Cate Blanchett, por encima del Oscar
Su ya laureada interpretaci¨®n en Blue Jasmine lo confirma: a d¨ªa de hoy nadie encarna mejor que ella la perfecci¨®n en Hollywood.
En marzo de 2012, Intelligent Life ¨Cel suplemento de estilo y cultura de la revista The Economist¨C llevaba en portada una foto de Cate Blanchett (Melbourne, 1969) con un sorprendente t¨ªtulo: ?Esta no es una estrella de cine?. Teniendo en cuenta que hab¨ªa ganado un Oscar a la Mejor actriz de reparto por El aviador, que era la Galadriel de la exitosa trilog¨ªa de El se?or de los anillos y que hab¨ªa vuelto tarumba a la profesi¨®n travisti¨¦ndose de Bob Dylan en I¡¯m Not There, la frase sonaba a provocaci¨®n. Hab¨ªa que explicarla.
Cate es la r¨¦sistance al canon actual del star system: frente al ?m¨¢s joven todav¨ªa? y la dictadura del triunvirato del bistur¨ª, el implante y la jeringuilla, si por ella fuera, el doctor Pitanguy estar¨ªa en el paro. Su odio cerril a la cirug¨ªa y el orgullo por sus arrugas del que hace bandera la convierten en una actriz ¨²nica. ?No me importa mi edad. En la ¨¦poca dorada de Hollywood, Joan Crawford o Bette Davis pod¨ªan trabajar con 50 a?os y estar espl¨¦ndidas. Ahora las actrices parecemos de usar y tirar?, confes¨® recientemente a Sky.
Hollywood es un lugar extra?o: exige a sus trabajadoras que pasen m¨¢s tiempo en el quir¨®fano que en los plat¨®s y, despu¨¦s, por un extra?o af¨¢n de masoquismo, disfruta afe¨¢ndolas: es el precio que deben pagar por conseguir una estatuilla. Hagamos memoria: el ap¨®sito pl¨¢stico que le pusieron en la nariz a Nicole Kidman en Las horas; los 14 kilos que tuvo que engordar Charlize Theron para Monster¡ A Cate, con su f¨ªsico le basta y le sobra, aunque claro, no todas cuentan con la suerte de tener su gen¨¦tica y, mucho menos, su cutis (?Es por el hecho de nacer en un pa¨ªs como Australia, con una capa de ozono tan fina?, suele bromear).
La interpretaci¨®n femenina m¨¢s sobrecogedora del a?o es la suya en Blue Jasmine, de Woody Allen, que alcanza su c¨¦nit en la ¨²ltima escena: sentada en un banco de un parque, sin apenas maquillaje, llorando a l¨¢grima viva y sorbiendo mocos. La negaci¨®n de cualquier tipo de glamour cinematogr¨¢fico. Arte sin aditivos¡ ni coloretes¡
Que Cate gane su primer Oscar protag¨®nico por su Jasmine se da por hecho. Ya lo hizo en los Globos de Oro y en los Bafta. Algunos nubarrones se ciernen sobre su esperado triunfo, sin embargo: los sempiternos y aburrid¨ªsimos dimes y diretes entre Woody Allen y Mia Farrow y, sobre todo, la pol¨¦mica que despert¨® Blanchett con sus declaraciones acerca del trabajo de los paparazis en la alfombra roja: en los pasados premios del Sindicato de Actores se enfrent¨® a un fot¨®grafo que, m¨¢s que una foto, casi le hace una radiograf¨ªa con un: ??Esto tambi¨¦n se lo hac¨¦is a los t¨ªos??. Una reivindicaci¨®n (o salida de tono, seg¨²n se mire) coherente con su muy combativa postura pol¨ªtica en defensa de las mujeres.
La an¨¦cdota, sin embargo, anul¨® algo m¨¢s hist¨®rico y trascendente: en otra gala, la de los Globos de Oro, vestida con su Armani Priv¨¦, por primera vez una actriz luci¨® pendientes de Chopard del proyecto Green Carpet Challenge. Una iniciativa destinada a que solo se luzcan diamantes obtenidos y manipulados con respeto a los derechos humanos. Un complemento m¨¢s para que Cate Blanchett, a sus 44 a?os, siga estando (insultantemente) radiante por fuera¡ y por dentro.
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