Lo dejo, reniego de la fama
Alec Baldwin se suma a la larga lista de ¡®celebrities¡¯ que se refugian en el anonimato. Una maniobra a la que ya se han apuntado Shia LaBeouf y Adele, entre otros.
Parece que los d¨ªas de Rona Barrett y Ron Galella han pasado a mejor vida. Las incisivas cr¨®nicas de sociedad de la primera y la fotograf¨ªa inmortal del segundo han cedido el testigo a los matarifes y desolladores de las plataformas digitales TMZ y Perez Hilton. Las existencias superlativas que anta?o ilustraban el papel satinado se han convertido en aquelarres ultrajantes dignos del mejor Torquemada. As¨ª lo cree al menos el nutrido grupo de celebrities que en los ¨²ltimos tiempos ha optado por darse el piro y refugiarse en las c¨¢lidas aguas del anonimato. El ¨²ltimo desertor se llama Alec Baldwin, que acaba de disparar una diatriba de 56 p¨¢rrafos en el New York Magazine donde anuncia que ya no aguanta m¨¢s y que por su parte el circo medi¨¢tico ha concluido.
En una misiva remitida al periodista Joe Hagan, el actor de 55 a?os desgrana uno por uno los episodios m¨¢s escandalosos de su vida p¨²blica y los atribuye a la "insoportable presi¨®n de los paparazzi". Por un momento Baldwin parece eximir de toda responsabilidad a su temperamento camorrista, y no duda en matar al mensajero. El int¨¦rprete tambi¨¦n se defiende de las acusaciones de homofobia de las que fue objeto en 2013 tras haber llamado "marica" a un fot¨®grafo, y embiste contra las vacas sagradas de la televisi¨®n americana que un d¨ªa lo juzgaron: Anderson Cooper, "el nuevo Jack Valenti de la cultura gay", y Rachel Maddow, "la farsante que intent¨® echarme de la MSNBC".
Por el tono que emplea Baldwin en su carta abierta no resulta complicado imaginar que fue escrita en pleno arrebato de pundonor. "Estados Unidos est¨¢ jodido si consiente la presi¨®n p¨²blica a la que somete a sus artistas", explica. Seg¨²n ¨¦l, "el hecho de ser Mr. Show Business resulta incompatible con tener un hogar feliz", por eso tambi¨¦n anuncia que abandona Nueva York. El soliloquio calderoniano del protagonista de La caza del octubre rojo concluye con una nost¨¢lgica evocaci¨®n a su juventud en Los ?ngeles, donde "uno vive tras una puerta, se mueve en coche sin que le molesten y la interacci¨®n con el p¨²blico es m¨ªnima". Nadie sabe si la decisi¨®n del actor se mantendr¨¢ en el tiempo, ya que las promociones de las producciones cinematogr¨¢ficas exigen precisamente todo aquello de lo que ¨¦l abomina.
Alec e Hilaria Baldwin, retratados por los ¡®paparazzi¡¯, pasean por las calles de Nueva York con su hija.
Cordon Press
En 2012, un art¨ªculo de Lee Siegel, escritor y cr¨ªtico del New York Times, categorizaba los biotipos existentes de famosos. En el texto Sobre buenas y malas celebrities, Siegel afirma que "los hay que mantienen su vida privada en secreto (Leonardo DiCaprio, Clint Eastwood, Meryl Streep), los incombustibles que enfrentan la fama con descaro y autocomplacencia (Charlie Sheen, Lindsay Lohan, Kim Kardashian) y luego tenemos a Alec Baldwin, ¨²nico en su categor¨ªa, que disfruta del glamour y al mismo tiempo arremete contra los reporteros, se niega a apagar sus dispositivos electr¨®nicos en pleno vuelo y monta n¨²meros". ?Contradictorio? En absoluto, pues la diferencia estriba en que a Baldwin no le duelen prendas a la hora de pedir perd¨®n. Al parecer, no se trata de un narcisista amoral, sino de alguien que solo desea ser feliz¡ y a menudo se equivoca.
El caso de la estrella de Hollywood es el ¨²ltimo cap¨ªtulo de una tendencia a la que ya se han abonado personajes como el actor estadounidense Shia LaBeouf, su colega Robert Pattinson o la cantante brit¨¢nica Adele. El primero, que hasta hace poco se presentaba en su perfil de Twitter con un elocuente I am not famous anymore (ya no soy famoso), se dio un garbeo por la alfombra roja de la ¨²ltima edici¨®n de la Berlinale con una bolsa de papel en la cabeza que rezaba la cita de marras. Un gesto que le vali¨® no pocas cr¨ªticas por renegar de su condici¨®n de celebrity. LaBeouf, antiguo esbirro del firmamento Disney, se ha convertido en un outsider de la industria. Sus salidas de tiesto son innumerables. Hace unos d¨ªas irrump¨ªa en una clase de la London College of Fashion v¨ªa Skype para leer un fragmento de La sociedad del espect¨¢culo, de Guy Debord. La pose malditista que explotan James Franco o Joaquin Phoenix parece tener un digno heredero.
Shia LaBeouf posa en la alfombra roja de la Berlinale.
Cordon Press
La cantante Adele, que a diferencia de LaBeouf habita en el planeta Tierra, siempre ha mostrado su indiferencia hacia la celebridad. En una entrevista para la cadena NBC en 2012, aseguraba que ser famosa era "algo irrelevante" para ella, y lo cierto que desde que fue madre no se ha prodigado en exceso. La actriz Jennifer Lawrence por su parte, afirmaba hace unas semanas que tras la ceremonia de los Oscar del pr¨®ximo domingo se tomar¨¢ un tiempo alejada de los focos. Tambi¨¦n Robert Pattinson se ha expresado en los mismos t¨¦rminos: quiere centrarse en el cine indie y probar suerte detr¨¢s de las c¨¢maras. No son ni los ¨²nicos ni los primeros, pues la fama exige una constante exposici¨®n cuyo coste puede ser muy elevado. No olvidemos el caso del escritor Lewis Carroll, quien dese¨® no haber escrito jam¨¢s Alicia en el pa¨ªs de las maravillas: "Toda esa clase de publicidad hace que extra?os vinculen mi nombre con esos libros, me miren, me se?alen y me traten como a un le¨®n. Odio tanto todo eso que a veces pienso que ojal¨¢ no hubiera escrito ning¨²n libro", dijo.
Hay quienes se lo toman con m¨¢s filosof¨ªa y prefieren dosificar sus apariciones p¨²blicas. Algunos se niegan, por ejemplo, a sucumbir a las redes sociales. George Clooney, Kate Hudson o Julia Roberts siempre se han mostrado reacios a tener una cuenta en Twitter, as¨ª como Kristen Stewart, Scarlett Johansson o Chris Hemsworth. En declaraciones a la revista Glamour, Blake Lively fue tajante cuando le preguntaron al respecto: "La gente me pregunta por qu¨¦ no tuiteo y siempre les respondo lo mismo: estoy harta de m¨ª misma". Como afirma la periodista Martha Gill en el diario The Telegraph, "resulta incre¨ªble que la fama pueda provocar semejante hast¨ªo en personas tan privilegiadas, pero no podemos culparlas de su ¨¦xito si al mismo tiempo les estamos exigiendo todo". Pues eso. Quiz¨¢s los destellos de las cr¨®nicas de Rona Barrett y el brillo cegador de las fotograf¨ªas de Ron Galella no nos permit¨ªan advertir lo esencial: sus protagonistas eran de carne y hueso.
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