Ya estamos viajando en la nave de Bowman
Hoy ya viajamos en la nave de Bowman, el astronauta de '2001: una odisea del espacio' que concibi¨® Arthur C. Clarke. la nuestra, sin embargo, es una odisea por el espacio digital

En el despacho de la casa de Arthur C. Clarke, en Colombo, Sri Lanka, hay colgada una fotograf¨ªa de gran tama?o en la que el escritor se muestra divertido ante la escena que componen su querido chihuahua Pepsi, que sostiene en sus brazos, y el perro robot sobre la mesa que parece que le est¨¢ ladrando. Rohan de Silva, que fue su asistente personal en los ¨²ltimos a?os, me comentaba ¡ªhace ya unos a?os de la visita¡ª unas palabras de Clarke muy apropiadas para que sirvieran de pie de esta fotograf¨ªa: "Con el desarrollo de robots y formas a¨²n m¨¢s avanzadas de inteligencia artificial, nos encontraremos compartiendo este planeta con una nueva clase de seres sensibles. Ser¨¢ un desaf¨ªo interesante ver si podemos coexistir con ellos tan exitosamente como lo hemos hecho con sus hom¨®logos los animales".
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Estos son los robots, con formas reconocibles o radicalmente nuevas, a los que tenemos que hacer un sitio en nuestra vida cotidiana, en nuestro lugar de trabajo y en el hogar, en espacios p¨²blicos y en los privados. Tendr¨¢n lugar entre nosotros. Pero Arthur C. Clarke concibi¨® tambi¨¦n otro escenario de la robotizaci¨®n: HAL 9000 en el micromundo de una nave espacial para un viaje por el inconmensurable cosmos.
El robot, que cuida de todas las constantes cr¨ªticas de la nave, se manifiesta tan solo en unas lentes ojo de pez, rojas, pan¨®pticas. Esta manifestaci¨®n tan discreta, de algo tan potente y controlador como HAL, es turbadora, porque inquieta sentirse observado sin que se revele qui¨¦n nos mira. Provoca sensaci¨®n de vulnerabilidad. Somos territoriales, necesitamos marcar un territorio de intimidad para nuestro cuerpo y sus actuaciones. Si la mirada de otro penetra ese espacio, y no es aceptada, nos defendemos entonces de esa intromisi¨®n con nuestra propia mirada para rechazarla. Por eso es tan perturbador sentirse observado y no poder localizar la fuente de esa mirada velada, o intuir que est¨¢ a tu espalda o que viene de arriba.
Hoy ya viajamos en la nave de Bowman, el astronauta de la odisea del espacio que concibi¨® Clarke, aunque nosotros hacia una odisea por el espacio digital. En esta serie de art¨ªculos sobre La vida en digital comparo la Red a la peque?a esfera tornasolada del Aleph de Jorge Luis Borges, que, como el ojo rojo de HAL, no deja de mirarnos, porque sabemos que para que nos asista cada vez en m¨¢s funciones y nos ofrezca este mundo contra¨ªdo hasta no tener lugares, distancias ni demoras necesita tambi¨¦n observarnos. Y as¨ª aparece en estos comienzos de nuestra odisea digital el malestar por esa mirada inevitable, sin rostro, que hace desconfiar y temer si no nos traicionar¨¢.
Pero en la relaci¨®n con HAL hay algo mucho m¨¢s intenso: su voz. La interacci¨®n con ¨¦l es de palabra. Una voz m¨¢s envolvente si cabe que la c¨¢psula. En los humanos, la visi¨®n nos ofrece solo la mitad del mundo, siempre ante nosotros; en cambio el mundo sonoro es esf¨¦rico y nos contiene. Nos podemos poner frente a aquello que se muestra a los ojos (enfrentarnos); pero el sonido nos envuelve, y nos posee. Hoy la oralidad digital est¨¢ comenzando a conformar ese entorno sonoro, conversacional, con el que interactuar de palabra, frente a la fijaci¨®n de los ojos en la pantalla. Un viaje as¨ª, interactuando de este modo en y con la nave, se presenta excitante, especialmente por las transformaciones culturales que podamos experimentar durante este trayecto incierto.
Y hay que se?alar un tercer detalle de esta odisea. En la nave de Bowman, la memoria y la inteligencia de HAL estaban confinadas y localizadas en un lugar de la nave (Logic Memory Center). As¨ª que era posible, como sucedi¨® en el relato, entrar en esa sala y manipular, hasta desconectar, la vida desviada de HAL y su comportamiento amenazante. En la nuestra, en la Red (o Aleph), la memoria y la inteligencia en red no las podemos localizar.

Antonio Rodr¨ªguez de las Heras es catedr¨¢tico Universidad Carlos III de Madrid
La vida en digital es un escenario imaginado que sirva para la reflexi¨®n, no es una predicci¨®n. Por ¨¦l se mueven los alefitas, seres prot¨¦ticos, en conexi¨®n continua con el Aleph digital, pues la Red es una fenomenal contracci¨®n del espacio y del tiempo, como el Aleph borgiano, y no una malla.
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