El muro y la ara?a
La noche del 9 de noviembre de 1989 cay¨® el muro de Berl¨ªn sin que ning¨²n analista pol¨ªtico lo anunciara siquiera tres d¨ªas antes
La noche del 9 de noviembre de 1989 cay¨® el muro de Berl¨ªn sin que ning¨²n analista pol¨ªtico lo anunciara siquiera tres d¨ªas antes. El hecho fue debido a un imprevisto corrimiento de carga que la Perestroika de Gorbachov produjo entre las fronteras abiertas de Hungr¨ªa, Austria y Polonia. Aquel d¨ªa se produjo el hecho que durante la Guerra Fr¨ªa tanto se tem¨ªa: las tropas del Pacto de Varsovia comenzaron a invadir la Europa capitalista. A trav¨¦s de los primeros boquetes del muro, penetraron sin resistencia en Berl¨ªn occidental largas cuerdas de mendigos h¨²ngaros, rumanos, b¨²lgaros y polacos a pedir limosna a los elegantes caballeros que sal¨ªan de la Filarm¨®nica y a las exquisitas damas de Charlottenburg que tomaban tartas de manzana en las terrazas de la Kudam.
El domingo 1 de julio de 1990, el Checkpoint Charlie fue allanado por las palas para que pudieran cruzar oficialmente las autoridades y los berlineses de uno y otro lado. En la puerta de Brandemburgo hab¨ªa tenderetes en los que se vend¨ªan cabezas degradadas de Lenin y de Stalin, gorras, medallas e insignias sovi¨¦ticas como chatarra y cascotes del muro en peque?as y grandes porciones. Algunos interioristas usaron bloques de este hormig¨®n pintarrajeado como esculturas para decorar los vest¨ªbulos de bancos y de empresas multinacionales; en las vitrinas de las joyer¨ªas se exhib¨ªan estos pedruscos sobre un terciopelo entre las mejores alhajas y no hab¨ªa estanter¨ªa de intelectual m¨¢s o menos desencantado que no guardara uno de estos cascotes entre libros de marxismo-leninismo, que ya nadie le¨ªa.
La invasi¨®n del Este se extendi¨® muy pronto por el resto de Europa sin otro gesto hostil que el hecho de bajar la cabeza con la mano tendida. Lentamente los jardines p¨²blicos, las escalinatas de los monumentos, las entradas de los grandes almacenes y las calles peatonales de las ciudades de Occidente se convirtieron en escenarios donde sucesivas levas de menesterosos tocaban el acorde¨®n melanc¨®lico o formaban orquestinas de viento con un plato en los pies para la voluntad. La pobreza del Este hab¨ªa formado un solo r¨ªo con diversos brazos que vert¨ªa su caudal en el espacio mantecoso de la Europa del Mercado Com¨²n.
Con la ca¨ªda del muro se esfum¨® el enemigo comunista, pero a partir de ese momento ser¨ªan los trabajadores quienes se vieron forzados a explotarse a s¨ª mismos sin que los patronos se molestaran siquiera en reprimirlos. La brutal pelea por conseguir a cualquier precio, siempre a la baja, un puesto de trabajo hab¨ªa comenzado. La protesta era una actitud de alto riesgo. De hecho, el muro de Berl¨ªn hab¨ªa ca¨ªdo sobre las propias espaldas de los obreros del Oeste. La globalizaci¨®n que hab¨ªa germinado con la visi¨®n extracorp¨®rea de la Tierra navegando por el espacio, se convirti¨® aqu¨ª abajo en un mundo sin fronteras donde el capitalismo ya no encontr¨® obst¨¢culo para moverse a sus anchas sin complejo alguno.
Perdido el miedo al comunismo con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, ese mismo a?o de 1989 se produjo un hecho que iba a convertir al ser humano, rico o pobre, culto o ignorante en un mosquito global. El f¨ªsico brit¨¢nico Tim Berners-Lee, en el Laboratorio Europeo de F¨ªsica de Part¨ªculas, (CERN), descubri¨® una nueva forma de navegar por Internet con la posibilidad de interconectar textos e im¨¢genes utilizando enlaces de un modo sencillo entre las diferentes webs, lo que se conocer¨ªa oficialmente con las siglas WWW, la World Wide Web. La Gran Telara?a Mundial hab¨ªa comenzado a apoderarse del espacio con todo su poder de progreso y de miseria humana.
La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y la presencia invisible de las redes sociales cambiaron nuestras vidas, hasta el punto que al trabajador explotado por si mismo se a?adi¨® el hecho ins¨®lito de que cada persona se transform¨® en una antena, en un repetidor humano, dedicado solo a recibir y trasmitir llamadas. El grueso de la humanidad comenz¨® a liberar un incontenible caudal de palabras e im¨¢genes por SMS, e-mails, WhatsApp, Twitter, Facebook, Instagram, de forma que Internet se ha constituido en un subconsciente colectivo, oscuro, viscoso y enloquecido, que abre insospechados vericuetos en el alma humana. Desde la ca¨ªda del muro y la llegada de las redes puede que este mundo se haya convertido en una taberna global, en la que infinitos mosquitos atrapados por la Gran Telara?a, acodados en la barra, parlotean felices de todo y de nada.
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