Dorothy Parker: una periodista con tantos enemigos que sus cenizas estuvieron olvidadas 15 a?os en un despacho
Nada sali¨® como la escritora hab¨ªa planeado. Al final sus cenizas estuvieron 15 a?os en la estanter¨ªa del despacho de un abogado esperando que alguien hiciera algo con ellas.
Seg¨²n Wyatt Cooper, Dorothy Parker nunca hab¨ªa dicho nada desagradable delante de su mujer, que no era otra que la polifac¨¦tica socialit¨¦ Gloria Vanderbilt. Teniendo en cuenta que una de las caracter¨ªsticas m¨¢s conocidas de su personalidad era su malicioso humor era casi un milagro. Pero pese a ser polos opuestos ambas se adoraron desde que se conocieron. Resulta dif¨ªcil imaginarse a la autora de: ¡°Lo primero que hago por las ma?anas es cepillarme los dientes y afilar la lengua¡± idolatrando a ¡®la pobre ni?a rica¡¯ Vanderbilt.
El matrimonio Cooper-Vanderbilt mantuvo una relaci¨®n muy cercana con Dorothy y su marido Alan Campbell, que se extendi¨® m¨¢s all¨¢ de la muerte de ¨¦l en 1963 por una sobredosis de barbit¨²ricos en su casa de Hollywood. Despu¨¦s del incidente, Parker se mud¨® de nuevo a Manhattan hasta morir cuatro a?os despu¨¦s. Durante todo ese tiempo, su amiga Gloria procur¨® que nunca le faltase de nada en la habitaci¨®n del hotel Volney, donde viv¨ªa acompa?ada por su perro y litros de whisky.
Al a?o siguiente su muerte, Cooper public¨® un (muy) extenso perfil de la escritora en la revista Esquire donde cont¨® an¨¦cdotas como el sue?o que la escritora tuvo con Vanderbilt al conocerla: ¡°Dottie, era del tama?o de un cerdito, y Gloria era alta, se elevaba hacia el cielo. El sue?o: Dottie daba vueltas y vueltas, mirando a la alta belleza. Incluso podr¨ªa describir el vestido que usaba mi esposa en el sue?o: ten¨ªa hojas doradas, peque?as en la parte superior, cada vez m¨¢s grandes en la parte inferior¡±. Cerca de aquella rica heredera y ¨¢vida mujer de negocios, Parker reviv¨ªa de alguna manera los a?os de hedonismo de su juventud. Fue su ¨²ltima mejor amiga.
Pero cuando Parker muere de un ataque al coraz¨®n en 1967, la historia toma un giro dram¨¢tico inesperado. Aparece en escena su otrora mejor amiga: una fuerza de la naturaleza llamada Lillian Hellman. Tambi¨¦n escritora y activista pol¨ªtica, hab¨ªan sido ¨ªntimas durante d¨¦cadas, pero cuando Dottie regres¨® a Manhattan en 1963 se desentendi¨® porque no quer¨ªa hacerse cargo de una alcoh¨®lica de capa ca¨ªda. Eso fue cosa de Vanderbilt pero, para sorpresa de todos, Parker nombr¨® a Hellman albacea de su herencia.
La escritora don¨® sus bienes ¨Cun poco de dinero y los derechos de sus obras¨C a Martin Luther King Jr., cuyo movimiento apoyaba con devoci¨®n y, en caso de que este falleciese, a la NAACP (Asociaci¨®n nacional para el desarrollo de las personas de color. Siglas en ingl¨¦s). A Hellman no le hizo ninguna gracia, porque no soportaba a la NAACP pero no pod¨ªa hacer nada por quitarles ese patrimonio. Lo retuvo hasta 1972, cuatro a?os despu¨¦s de la muerte del reverendo, cuando un juez la oblig¨® a entreg¨¢rselos a sus due?os leg¨ªtimos.
Esa animadversi¨®n le serv¨ªa para explicar sus negativas a ceder los derechos de la obra de Parker fuese a quien fuese. Nada de donaciones a familiares, adaptaciones cinematogr¨¢ficas o material para los interesados en escribir su biograf¨ªa. Esas decisiones chocaban a los que hab¨ªan conocido de cerca a la fallecida, que nunca negaba una entrevista. La realidad es que Hellman ¨Cque tambi¨¦n gestionaba los derechos de las obras de su marido fallecido Dashiell Hammet¨C no quer¨ªa que nadie accediese a los archivos en los que la escritora contase detalles que la pod¨ªan perjudicar, algo que se supo tiempo despu¨¦s, cuando ya no estaban en sus manos.
En 1973, Hellman le dijo a Nora Ephron en una entrevista en el New York Times Book Review que ¡°una cosa es tener un sentimiento real a favor de los negros, pero esa sentimentalidad ciega por la NAACP, un grupo tan conservador que hasta muchos negros no le tienen el menor respeto, es otra. Seguro que estaba borracha cuando hizo eso. Fui su albacea, ya sabes. Cuando King muri¨® dej¨¦ de serlo y todo pas¨® a la NAACP, por supuesto. Fui tan est¨²pida que asum¨ª que ser¨ªa la albacea hasta mi muerte. Ahora han vendido los derechos de su obra a un musical de Broadway. Pobre Dottie ¡±.
Pero no solo cuestion¨® los deseos de su amiga en cuanto a su herencia, sino que tambi¨¦n organiz¨® un funeral multitudinario aunque Parker hab¨ªa pedido expl¨ªcitamente que no se celebrase absolutamente nada. Al evento acudieron 150 personas, la mayor¨ªa de ellas celebridades, algo que probablemente habr¨ªa molestado mucho a la escritora.
