Elizabeth Holmes: por qu¨¦ obsesiona la historia de la estafadora ¡®millennial¡¯
El estreno del documental ¡®The Inventor¡¯ (HBO) sobre la empresaria millonaria a la que Silicon Valley encumbr¨® gracias a un invento que nunca cre¨®, se suma a otros fen¨®menos medi¨¢ticos que atrapan a internet como el caso del Fyre Festival o el de la estafadora de la jet set neoyorquina, Anna Delvey.
Cuando Elizabeth Holmes abandon¨® sus estudios en la Universidad de Stanford a los 19 para dedicarse de lleno a gestionar su empresa, Theranos, nadie lo cuestion¨®. Todo lo contrario. Proliferaron las portadas en las que se la presentaba como la inventora que cambiar¨ªa el mundo con una forma revolucionaria de diagn¨®stico m¨¦dico. Un innovador m¨¦todo de test sangu¨ªneo, que supuestamente hab¨ªa desarrollado ella misma, con el que podr¨ªa analizar cientos de par¨¢metros con una sola gota de sangre obtenida por un pinchacito. El de la empresaria millennial era el perfecto caso paradigma que inspira en las startups de Silicon Valley: persiguiendo el sue?o, partiendo de cero y abanderando el fake it till you make it (fals¨¦alo hasta que lo consigas).
Enga?ando a sus inversores usando para demostrar que su invento funcionaba hasta dos programas robados a la competencia y tirando de carisma, consigui¨® en poco m¨¢s de un a?o (2003 a 2004) seis millones de d¨®lares de recaudaci¨®n para la empresa. Cantidad que en 2012 habr¨ªa alcanzado los 92 millones, seg¨²n apuntan en Refinery 29. Ni el m¨¦todo era factible, ni estaba exento de riesgos. Para cuando en 2016 se abri¨® la investigaci¨®n contra Holmes, Forbes valoraba Theranos en 7.300 millones d¨®lares y la fortuna personal de Elizabeth, la gran promesa biotecnol¨®gica y mujer del momento, en 3.650 millones. Hace un a?o, desmontado ya su caso gracias a The Wall Street Journal, la empresaria se enfrentaba ante la justicia con nueve cargos por fraude y dos por conspiraci¨®n, fue condenada a pagar una multa de 500 millones de d¨®lares y ahora est¨¢ en espera de juicio penal.
Desde entonces, la atenci¨®n medi¨¢tica sobre su historia y sobre el personaje ha seguido aumentando. Bad Blood (Ed. Knopf), el libro best-seller de John Carreyrou que contar¨¢ con adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica a cargo de Adam McKay e interpretada por Jennifer Lawrence, el podcast The Dropout, el documental de ABC News con mismo nombre y, pis¨¢ndole los talones, el reci¨¦n estrenado documental de HBO dirigido por el ganador de un Oscar Alex Gibney, The Inventor: Out of Blood for Silicon Valley, siguen desgranando y repitiendo esta historia que se ha convertido en nueva obsesi¨®n de medios e internet.
Su uniforme negro de pies a cabeza en el que el jersey de cuello vuelto, inspirado en el de Steve Jobs y en la estrategia de estilo de vestir siempre igual, como Zuckerberg, ha desatado conjeturas como la de The Cut: ?conseguir¨¢n Elizabeth Holmes y otros estafadores desterrar esta prenda para siempre? O c¨®mo falsea su voz para hacerla m¨¢s grave y con ello ganar credibilidad -cambio que tambi¨¦n llev¨® a cabo Margaret Thatcher, como explica la historiadora y activista Mary Beard en Mujeres y Poder-. Y el an¨¢lisis exhaustivo sobre el significado de su ausencia de parpadeo (spoiler: no es una prueba fehaciente para probar que alguien miente) se?alan que cada detalle de este caso atrapa. ?Por qu¨¦ nos obsesiona?
