C¨®mo tomar el tim¨®n de tu deriva digital y evitar que otros manejen tu atenci¨®n
El investigador Evan Malmgren explica c¨®mo hacer un uso m¨¢s reflexivo -y consecuentemente menos manipulado por intereses externos- de la red

Seguramente sabes lo que es hacer scroll. Con un poco de suerte, dedicar¨¢s un par de minutos a hacer scroll en esta pieza. Ya sea con la rueda del rat¨®n, con la barra lateral, o deslizando el dedo por la pantalla de nuestros m¨®viles, este verbo robado del ingl¨¦s ocupa invariablemente una buena parte de nuestra creciente interacci¨®n con pantallas. El origen del t¨¦rmino, por cierto, no puede ser m¨¢s anal¨®gico: la palabra scroll significa pergamino y procede de la asociaci¨®n de roll (rollo) y escroe, que en franc¨¦s antiguo no es m¨¢s que un retal de pergamino.
Bajamos y subimos para ver m¨¢s contenido, o para dejar de ver el que tenemos delante. Para pasar a los siguientes o volver a lo anterior. Y cuando nos cansamos del scroll, intercalamos alg¨²n que otro clic. Y en esas se nos van las horas. El problema que el investigador Evan Malmgren, del Type Media Center, tiene con todo esto es que lo hacemos sin darnos cuenta, ignorantes de las "operaciones de poder del espacio digital" y de c¨®mo estas orquestan nuestra atenci¨®n.
Su propuesta es poner un poquito de intenci¨®n y cautela en esa mezcla de clics y scrolls. "Me parece un agradable descanso de la repetici¨®n de scrolls pasivos a trav¨¦s de los estrechos corredores de plataformas coercitivas", asegura en un art¨ªculo de Real Life.
?C¨®mo? Para que te hagas una idea, Malmgren describe su "deriva consciente" en estos t¨¦rminos: "Entro en la red haciendo doble clic en el remolino technicolor que abre mi navegador predeterminado, Google Chrome, que a su vez, carga una enga?osamente simple p¨¢gina principal. Deslizo mis dedos sobre el trackpad para hacer scroll, pero mi vista rebota de vuelta al centro, record¨¢ndome que estoy ante una entrada, no un destino. Una barra de b¨²squeda redondeada espera en medio de un fondo vac¨ªo -si te acabas de dar cuenta de que la barra de b¨²squeda no es rectangular, no est¨¢s solo-, coronado por un logo que iterativamente se ha ido simplificando, incluso mientras la entidad que representa se ha expandido en complejidad, alcance, y poder sobre mis h¨¢bitos". Al cabo de un par de p¨¢rrafos m¨¢s de navegaci¨®n l¨²cida, Malmgren se va a Twitter: "Rutinariamente paso horas aqu¨ª, Ieyendo, con los ojos vidriados y sin retener casi nada", admite.
- Monoton¨ªa forzada
El investigador se maravilla con lo "limitada, repetitiva y aburrida" que puede llegar a ser nuestra experiencia de internet, en contraste con su potencial. "No es que el espacio digital proh¨ªba la extravagancia, la espontaneidad y el dinamismo, es que mucho de ¨¦l est¨¢ efectivamente controlado por plataformas que prefieren aplanar la experiencia temporal para convertirla en una entretenida sucesi¨®n de medidas cuantificables y valores intercambiables", razona.
Salir de estas mon¨®tonas autopistas, dice, exige promover la conciencia de esos ra¨ªles que cuantifican, gu¨ªan, empaquetan y venden deseos, curiosidades y atenci¨®n. "Algo parecido a explotar una burbuja". Para escapar de los caminos trazados, no basta la indiferencia con que te arrastras por las aceras cuando vas al trabajo. Necesitas la atenci¨®n que prestas cuando haces turismo. "Los paseos pasivos suelen fracasar a la hora de interrogar cr¨ªticamente los espacios". Con ese esp¨ªritu cr¨ªtico, el investigador se?ala el uso que los espacios sociales hacen de nuestra necesidad de conectar con otros, "mecanizando un deseo fundamentalmente humano a trav¨¦s de corredores vigilados de cerca".
Sin embargo, Malmgren encuentra motivos para el optimismo en los ¨²ltimos vaivenes del mundillo. "Esta conciencia a¨²n est¨¢ naciendo, pero sus comienzos son perceptibles en la amplia insatisfacci¨®n y el malestar que envuelven la experiencia popular de la superestructura de informaci¨®n digital con ¨¢nimo de lucro de hoy en d¨ªa".
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