Vanderbilt, por su parte, sab¨ªa que su amiga habr¨ªa querido que las cosas se hiciesen de otra manera, pero desapareci¨® de la escena y no se responsabiliz¨® m¨¢s de nada que tuviera que ver con Parker. Ni siquiera de la gesti¨®n de sus cenizas, que se quedaron en el crematorio de Ferncliff en Hartsdale, Nueva York. Nadie les dio instrucciones de qu¨¦ hacer con ellas y finalmente Hellman las mand¨® enviar al despacho de su abogado Paul O¡¯Dwyer cuando el crematorio amenaz¨® con tirarlas por ah¨ª si no pagaban el coste de mantenimiento de la urna.
Fue la bi¨®grafa de Dottie, Marion Meade, quien se enter¨® de que llevaban 15 a?os en una estanter¨ªa en una conversaci¨®n telef¨®nica con el letrado. Para decidir qu¨¦ hac¨ªa de una vez por todas con los restos de aquella mujer, convocaron una reuni¨®n en uno de sus lugares preferidos: el hotel Algonquin. De entre todas las ideas que surgieron, se impuso la del director de la NAACP, Benjamin Hooks: construir un peque?o memorial en el parque de la sede de la instituci¨®n en Baltimore. El epitafio de Parker es uno de los m¨¢s famosos de la historia: ¡°Perdonen por el polvo¡±.
En 2017, Gloria Vanderbilt se abri¨® una cuenta de Instagram a instancias de su hijo, el famoso presentador Anderson Cooper, con la que conquist¨® la red social a los 93 a?os (actualmente tiene m¨¢s de 200.000 seguidores y eso que no se actualiza desde que muri¨® en 2019). En una de sus publicaciones m¨¢s celebradas se ve el abigarrado sal¨®n de su casa en la 67 de Nueva York con el texto: ¡°(¡) Dorothy Parker, Oona y Charles Chaplin¡ pas¨¦ muchas noches encantadoras con amigos en esta habitaci¨®n¡±. La mesa est¨¢ llena de objetos, pero no hay ninguna urna.
La vida fue una fiesta no tan divertida
Dorothy Rothschild naci¨® en Nueva Jersey en 1893, aunque las calles de la Gran Manzana pronto se convirtieron en el suelo que pisaba. Se qued¨® hu¨¦rfana con 20 a?os y al poco comenz¨® su carrera como escritora en revistas como Vogue o Vanity Fair, aunque su estilo no encajaba con el de las publicaciones. Demasiado sarc¨¢stica, era incapaz de contenerse y sus comentarios sarc¨¢sticos acababan enfadando a quien no deb¨ªa.
M¨¢s o menos por aquel tiempo, contrajo matrimonio con el corredor de bolsa Edwin Parker, de quien se separ¨® al comienzo de la I Guerra Mundial. Sol¨ªa bromear con que solo se hab¨ªa casado con ¨¦l para poder quedarse con su apellido, mucho m¨¢s adecuado que el original para moverse en los c¨ªrculos que pretend¨ªa.
Acab¨® en la plantilla del New Yorker en 1925, publicaci¨®n de la que tambi¨¦n fue accionista. Adem¨¢s, fue una lideresa de la famosa tertulia del hotel Algonquin de Manhattan, tambi¨¦n conocida como El c¨ªrculo vicioso del Algonqu¨ªn. Combinaba las letras con el alcohol que tomaba a raudales en los ¡®speakeasy¡¯ [los bares que serv¨ªan bebidas durante la Ley Seca de Estados Unidos en los a?os 20 del siglo pasado] y su existencia diurna oscilaba entre la resaca y la escritura.
En 1927 empez¨® una relaci¨®n con el periodista Charles MacArthur, de quien se qued¨® embarazada. Tuvo un aborto involuntario que la arrastr¨® a un intento de suicidio que no ser¨ªa el ¨²nico en su vida (hubo otros dos). Para entonces ya hab¨ªa publicado numerosos poemas y relatos, el punto fuerte de la escritora y por los que m¨¢s se la recuerda.
Recuper¨® fuerzas gracias al despertar de su activismo pol¨ªtico. Ese mismo a?o desfil¨® por Boston cantando La Internacional junto al escritor John Dos Passos para protestar contra la condena a muerte de los dos anarquistas italianos Sacco y Vanzetti. Asimismo, tambi¨¦n apoy¨® al bando republicano durante la Guerra Civil espa?ola, recaudando fondos e incluso visitando el pa¨ªs para saber de primera mano qu¨¦ estaba pasando. Cont¨® su experiencia en el relato Soldados de la Rep¨²blica que public¨® en el New Yorker en 1938.
En ese momento llevaba cuatro a?os casada con el tambi¨¦n escritor Adam Campbell, el turbulento amor de su vida (se separar¨ªan y volver¨ªan varias veces durante toda su relaci¨®n) con quien se mud¨® a Hollywood para escribir guiones. Fueron los responsables de Ha nacido una estrella (William A. Wellman, 1937), entre otros. Pero no se libr¨® de la Lista Negra del Macartismo ¨Cnunca se molest¨® en ocultar sus actividades pol¨ªticas¨C, por lo que el trabajo empez¨® a escasear. Su escritura cada vez era m¨¢s err¨¢tica, perdi¨® colaboraciones por no entregar los textos a tiempo y el alcohol encharcaba cada vez m¨¢s m¨¢s su vida.
Tras la muerte de Campbell, regres¨® a un Nueva York que ya no era el suyo y cuatro a?os despu¨¦s, en 1967, muri¨®. El resto de la historia ya se sabe: un funeral que nunca quiso, una herencia gestionada como jam¨¢s hubiese deseado y dos mejores amigas que ni se preocuparon de, al menos, hacer algo digno con sus cenizas. Ir¨®nicamente le habr¨ªa encantado tener semejante material para escribir un buen relato.
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