?Hacia la pantalla invisible?
Con el AirPod, todo lo que conten¨ªa el gram¨®fono, la radio, el altavoz, los diales y los botones, desaparece bajo una pr¨®tesis que incluso prescinde de la oreja como bocina para la localizaci¨®n del sonido. El pr¨®ximo sentido, la vista
Colocar un Apple II, de finales de la d¨¦cada de 1970, junto a un iPhone X de este a?o permite una asociaci¨®n ejemplar para hacer ver el asombroso proceso tecnol¨®gico que estamos viviendo y que va mucho m¨¢s all¨¢ de estos dos aparatos concretos. Sirven como puntos de apoyo de un arco evolutivo y ayudan a determinar su tendencia en un futuro pr¨®ximo.
El Apple II muestra tres partes bien diferenciadas y separadas: una base que contiene la unidad de procesamiento y el teclado incrustado en la carcasa; dos disqueteras, cada una de ellas casi del tama?o de una caja de zapatos; y, encima de estos dos niveles, una pantalla cat¨®dica. La computaci¨®n personal ha dejado paso en tan solo cuarenta a?os a una delgada pastilla de 170 gramos de poco m¨¢s de 14 x 7 cent¨ªmetros y menos de 8 mil¨ªmetros de espesor
Pero lo m¨¢s significativo no es la fant¨¢stica miniaturizaci¨®n, sino que en esta pastilla solo vemos una pantalla, nada m¨¢s. Las otras partes han desaparecido para nosotros. Esta evoluci¨®n ha consistido en la expansi¨®n de uno de los componentes, la pantalla, hasta el punto de solapar el resto. Solo es tangible para nosotros una l¨¢mina de cristal, pero con cualidades de l¨¢mina de agua, pues reacciona si la rozamos con los dedos.
Es tal la expansi¨®n invasiva de la pantalla ¡ªhasta ocultar la otras partes de un computador personal¡ª que incluso esa l¨¢mina de cristal, que parece agua, rebosa el marco de la carcasa: ni siquiera hay m¨¢rgenes que la contengan. Estamos ante un camino evolutivo extraordinariamente sugerente, ya no solo por lo que ha conseguido, sino por lo que propone como posibilidad.
?Y si ese desbordamiento encharca el entorno? Si la pantalla, que ha estado contenida por una carcasa, se derrama, formar¨¢ charcos, es decir, l¨¢minas de agua por cualquier rinc¨®n de nuestro entorno. ?Es solo una met¨¢fora?
No es solo una met¨¢fora ver la pantalla como agua y que se derrame, sino la forma de entender el fen¨®meno nuevo de la realidad aumentada dentro de este proceso fabuloso de evoluci¨®n tecnol¨®gica. Para entender el presente tecnol¨®gico que vivimos, es importante encajar las piezas sueltas ¡ªlos artefactos que van apareciendo¡ª como hacen los cient¨ªficos con los f¨®siles del pasado: adquieren toda su significaci¨®n si se integran en una l¨®gica evolutiva. Pero tendemos a verlos como novedades caprichosas de la innovaci¨®n sin conexi¨®n con lo que ya tenemos y hemos tenido. Y eso lleva a una mareante y confusa visi¨®n de nuestro presente.
La invisibilidad de la pantalla se deber¨¢ a su aproximaci¨®n a nosotros. Estar¨¢ tan cerca que no la percibiremos.
Con la realidad aumentada, el entorno se llena por todas partes de charcos virtuales donde ver reflejado aquello que hasta ahora solo se podr¨ªa alcanzar acerc¨¢ndose a una pantalla. Basta mirar los objetos y lugares que nos rodean para que aparezca, derramado, aquello que estaba confinado en una pantalla. As¨ª que la pantalla, tal como hasta ahora la hemos experimentado, desaparece tambi¨¦n, como antes se desvanecieron las otras partes del Apple II.
La invisibilidad de la pantalla se deber¨¢, curiosamente, no solo a la miniaturizaci¨®n extrema del artefacto, sino principalmente a su aproximaci¨®n a nosotros. Estar¨¢ tan pr¨®xima a nuestros ojos que no la percibiremos. Ser¨¢ como una salpicadura de la pantalla derramada. ?Qu¨¦ forma tomar¨¢ la pantalla convertida en pr¨®tesis y, como tal, tan adherida y ergon¨®mica que olvidaremos que la llevamos incorporada? Falta por concebirla a¨²n. ?Una gafas? ?Unas lentillas?
El sonido, que lo ten¨ªa m¨¢s f¨¢cil, ha resuelto esta evoluci¨®n hacia la pr¨®tesis: un auricular inal¨¢mbrico, con micr¨®fono min¨²sculo asociado, y la compa?¨ªa inseparable e incorp¨®rea de un asistente de voz. Y todo lo que conten¨ªa el gram¨®fono, la radio, el altavoz, los diales y los botones, desaparece bajo una pr¨®tesis (AirPods y otros modelos) que incluso prescinde de la oreja como bocina para la localizaci¨®n del sonido.
Desde hace d¨¦cadas se ha venido hablando de ?pantallizaci¨®n?. Unas veces para indicar la proliferaci¨®n de pantallas de todos los tama?os y funciones en nuestra sociedad tecnol¨®gica. Otras veces para comentar las consecuencias culturales de que la mayor parte de la informaci¨®n la alcanz¨¢ramos asomados a esa ventana electr¨®nica. Y tambi¨¦n para advertir del embeleso creciente de las personas ante esa infinita e incesante, caleidosc¨®pica, combinaci¨®n de p¨ªxeles. Pero hoy intuimos que la ?pantallizaci¨®n? de la sociedad no ser¨¢ por un entorno de pantallas ni por su atracci¨®n irresistible, sino, parad¨®jicamente, por su desaparici¨®n al penetrar en nosotros hasta hacerse invisible
Antonio Rodr¨ªguez de las Heras es catedr¨¢tico Universidad Carlos III de Madrid
La vida en digital es un escenario imaginado que sirva para la reflexi¨®n, no es una predicci¨®n. Por ¨¦l se mueven los alefitas, seres prot¨¦ticos, en conexi¨®n continua con el Aleph digital, pues la Red es una fenomenal contracci¨®n del espacio y del tiempo, como el Aleph borgiano, y no una malla.
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