?Qu¨¦ les ocurre a los ni?os con TDAH cuando se hacen adultos?
Los estudios han mostrado que los s¨ªntomas tienden a declinar a lo largo del tiempo, pero persisten en el 40% o 50 % de los afectados. Su diagn¨®stico y tratamiento puede ser decisivo
El TDAH (trastorno por d¨¦ficit de atenci¨®n e hiperactividad) es probablemente el problema de salud mental m¨¢s sujeto a controversia, a veces airada y plagada de acusaciones morales desde sus polos extremos. Hay quien, apoy¨¢ndose en la inexistencia ¡ªa d¨ªa de hoy¡ª de un marcador biol¨®gico, aboga por considerarlo un invento, un simple producto de intereses comerciales. Tambi¨¦n hay quien etiqueta de TDAH cualquier mal comportamiento en clase, bajo rendimiento escolar o conducta disruptiva. En este campo, para ser de alguna ayuda a los pacientes y sus familias, convendr¨¢ ser cauteloso, analizar aquello que se parezca m¨¢s a la evidencia cient¨ªfica y evitar discursos ideologizados y ¡°en posesi¨®n de la verdad¡±.
Lo que sabemos es que hay algunos ni?os que no paran, que parecen impulsados por un motor interno que les hace correr, saltar, retorcerse en la silla, hablar mucho y a veces a destiempo (el grupo de la inquietud y la hiperactividad). Otros ¡ªy a veces los mismos¡ª son muy impulsivos, les cuesta inhibir lo que les pasa por la cabeza, se aburren con cualquier tarea e interrumpen constantemente las conversaciones (los padres se desesperan). Finalmente, en otros destaca la inatenci¨®n: se distraen ante el m¨ªnimo est¨ªmulo, tienen despistes, olvidos, dejan las cosas a medias, parecen no escuchar cuando se les habla y tienen la mente ¡°en otra parte¡±.
Naturalmente, casi todos los ni?os peque?os son as¨ª, por lo que el TDAH no deber¨ªa diagnosticarse antes de los seis o siete a?os. Pero cuando el ni?o crece y estos rasgos son muy marcados y persistentes, cuando se expresan en el colegio, pero tambi¨¦n en casa y en otros ¨¢mbitos, de forma que afectan seriamente a su desempe?o y su bienestar, quiz¨¢ requieran un mayor estudio. La evaluaci¨®n no tiene como prop¨®sito etiquetar a ninguna persona (nadie es el diagn¨®stico de la enfermedad que posee) ni reducir la riqueza de una infancia desbordante a unos simples requisitos consensuados; un diagn¨®stico simplemente es el inicio de un plan de ayuda. Y una ayuda que debe ser integral y multidisciplinar, en el que participen las familias, el profesor, el orientador escolar, el psic¨®logo, el pediatra y el psiquiatra.
Seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, el TDAH afecta aproximadamente al 5% de los ni?os y, siendo la etiolog¨ªa multifactorial, destacan los factores gen¨¦ticos: que un progenitor tenga TDAH multiplica por ocho el riesgo de padecerlo. Como siempre, parece el resultado de una compleja interacci¨®n gen-ambiente: tener bajo peso al nacer multiplica el riesgo por tres, la adversidad social por cuatro y el consumo materno de alcohol y tabaco durante el embarazo por tres. Los modelos explicativos acerca de la compleja disfunci¨®n cerebral subyacente son a¨²n insuficientes, lo que debe animarnos no a celebrar la ignorancia como supuesta prueba de que la mente no tiene que ver con el cerebro, sino a impulsar la investigaci¨®n biopsicosocial de calidad.
Pero lo relevante del TDAH son sus consecuencias en el recorrido vital de los pacientes. En su peor versi¨®n, cuando pasa desapercibido y no es tratado adecuadamente, conlleva fracaso escolar (el 40% abandona los estudios en la ESO), dificultades de relaci¨®n con los otros ni?os (peleas, acoso escolar), mayor frecuencia de accidentes y problemas serios de autoestima. El TDAH, adem¨¢s de trastorno, act¨²a como factor de riesgo evolutivo de otros problemas de salud mental (depresi¨®n, ansiedad, trastornos de conducta, adicci¨®n a sustancias). Pero ?qu¨¦ ocurre cuando los ni?os con TDAH se hacen mayores?
Los estudios longitudinales han mostrado consistentemente que los s¨ªntomas de TDAH tienden a declinar a lo largo del tiempo, pero persisten en el 40%-50 % de los adultos. La hiperactividad suele mejorar, transform¨¢ndose a veces en inquietud, y lo que prevalece suele ser la dificultad para concentrarse, organizarse y gestionar el tiempo, para encontrar la pausa necesaria. Estos adultos toleran mal la frustraci¨®n, son impulsivos y en m¨¢s de la mitad de los casos caen en el consumo de sustancias, como alcohol, cannabis o coca¨ªna. Su diagn¨®stico en la vida adulta es dif¨ªcil, pues se confunde con los trastornos de personalidad y la dependencia de sustancias. El TDAH sin tratar se asocia a mayor tasa de multas y accidentes de tr¨¢fico, m¨¢s conflictos familiares y desempleo. Los pacientes tienden en mayor medida a tener problemas legales y hay estudios en poblaci¨®n reclusa que llegan a cifrar en el 30% la prevalencia del trastorno.
Todo apunta a que debemos conocer que los s¨ªntomas agrupados en la infancia como TDAH persisten en un amplio porcentaje de pacientes; que su presentaci¨®n se transforma en la vida adulta, simulando un trastorno l¨ªmite o antisocial de la personalidad, con frecuente abuso de t¨®xicos y muchos problemas personales, sociales y legales. Quiz¨¢ sea buena idea, ante adultos con los problemas mencionados, preguntarles c¨®mo fueron de ni?os, qu¨¦ dificultades tuvieron en el d¨ªa a d¨ªa, si ten¨ªan poca atenci¨®n o no paraban quietos o si un orientador les habl¨® de un posible TDAH. No se suele hacer. La vida de estas personas va dando tumbos y la sociedad tiende a interpretar su conducta como desorden moral. Recuerdo una entrevista con el brillante psiquiatra Luis Rojas Marcos en la que revel¨® haber sido diagnosticado de TDAH: ¡°Llegu¨¦ a pensar que era un ni?o malo¡±, dijo.
Conocer los problemas de salud mental puede ayudar a comprender conductas an¨®malas, buscar adaptaciones y ayudas, incidir positivamente en el itinerario vital de las personas. Por supuesto que no explicar¨¢ la inmensa mayor¨ªa de las acciones humanas, a veces tan desconcertantes e imprevisibles. Pero nos puede aportar alguna luz. Seamos optimistas, este a?o se cre¨® por fin en Espa?a la especialidad de Psiquiatr¨ªa de la Infancia y la Adolescencia, ha crecido en la poblaci¨®n la percepci¨®n de la salud mental como problema sanitario y social, parece existir cierto consenso pol¨ªtico (?milagro!) en abordar el tema del suicidio con seriedad y determinaci¨®n. Ojal¨¢.
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