?Por qu¨¦ atrae el look masculino?
El handsome beauty se impone: vuelven los p¨®mulos marcados, las cejas pobladas y el tup¨¦. Una nueva est¨¦tica triunfa entre las mujeres.
Handsome es el adjetivo que emplean los anglosajones para referirse a un hombre guapo. Y handsome beauty es el concepto que Eug¨¨ne Souleiman, director creativo de Wella, emple¨® para definir los p¨®mulos marcados, los tup¨¦s, las cejas pobladas y el sobrio maquillaje de los desfiles de oto?o-invierno. Esos rasgos est¨¦ticos refuerzan la virilidad de las prendas protagonistas de la temporada: los pantalones, los tirantes, los sombreros y las camisas cl¨¢sicas. Tambi¨¦n el gel fijador, los labiales nude, los coloretes oscuros y los l¨¢pices de cejas. Unos instrumentos necesarios para emular la est¨¦tica varonil.
No es la primera vez. La moda femenina se ha apropiado de los c¨®digos masculinos en varias ocasiones. Su objetivo: impactar, derribar l¨ªmites e inventar otros c¨®digos. ?Anta?o no se jugaba con el g¨¦nero, era tab¨². La Iglesia y las tradiciones impon¨ªan normas. La moda fue la primera en invertir y mezclar pautas, incluso antes de la liberaci¨®n de la mujer?, recuerda el fil¨®sofo Gilles Lipovetsky.
Para las colecciones de oto?o-invierno Narciso Rodriguez, Rochas y Dolce & Gabbana trasformaron a las maniqu¨ªes en Marlene Dietrich, Katherine Hepburn, Liza Minelli o Patti Smith. M¨¢s de lo mismo fuera de la pasarela. El cine, las agencias de modelos y la industria de la m¨²sica hablan de una nueva generaci¨®n de handsome beauties: es la hora de Alexa Chung, Emma Watson, Elisa Sednaoui o Iris Strubegger.
?Por qu¨¦ recuperamos el estilo de Marlene Dietrich? Y, sobre todo, ?por qu¨¦ ahora? ?Por la crisis? ?No?, responde tajante el franc¨¦s Lipovetsky. ?La recesi¨®n econ¨®mica no es la responsable. De hecho, el batacazo financiero hubiera provocado justo lo contrario. El desempleo significa m¨¢s tiempo para maquillarse, peinarse y arreglarse?. ?Entonces a qu¨¦ viene esta obsesi¨®n por los tup¨¦s (Kenzo), la raya al lado (Leroy y Chanel) y por los peinados que emulan el corte de pelo a lo chico (Yves Saint Laurent)? ?La nostalgia est¨¢ detr¨¢s del retorno?, propone el soci¨®logo. ?Jugamos con los c¨¢nones y los recuerdos. La distancia con el pasado permite revisar y reciclar. Algo imposible en los a?os 50, cuando se ten¨ªan que inventar nuevos conceptos. Hoy toca reexaminarlos?.
Berl¨ªn, 1920. La capital alemana acumulaba unos 50 cabarets y salones donde solo se permit¨ªa la entrada a las mujeres. Su estilismo: cabellos cortos, mand¨ªbulas marcadas y grandes dosis de erotismo. Esos c¨®digos regresan. Al menos, en apariencia. ?Hoy todo es simulaci¨®n. Las mujeres se disfrazan un d¨ªa de hombre y, al siguiente, de mujer?, plantea el escritor. La pasarela lo corrobora. Las modelos no llevan el pelo corto, exhiben unos recogidos que los imitan. Sus cejas no son peludas, est¨¢n rellenadas con delineador. ?Los c¨¢nones se han disipado y han dado paso a una sociedad menos estricta donde cada uno decide qui¨¦n y qu¨¦ quiere ser?. Lo mejor: se puede cambiar de opini¨®n, lucir un d¨ªa tup¨¦ y una melena de ondas al siguiente. ?Todo es posible. Las mujeres estudian, entran en pol¨ªtica, deciden si se casan o no, si tienen hijos o no, si son mon¨®gamas. En el siglo XIX era algo impensable?. Entonces se cortaban y engominaban el pelo para acceder a un universo prohibido: el de las universidades, las oficinas y la pol¨ªtica. ?Vestir y peinarse como un hombre era una reivindicaci¨®n. Hoy es una decisi¨®n individual, es parte de la construcci¨®n del yo?. Tambi¨¦n es parte de la seducci¨®n. ?Ser sexy es un monopolio femenino. Los hombres no tienen derecho a ser sensuales. Antes del siglo XIX no era as¨ª: ellos se empolvaban, luc¨ªan tacones, barras de labios, coloretes¡?. Los hombres desterraron esos gestos en pos de la comodidad. Es mucho m¨¢s pr¨¢ctico ir con zapatos de cordones. ?La moda y la belleza masculinas siguen siendo tradicionales. Est¨¢n m¨¢s encorsetadas. Todav¨ªa queda mucho por hacer?.
?Los hombres cuidan de sus hijos, limpian, y cocinan. Pero no lucen faldas ni se maquillan. Si lo hacen, se les considera homosexuales o exc¨¦ntricos?. En cambio, si la mujer adopta un estilismo varonil no se la encasilla como lesbiana. ?Por qu¨¦? La clave est¨¢ en la historia. No solo la moda derriba mitos, tambi¨¦n las cantantes, actrices y modelos: ?dith Piaf, Lauren Bacall, Jean Seberg, Diane Keaton o In¨¦s de la Fressange popularizaron los zapatos oxford, la americana y el borsalino. Existe una raz¨®n socio-cultural: en la mayor¨ªa de las civilizaciones es la mujer la que ha tenido que luchar por su libertad y autonom¨ªa. Una de sus armas ha sido parecerse m¨¢s a ellos f¨ªsicamente.
?Las mujeres reclaman los mismos derechos de los hombres. Pero quieren seguir siendo femeninas y sentirse bellas, seductoras y cautivadoras?, opina el soci¨®logo. ?Y qu¨¦ enamora m¨¢s que la ambig¨¹edad?
Russian Red: ?Me gusta que me disfracen?
Soy muy femenina. Pocas veces he jugado con el concepto hombre-mujer. Pero me parece interesante. Por eso cuando me proponen editoriales, acepto. Adoro que me trasformen. Recuerdo dos sesiones handsome beauty. La primera fue para Rolling Stone. Me disfrazaron del m¨²sico Elvis Costello. Me colocaron unas gafas, unos pitillos y una corbata. Me pegaron el pelo a la cara e hicieron un tup¨¦. Me pareci¨® arriesgado, ese peinado deja las facciones al descubierto. No me gustaron las fotos. Con el tiempo las he ido viendo de otra forma; no s¨¦ si por nostalgia o familiaridad. Purificaci¨®n Garc¨ªa me fich¨® para ser imagen de su l¨ªnea de bolsos de oto?o-invierno. El estilismo era sobrio: pantal¨®n, jersey, zapatos¡ Me encantan esas im¨¢genes. Tienen un punto femenino muy bonito y elegante. Para m¨ª eso es handsome beauty, un estilo austero con un toque de mujer.
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