Una revisi¨®n de estudios indica que los efectos del uso de pantallas en los ni?os y adolescentes son peque?os
Los expertos afirman que, por el momento, los datos no justifican la alarma sobre el uso de pantallas y llaman a no juzgar los dispositivos sino el uso que se hace de ellos
En el siglo XVI, la invenci¨®n de la imprenta facilit¨® el acceso a los libros y, con ellos, al conocimiento. Sin embargo, muchos eruditos de la ¨¦poca se alarmaron ante los efectos de la nueva tecnolog¨ªa. Conrad Gessner, que elabor¨® una lista todos los libros publicados en el primer siglo tras la invenci¨®n de la imprenta, dec¨ªa en 1545 que la abundancia de libros era confusa y da?ina para la mente y ped¨ªa a reyes y pr¨ªncipes que tomaran medidas para controlar el guirigay. M¨¢s recientemente, en el siglo XIX, se tem¨ªa que la escolarizaci¨®n agotar¨ªa los cerebros infantiles, y, a principios del XX, que la radio distraer¨ªa a los ni?os de la lectura. En 1985, Neil Postman, director del Departamento de Cultura y Comunicaci¨®n de la Universidad de Nueva York, acusaba a la televisi¨®n de empujar a la sociedad a la ¡°estupidez colectiva¡± y de crear un futuro en el que los ciudadanos vivir¨ªan en un marco de libertades formales in¨²tiles porque nadie las podr¨ªa ejercer por puro desconocimiento.
Ahora, algunos expertos advierten de que las pantallas de los dispositivos electr¨®nicos han creado la primera generaci¨®n de hijos menos inteligentes que sus padres y esos padres se organizan para restringir el uso de dispositivos electr¨®nicos entre los escolares. Sin embargo, pese a la alarma generalizada, no existen estudios abundantes y de calidad que ayuden a entender el problema. En un editorial de 2019, la revista m¨¦dica The Lancet afirmaba que ¡°nuestra comprensi¨®n de los beneficios, da?os y riesgos de nuestro r¨¢pidamente cambiante paisaje digital es dolorosamente escaso¡±. Hoy, la revista Nature Human Behaviour publica una revisi¨®n de estudios sobre este asunto con conclusiones poco dram¨¢ticas. En un trabajo que recoge los resultados de 2.451 estudios y casi dos millones de participantes menores de 18 a?os, los autores concluyen que el uso de pantallas se asocia con riesgos y algunos beneficios, pero que, en cualquier caso, los efectos son peque?os.
Los resultados muestran que la habilidad para leer y escribir y el aprendizaje en general empeora ligeramente cuando se pasa m¨¢s tiempo frente a pantallas, que los anuncios de comida basura en los medios digitales favorecen que los ni?os la consuman o que el uso de redes sociales incrementa levemente el riesgo de depresi¨®n. Hab¨ªa algunos efectos positivos, que m¨¢s que de las propias pantallas dependen de la utilizaci¨®n que se haga de ellas. Ver televisi¨®n con los padres aumentaba la capacidad de lectura y escritura y el uso de pantallas para programas educativos de realidad aumentada ten¨ªa efectos positivos en el aprendizaje.
¡°No creo que el tama?o de los efectos que hemos encontrado en este art¨ªculo apoyen [que las pantallas] supongan una preocupaci¨®n tan grande¡±, afirma Taren Sanders, investigador de la Universidad Cat¨®lica de Australia y primer autor del art¨ªculo. ¡°Encontramos efectos, como la relaci¨®n entre depresi¨®n y uso de redes sociales que eran algo preocupantes, pero en la mayor parte de casos no encontramos grandes efectos que nos har¨ªan pensar que este deber¨ªa ser la preocupaci¨®n n¨²mero uno [para los padres]¡±, a?ade. ¡°Eso no significa que para algunos ni?os no sea un gran problema, pero de media, probablemente, no es lo que m¨¢s influye en la vida de los chicos¡±, concluye. La correlaci¨®n m¨¢s fuerte encontrada en todos los estudios es de 0,2, la misma que otros estudios han hallado entre la inteligencia y una mayor estatura.
