?Dejar¨¢ Tom Hanks alg¨²n d¨ªa el papel de h¨¦roe bonach¨®n?
El denominado como ?pap¨¢ de Am¨¦rica? repite protagonismo en la cartelera gracias a ¡®Inferno¡¯ y ¡®Sully¡¯, dos filmes con los que intentar¨¢ poner fin a una racha de 16 a?os sin ser nominado a los Oscar.
En la recta final del metraje de Inferno, la ¨²ltima adaptaci¨®n de la franquicia superventas de Dan Brown, tiene lugar un di¨¢logo revelador. Repetido en cada una de las tres pel¨ªculas de la saga, pero sintom¨¢tico. Esta vez en boca de Felicity Jones, la nueva compa?era de nuestro protagonista (despu¨¦s de Audrey Tautou y Ayelet Zurer), cumpliendo con la tradici¨®n en la que ellos pueden envejecer y engordar pero a ellas hay que sustituirlas por clones rejuvenecidos. El caso es que cuando intuimos que la yincana por las calles de Florencia no ha servido de nada, que todo est¨¢ perdido, la doctora Sienna Brooks se gira, mira emocionada a Robert Langdon y sentencia: ¡°Todav¨ªa podemos salvar al mundo¡±. Solemnes palabras que act¨²an como viagra en la moral del profesor para que, por supuesto, nos termine salvando. Y no, esta afirmaci¨®n no es un spoiler. Si algo sabemos de antemano antes de entrar al cine a ver una pel¨ªcula protagonizada por Tom Hanks es que esa ser¨¢ su misi¨®n. Otra cosa es que (todav¨ªa) queramos que Hollywood nos salve. A juzgar por el batacazo en la taquilla de Inferno en su fin de semana de estreno en Estados Unidos, la respuesta se inclina hacia el ¡®no¡¯. En una ¨¦poca en la que predominan los antih¨¦roes, personajes llenos de ambig¨¹edad moral, nos preguntamos si sigue habiendo hueco para el bueno de Tom Hanks, encarnaci¨®n del h¨¦roe americano vecinal y una de las estrellas m¨¢s queridas sobre el globo. Un actor ignorado en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas por la Academia, a la que intentar¨¢ volver a conquistar en Sully, lo nuevo de Clint Eastwood. ?Su papel? El del piloto de un avi¨®n que aterriza de emergencia en el r¨ªo Hudson. Salvando a sus pasajeros, por supuesto.
¡°Tom Hanks encarna al hombre corriente mejor que nadie¡±, dice Paul Greengrass, director de Capit¨¢n Phillips, una de sus ¨²ltimas pel¨ªculas (tambi¨¦n socorre a su tripulaci¨®n, esta vez de los piratas somal¨ªes). Hanks interpreta a un hombre blanco y heterosexual, atractivo pero no guap¨ªsimo, con esposa e hijos, sencillo, responsable y bonach¨®n, que se ve atrapado en unas circunstancias que lo superan. Igual que en Sully, Esperando al rey, El puente de los esp¨ªas, la saga de El c¨®digo Da Vinci, La terminal, Atr¨¢pame si puedes, Camino a la perdici¨®n, La milla verde, Salvar al soldado Ryan o Apolo 13. El actor ha hecho de su aspecto y actitud cercana un g¨¦nero en s¨ª mismo, refrendado por un comportamiento fuera de pantalla lejano a las excentricidades de otras estrellas. Es un multimillonario que viaja en metro y est¨¢ dispuesto a colarse en bodas ajenas en pleno Central Park. Por eso no es de extra?ar que a principios de a?o una encuesta norteamericana lo nombrara el actor favorito del pa¨ªs, repitiendo por quinta vez en este siglo. Una popularidad entre el p¨²blico que contrasta con el desd¨¦n de la cr¨ªtica y la Academia, que ignora su trabajo en los Oscar desde Naufrago. Hanks fue durante la d¨¦cada de los noventa la m¨¢s brillante realidad del cine norteamericano, con hasta cuatro nominaciones en siete a?os y dos estatuillas consecutivas (Philadelphia y Forrest Gump). Hoy en d¨ªa, varios de sus compa?eros de generaci¨®n le han adelantado por la derecha.
