecu¨¢nimemente, no para confirmar sofismas ¨Cbien identificados ya por la l¨®gica aristot¨¦lica- sino para acumular inteligencia objetiva. Cuanto m¨¢s predomine lo razonable y razonado mejor nos ir¨¢, aunque el follet¨ªn venda en teor¨ªa m¨¢s.
?Considera que los robots pueden ser m¨¢s racionales que los seres humanos?
El ataque que pueda protagonizar un androide a la especie homo sapiens solo puede dirigirse a sus facetas irracionales, mostrando cu¨¢nto le falta para ser sapiente en vez de demente a ratos. Y es lo que necesitamos. La voluntad se obstina en someter a la inteligencia con dogmas y otros embustes, pero mientras ella duerme el esp¨ªritu objetivo sigue tejiendo su malla de innovaci¨®n e invenci¨®n. Los despiertos solo supuestamente se aprovechan de esa malla sin identificar la libertad como su origen, y pagan su af¨¢n de control recelando por ejemplo de la qu¨ªmica -?los para¨ªsos artificiales!- y de la gen¨¦tica, donde ya est¨¢n prohibidas cosas hoy por hoy imposibles. El miedo sigue teniendo muy buena salud, pero sospecho que la rob¨®tica no acabar¨¢ de darle motivo.
?En qu¨¦ cree que los androides pueden ayudarnos?
En la zona pasional. Seguimos en buena medida a merced de impulsos como los celos, o un fratricidio disfrazado como anhelo de limpieza social, racial e ideol¨®gica. ?Qu¨¦ hacer con los ¨¦mulos de Ca¨ªn? Quiz¨¢ una inteligencia no lastrada por la inercia de cerebros reptilianos descubra modos de mejorar en ese orden de cosas.
?Qu¨¦ entiende por innovaci¨®n?
Convertir la potencia en acto, una ley de vida. No le falta componente de violencia, porque actualizar equivale a dejar atr¨¢s, como unas c¨¦lulas sustituyen a sus predecesoras, sin evitar con ello la finitud general de cada organismo. Pero sin innovar no habr¨ªa llegado a nacer.
?Y siempre tiene que ser violenta?
Querr¨ªamos lo contrario, pero no hay otro modo de mitigar la coerci¨®n que partiendo del realismo. Estudiando y sabiendo ampliaremos la paz, pero la pretensi¨®n de alguna v¨ªa suavecita y pol¨ªticamente correcta olvida que la realidad procede a saltos, como dir¨ªan los cu¨¢nticos.
El miedo sigue teniendo muy buena salud, pero sospecho que la rob¨®tica no acabar¨¢ de darle motivo.
?Le interesa la f¨ªsica cu¨¢ntica?
Mucho, pero quiz¨¢ se qued¨® empantanada desde finales de los a?os veinte, cuando Einstein advirti¨® que se permit¨ªa divorciar formulaci¨®n e intuici¨®n. La obra de Dirac, en particular, muestra c¨®mo convertirse en orientaci¨®n can¨®nica descarga de apelar a los sentidos, como si lo real pudiera perseguirse desde entonces con n¨²meros sobre n¨²meros.
?La computaci¨®n cu¨¢ntica le parece diferente?
No tengo ni idea de ese campo espec¨ªfico. Solo me pregunto, ?d¨®nde est¨¢n las im¨¢genes cu¨¢nticas? ?Nos ayuda a entender el mundo pasar de las tres dimensiones a n dimensiones? Prigogine y Mandelbrot aportan un formidable caudal intuitivo a sus investigaciones, pero no veo nada parecido en la teor¨ªa de las supercuerdas. Solo percibo autoconfirmaciones de hip¨®tesis.
?Los conclusiones cu¨¢nticas son err¨®neas?
Dios me libre de pontificar. Me quejo solo de los resultados, porque nada me dice que el electr¨®n no sea un punto sino una cuerda con forma de lazo. Dada la formidable cantidad de observaciones ?c¨®mo no se traducen en una visi¨®n m¨¢s n¨ªtida? Estudiar de cerca cualquier periodo hist¨®rico, por ejemplo, galvaniza y altera todo cuanto pensaba antes de hacerlo. ?Por qu¨¦ no ocurre algo an¨¢logo en f¨ªsica?
?C¨®mo se imagina el futuro que est¨¢ por venir?
Puestos a imaginar, y considerando que la funci¨®n crea al ¨®rgano, lo ocurrido con el vello, las u?as y los dientes quiz¨¢ anuncie cambios morfol¨®gicos m¨¢s radicales, apoyados sobre el progreso t¨¦cnico. ?Para qu¨¦ dos piernas, dos brazos, incluso un aparato digestivo y respiratorio, si el medio deja de ser inclemente y podemos dedicarnos a sentir y pensar libremente?
¡®La emboscadura¡¯, el pensamiento digital de Escohotado
La expansi¨®n del pensamiento del fil¨®sofo Antonio Escohotado carecer¨ªa de sentido sin la figura de su hijo, Jorge. Gracias a las redes sociales se dio cuenta de que toda la obra de su padre antes de Historia general de las drogas estaba descatalogada o a precios desorbitantes. Para corregir este rumbo, decidi¨® abrir la p¨¢gina web.?"En los contratos con las editoriales no aparece nada con respecto al libro electr¨®nico y decido digitalizar toda la obra", argumenta. Con esta iniciativa, ha conseguido que todas las trabas para llegar a un mercado como el sudamericano por la log¨ªstica de los env¨ªos queden en un segundo plano. "No se trata de oportunismo, sino de desidia de las editoriales, que no todo son bestsellers", zanja.
Para comprender qu¨¦ ha llevado a Jorge a volcarse con la red, pone un ejemplo muy gr¨¢fico de c¨®mo un hacker pretend¨ªa apropiarse de la obra de su padre. "Un pirata argentino hacke¨® Historia general de las drogas y la estaba comercializando. Si hubiera sido gratuita, no habr¨ªamos hecho nada, pero ahora le hemos dado de su propia medicina utilizando su versi¨®n con algunas adaptaciones. No creo que se atreva a denunciarnos (risas)", explica. Para el a?o que viene, el reto tecnol¨®gico que afrontar¨¢ es el de la impresi¨®n bajo demanda. Con el fin de evitar los gastos de almacenamiento, buscar¨¢ alianzas en todos los pa¨ªses del mundo hispanoparlante para que, en 72 horas, el lector tenga el libro que desea de Antonio Escohotado.
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