Entre los principales efectos negativos, el uso de redes sociales mostr¨® una relaci¨®n fuerte con conductas arriesgadas, abuso de sustancias o sexo sin precauciones. Los autores apuntan a que las propias compa?¨ªas sugieren que sus productos pueden tener efectos negativos para la salud mental de los j¨®venes, especialmente de las adolescentes. Entre los efectos positivos, se destacan las intervenciones que emplean pantallas para promover el aprendizaje o los h¨¢bitos saludables, aunque insisten en que el beneficio puede no deberse tanto a la pantalla como el empleo que se le da.
¡°Yo soy padre de un ni?o de dos a?os y trato de no contagiarme de esta histeria, porque s¨¦ que no hay justificaci¨®n cient¨ªfica¡±, afirma Borja del Pozo, investigador de la Universidad de C¨¢diz y coautor del estudio. ¡°Ni los efectos negativos son tan grandes, ni toda pantalla es mala, es m¨¢s complejo que eso¡±, a?ade. Gu¨ªas con recomendaciones de uso de pantalla como la de la OMS son muy restrictivas, pese a que no se hayan encontrado pruebas s¨®lidas del da?o de las pantallas, por miedo a que la falta de evidencia se deba a que hay da?os que no se est¨¢n midiendo bien. ¡°Con este metaan¨¢lisis hemos visto que los efectos de la pantalla dependen de qu¨¦ se mira, con qui¨¦n y con qu¨¦ objetivo. Si se miran contenidos educacionales acompa?ados de los educadores, el efecto es positivo¡±, afirma Del Pozo. En el art¨ªculo sugieren que estas gu¨ªas adviertan frente al uso excesivo de las redes sociales, pero consideren adaptar sus recomendaciones para promover el uso de aplicaciones educativas o videojuegos.
Pese a no encontrar datos que justifiquen la alarma, Sanders reconoce que el campo de investigaci¨®n cambia r¨¢pido y es dif¨ªcil para los investigadores seguir los cambios tecnol¨®gicos y de contenido. ¡°Las redes sociales tienen a las mentes m¨¢s brillantes del mundo pensando continuamente en c¨®mo hacer que permanezcamos 30 segundos m¨¢s en Facebook, as¨ª que no es sencillo para los investigadores mantenerse a la par¡±, concede.
Los ejemplos hist¨®ricos muestran una tendencia a preocuparse por los efectos de las nuevas tecnolog¨ªas en la mente humana, pero, en opini¨®n de Sanders ese no es motivo para descartar sin m¨¢s los riesgos potenciales de tecnolog¨ªas tan potentes como los m¨®viles. ¡°Hist¨®ricamente, nos preocupamos por las novedades y, cuando aprendemos m¨¢s sobre ellas, nos adaptamos y las integramos en nuestras vidas¡±, afirma. ¡°Esto no quiere decir que no debamos preocuparnos, sino que debemos parar, respirar y mirar a las pruebas antes de ponernos demasiado nerviosos con el tiempo de exposici¨®n a las pantallas¡±, concluye.
Luisa Fassi, una investigadora de la Universidad de Cambridge que no ha participado en el estudio, tambi¨¦n cree que la informaci¨®n que aportan los estudios hasta el momento sugiere que es necesario una toma de posiciones ¡°m¨¢s matizada¡±. ¡°Si a¨²n no hay evidencias, deber¨ªamos esperar antes de hacer grandes declaraciones porque es podr¨ªa generar p¨¢nico y una restricci¨®n de la tecnolog¨ªa con efectos negativos¡±, opina. ¡°En este asunto las pruebas no son claras, as¨ª que entiendo que los responsables de las pol¨ªticas p¨²blicas lo tengan dif¨ªcil para decidir¡±. Fassi considera que los padres tienen derecho a preocuparse y que es necesario que los investigadores analicen los efectos de una tecnolog¨ªa tan poderosa. Sin embargo, al tratarse de unos dispositivos omnipresentes, es dif¨ªcil establecer relaciones de causa-efecto. Una persona que puede tener peor salud mental o peores notas en clase por el efecto de las pantallas o puede refugiarse en las pantallas ante determinadas situaciones dif¨ªciles. El campo, con un inter¨¦s social creciente, a¨²n tiene mucho trabajo por hacer para evaluar c¨®mo afecta el uso de qu¨¦ pantallas y en qu¨¦ circunstancias a la salud o el aprendizaje de ni?os y j¨®venes.
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