George Clooney, Denzel Washington y hasta Michael Keaton han conseguido m¨¢s reconocimiento que Hanks en las ¨²ltimas ediciones. Todos ellos, dejando a un lado el buenismo para convertirse en antih¨¦roes de moralidad turbia, como el veterano agente de Clooney en Syriana, el piloto adicto de Washington en El vuelo o el decadente actor de Birdman interpretado por Keaton. A otros como Brad Pitt, se les sigue resistiendo la estatuilla como actor pero, mientras tanto, ha producido filmes premiad¨ªsimos como La gran apuesta y 12 a?os de esclavitud, y ha actuado para Fincher, Malick, Tarantino o los hermanos Coen. Por no hablar de la madurez art¨ªstica de Leonardo DiCaprio, Matthew McConaughey o Matt Damon, que a principios de siglo relevaron a Hanks como novios de Am¨¦rica.
El dos veces ganador del Oscar parece haber interiorizado en demas¨ªa el papel de h¨¦roe corriente y la cl¨¢sica comparaci¨®n con James Stewart, materializada en ese remake de El bazar de las sorpresas llamado Tienes un e-mail. Pero hasta la estrella de ?Qu¨¦ bello es vivir! reneg¨® del halo de protagonista admirable para dar vida a las oscuras obsesiones sexuales de Alfred Hitchcock en La ventana indiscreta y V¨¦rtigo. Un movimiento que har¨ªa bien en intentar repetir Hanks si desea volver a contar con la predilecci¨®n que tuvo en su d¨ªa. En una cultura audiovisual dominada por apellidos como los Lannister, White o Soprano; no parece haber cabida para la pureza de los roles estereotipados del actor, cuya ¨²ltima pel¨ªcula Inferno, ha debutado en la taquilla USA con 15 millones de d¨®lares, cinco veces menos que El c¨®digo Da Vinci. Con Esperando al rey, estrenada esta primavera, cosech¨® la peor recaudaci¨®n de su carrera.
Puede que Hanks ya no sea un factor infalible en la cartelera (?alguien lo es todav¨ªa?), pero si de algo ha dejado constancia en las omnipresentes campa?as de promoci¨®n es de sus aptitudes como estrella de la mercadotecnia. Varias de sus intervenciones en late shows nocturnos se han convertido en virales, como el repaso a toda su filmograf¨ªa junto a James Corden o el homenaje a Big con la m¨¢quina Zoltar en el programa de Stephen Colbert. Tambi¨¦n fue alabada su participaci¨®n en Saturday Night Live, considerada la mejor de la temporada hasta ahora y dejando para la posteridad un personaje hilarante, David S. Pumpkins, con motivo de la celebraci¨®n de Halloween. En el mismo programa, Hanks hace suyo el apodo de ¡°pap¨¢ de Am¨¦rica¡±, dando una charla aleccionadora y optimista a su pa¨ªs antes de llegar las elecciones. Pero estos sketches se sostienen sobre la nostalgia que despierta la figura de Hanks, refutando nuestra teor¨ªa de la necesidad de volver a interpretar papeles relevantes para que las nuevas generaciones no lo perciban como un recuerdo, sino como un icono propio de su tiempo.
Podr¨ªa decirse que a ning¨²n gran actor deber¨ªa atraerle la idea de que le tildasen de progenitor, porque no es un gran piropo. Los padres est¨¢n bien, los queremos y dem¨¢s, pero no molan. Todos tenemos suficiente con uno. Mejor o peor, nadie parece requerir otro. Con la hipoteca pagada, el cari?o del mundo cin¨¦filo y el suficiente talento como para salir airoso, Hanks podr¨ªa inmiscuirse en proyectos m¨¢s arriesgados y dejar la campechan¨ªa para su vida diaria. No volver¨¢ a ser el novio de Am¨¦rica (ahora le toca a Chris Pratt), ni tiene porqu¨¦ convertirse en su padre. Ser su embajador m¨¢s carism¨¢tico en todo el mundo, parece bastante. Con Sully, que se estrena en Espa?a este viernes y que cr¨ªtica y p¨²blico han alabado en su mayor¨ªa, empieza la campa?a para devolverlo al Dolby Theatre el pr¨®ximo 26 de febrero. Nunca podremos agradecerle lo suficiente todas las veces que nos ha salvado de los malos pero, ahora que DiCaprio ya no nos necesita, es hora de que nosotros le ayudemos a ¨¦l a salvar su carrera. Estamos contigo, Tom.
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