?D¨®nde est¨¢ Andrea?
Andrea ha ca¨ªdo desde lo alto del faro en mitad de una tormenta, pero ahora ?d¨®nde se encuentra exactamente?
Estoy flotando. No es una forma de hablar, es lo que siento. Siento que estoy flotando, que es aproximadamente lo opuesto a caer, es decir, lo que estaba haciendo justo antes de flotar. Floto pero no s¨¦ si lo hago sobre agua, aire, gas o qu¨¦ tipo de sustancia. Me cuesta reconocerla porque me resulta todo muy confuso y apenas me puedo mover. Pero estoy feliz. De eso estoy segura. Me siento muy bien, muy tranquila y muy feliz.
Luego, o quiz¨¢s un poco antes, tal vez en este preciso momento, me recuerdo dese¨¢ndote un buen viaje pero enseguida me doy cuenta de que eso no ha sucedido todav¨ªa. Tambi¨¦n me recuerdo defendi¨¦ndome con el colgante de Mario y avis¨¢ndome d¨ªas atr¨¢s de que lo tenga siempre cerca, para cuando llegue el momento de utilizarlo, pero eso es imposible porque as¨ª no es como funciona el tiempo.
De repente estoy en una playa. Creo que es una playa porque noto la sal del mar en mi piel y escucho a una ni?a caminar por la arena, aunque no son sonidos exactamente, sino la certeza de que esa ni?a est¨¢ all¨ª, pisando esa arena. La misma certeza que me lleva a comprender que es Susana, de peque?a, aunque apenas recuerde su cara ni haya visto nunca una foto suya con esa edad. Intento acercarme a ella pero no s¨¦ en qu¨¦ direcci¨®n moverme, y antes de que me d¨¦ tiempo a hacer nada ya no estoy all¨ª, sino en la parcela de una granja que primero est¨¢ llena de ovejas pero luego vac¨ªa, y luego en una casa al amanecer, y en un camino a medianoche, y veo a otras ni?as y a otros ni?os y a otras personas, decenas de lugares y personas.
Hago un esfuerzo por pensar en un momento m¨¢s cercano a mi presente y me recuerdo en el faro, huyendo del alien y subiendo hasta lo alto. En ese momento lo veo. Veo al alien. Est¨¢ a mi lado. Le escucho respirar y me fijo en sus enormes ojos, que se abren y me miran. Son de un color negro imposible. Mueve su mano de cuatro dedos hacia m¨ª, como hizo cuando sub¨ª al faro y tropec¨¦ desde lo alto, y en ese momento desaparece mi tranquilidad y mi felicidad y me siento muy nerviosa y trato de gritar, porque su mano se acerca hacia mi cara, y de repente no es su mano sino la de Juanjo, y ya no floto sino que estoy en un hospital, tumbada boca arriba en una cama y con un gotero enganchado a mi brazo.
¡ªTranquila. Tranquila. Est¨¢ todo bien.
Eso me dice Juanjo. Que me tranquilice. Y que cuando me den el alta, vaya a buscarle a su restaurante. All¨ª me explicar¨¢ todo.
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