¡°Esta fascinaci¨®n por los delincuentes cuyas v¨ªctimas son actores individuales y organizaciones situadas en posiciones superiores es ya cl¨¢sica¡±, cuenta la soci¨®loga Celia D¨ªaz Catal¨¢n, del grupo Cibersomosaguas de la Universidad Complutense de Madrid, a S Moda. El hecho de que no se les juzgue tan duramente o que puedan llegar a suscitar ese efecto fan-hater que hemos visto con otras estafadoras medi¨¢ticas como Sheela en Wild Wild Country (Netflix) en algunos casos reside, seg¨²n explica, en que ¡°nos podemos identificar f¨¢cilmente con ellos [por el entorno social del que vengan] y adem¨¢s, ¡±no se saltan ciertas normas, como el asesinato. Proliferan en mayor medida en momentos de anomia, como defin¨ªa Durkheim, cuando no hay unas normas muy claras en la sociedad.¡±. Y tiene que ver tambi¨¦n con la cultura meritocr¨¢tica: ¡°Con el discurso de la meritocracia llevado al extremo, que encarnan empresarios de ¨¦xito, se asimila no gozar de riqueza con no valer a nivel individual, sin tener en cuenta las estructuras sociales que permiten el acceso a esa riqueza. Por eso se vive con cierta venganza colectiva a ese desprecio que sufrimos cuando no se alcanzan ciertas metas, en este caso la riqueza¡±, a?ade. Lo que da lugar tambi¨¦n a la devaluaci¨®n o burla del personaje. Tavi Gevinson y su imitaci¨®n viral de Elizabeth Holmes (cuello vuelto, voz grave, no parpadeo y maquillaje incluidos), es un ejemplo.
Esas estructuras sociales que se?ala la soci¨®loga coinciden con el planteamiento que hace? Michelle Vincent en Femestella: ¡°El de Elizabeth Holmes es solo otro ejemplo de privilegio blanco que no se ha verificado. Holmes fue criada en una familia de clase media alta. Su padre era vicepresidente de Enron y su madre trabajaba como asesora del Congreso. Cuando era ni?a, cuando la gente le preguntaba qu¨¦ quer¨ªa ser de mayor ella respond¨ªa: ¡®Multimillonaria¡±. Algo que tambi¨¦n qued¨® patente con el tambi¨¦n medi¨¢tico y reciente caso del Fyre Festival (con documentales estrenados casi simult¨¢neamente en Netflix y Amazon). El festival de m¨²sica de lujo que iba a celebrarse en 2017 en una isla privada de las Bahamas, con invitados exclusivos y para el que se pag¨® alrededor de 300.000 mil d¨®lares a algunos modelos e influencers que los promocionaran?y nunca se celebr¨® a pesar del sold out de entradas a precios entre los 4.000 y los 12.000 d¨®lares. Su promotor, Billy McFarland, a quien nadie cuestion¨® por su posici¨®n social y contactos, se enfrenta ahora a seis meses de c¨¢rcel.
¡°Internet y todas las actividades que se desarrollan en los entornos digitales permiten nuevas formas de estafa, especialmente en un momento en el que a¨²n las brechas digitales afectan a distintos colectivos que son presa f¨¢cil para estas. Por otro lado, en la era de las fake news podemos con m¨¢s facilidad crear huellas digitales que muestren de manera controlada algo que queremos mostrar, como por ejemplo ¨¦xitos¡±, explica la soci¨®loga sobre c¨®mo se gesta el fen¨®meno. Exactamente as¨ª fue como llev¨® a cabo su haza?a Anna Delvey, otra de las estafadoras millennial que ha acaparado titulares en los ¨²ltimos meses. La joven rusa de 26 a?os se construy¨® una identidad alternativa con la ayuda de sus redes sociales en la que interpretaba a una heredera rica alemana (Anna Sorokin) afincada en Nueva York con un supuesto proyecto entre manos: crear un club estilo Soho House en Manhattan. Sin tarjeta de cr¨¦dito y a trav¨¦s de giros postales, consigui¨® estafar m¨¢s de 300.000 d¨®lares a socialites de la ciudad y entre sus contactos estaban Gabriel Calatrava y el editor de moda Olivier Zahm. Para fascinaci¨®n de quienes han seguido su caso, su ¨²ltima y exc¨¦ntrica haza?a la ejecut¨® desde la prisi¨®n de m¨¢xima seguridad Rikers Island: public¨® un selfie (despu¨¦s borrado) en Instagram tras conocerse que Shonda Rhimes ha adquirido los derechos de su historia para el que ser¨¢ su primer proyecto en Netflix.
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