Las madres que no tenemos caldo en la nevera: c¨®mo la crianza emocional ha ido ganando terreno
Diversos personajes del mundo de la cultura y el periodismo como Ana Pastor, Leonor Watling, Gemma Nierga o Llum Barrera conversan sobre qu¨¦ significa hoy en d¨ªa ser una madre que tiene ?siempre caldo en la nevera?, a ra¨ªz del ¨¦xito de la canci¨®n ¡®Ay mam¨¢¡¯, de Rigoberta Bandini.
Todo empez¨®, una vez m¨¢s, con una pregunta a esa adolescente fabulosa de 16 a?os que tengo en casa, que es mi hija Carlota. Sal¨®n, en la tele suena la canci¨®n/himno de Rigoberta Bandini, Ay mam¨¢, que no va a representarnos como pa¨ªs en Eurovisi¨®n finalmente, pero que nos representa a muchas en la calle, de manera rotunda.
¨C?T¨² crees que yo soy una madre de caldo en la nevera?, pregunto t¨ªmidamente.
¨C?Tuuuuuuu¨²?? No mam¨¢, para nada. Una madre de caldo en la nevera es la yaya Mar¨ªa, contesta la ni?a, con un punto de sarcasmo.
¨CA ver, Carlota, es una frase que tiene un significado, es caldo en la nevera como concepto.
¨CYa mam¨¢, lo pillo. Ni como concepto ni nada. No lo eres. No pasa nada. Ni t¨² ni pap¨¢. Pero oye, no pasa nada, a mi me gusta mucho la horchata casera que me haces todos los verano, me aclara la ni?a, contemporizadora.
Me quedo callada, pensando. Desde que o¨ª ese verso por primera vez, junto a ese otro que llamaba a parar la ciudad, me rondaba esta idea en la cabeza. ?Quedan madres de caldo en la nevera como s¨ªmbolo? ?Por qu¨¦ resulta tan conmovedora la letra de la canci¨®n? ?Por qu¨¦ todos entendemos lo que nos est¨¢ diciendo Rigoberta con esa canci¨®n homenaje a las madres de otra generaci¨®n, con ese himno feminista hecho y derecho? Y me decido a preguntar a amigas, colegas de profesi¨®n, compa?eros, padres y madres todos, si creen que son o van a ser ese tipo de madres. O si est¨¢ definitivamente en v¨ªas de extinci¨®n.
El caldo en la nevera como s¨ªmbolo de madre entregada, pendiente, hacendosa, dedicada a su casa, a sus hijos, aliment¨¢ndolos. Esas madres que nos dan t¨¢pers cuando vamos a comer, a?os despu¨¦s de que nos hayamos independizado. Esas madres que nos preparaban platos de cuchara, que nos preguntan a¨²n si hemos comido, qu¨¦ hemos comido, o si hace fr¨ªo en el lugar en el que estamos. Esas madres que lo dejaron todo, que lo aparcaron todo y que decidieron que su vida ¨¦ramos nosotras y nuestros universos. Yo tengo una madre as¨ª. Su tortilla de patatas, su caldito, sus natillas, su paella, sus s¨¢banas planchadas, la ropa doblada en el caj¨®n, su merienda lista, sus tostadas untadas ya, su atenci¨®n plena es todo lo que Carlota nunca tendr¨¢ de m¨ª. Tendr¨¢ otras cosas, claro, pero eso no.
Tras preguntar a diestro y siniestro entre mi entorno, con se?oras de mi edad, m¨¢s o menos, llego a la concusi¨®n de que ese tipo de madres ya no existe. Al menos como colectivo, como un grupo ingente de mujeres que al un¨ªsono trasteaban todo el d¨ªa del mercado a los fogones, con sus delantales y su plena disposici¨®n. Definitivamente, las madres de ahora ya no somos ellas, ya no estamos dedicadas al ¨¢mbito familiar en cuerpo y alma.
Esa misma noche, mientras debat¨ªamos en El Objetivo sobre la pol¨¦mica del Benidorm Fest le pregunt¨¦ a la periodista Ana Pastor, madre tambi¨¦n, si ella era una de esas madres de caldo en la nevera, y me dijo, sin dudar ni un instante, que no. ¡°Yo soy hija de croquetas, pero soy mala madre de Nutella. Esto no queda bien, pero es la verdad¡±. El comentario de Pastor me representa. Y a juzgar por las conversaciones que tengo d¨ªas despu¨¦s con otras madres, a muchas de ellas, tambi¨¦n. Hablamos, entre bromas, de la tortilla francesa como el culmen de la dedicaci¨®n maternal, y de la de patatas como un escal¨®n ya muy superior. Rigoberta, que tiene 31 a?os, s¨ª tiene una de esas madres. En su canci¨®n Ay mam¨¢?ha conseguido contener a la suya, a la m¨ªa, a la de tantas. La canci¨®n logra, con un grito, dar las gracias. Pero yo dir¨ªa que Rigoberta est¨¢ ya frisando el final de esa generaci¨®n con madres de caldito. Ese caldito que no solo era una cuesti¨®n alimenticia, era mucho m¨¢s.
Mikel L¨®pez Iturriaga, responsable de El Comidista, y un ferviente defensor de la comida casera, tiene tambi¨¦n bastante claro que esas madres que preparaban con esmero un caldo ¡°lo met¨ªan en la nevera para desengrasarlo ¨Cy hasta que no le quitaban toda la parte de la grasa que se formaba en la parte de arriba, nadie com¨ªa¨C es una especie en v¨ªas de extinci¨®n. Y no sab¨ªan que al quitarle la grasa le quitaban el sabor. Pero en esa generaci¨®n la grasa era el mal. Ahora, como ya tenemos el az¨²car, podemos dejar a esa grasa en paz. Es una pr¨¢ctica que cada vez se hace menos.?Eran mujeres, amas de casa que dedicaban una parte important¨ªsima de su tiempo a la cocina. Ahora ya no. Ahora est¨¢ el caldo de bote, el Aneto, por ejemplo, que es el mejor con diferencia, (y el que llevaba Rigoberta troquelado en su vestido en la actuaci¨®n eurovisiva, como met¨¢fora). Los otros, que son tan sinverg¨¹enzas de poner en el envase que son caldos caseros, son mal¨ªsimos. El caso, yo no me atrever¨ªa a decir que ese modelo ya no existe, puede que queden, pero ya no es una figura tan com¨²n como la de hace 40 a?os¡±.
Y ah¨ª quer¨ªa yo llegar, al caldo de Tetrabrik tambi¨¦n como concepto. Mi madre, que tiene en gran estima a Mikel como reputado periodista gastron¨®mico y hombre preocupado por que nos alimentemos bien, acept¨® que yo hiciera cremas, sopas, cocidos, etc., con caldo envasado cuando le dije que me lo hab¨ªa recomendado ¨¦l.
¨CMam¨¢ que no hace falta hacerlo en casa, que sale igual de bueno, que el envasado es de calidad, y es lo mismo, le dije a la pobre mujer que se hab¨ªa pasado la vida cocinando a fuego lento los fondos de caldo para todos los guisos.
Al seguir con la ronda de preguntas me encontr¨¦ con esa imagen del envase en Tetrabrik en un porcentaje amplio de respuestas. Hizo menci¨®n a ¨¦l la periodista Gemma Nierga, madre de dos ni?os adolescentes. ¡°Siempre caldo en la nevera, pero de Tetrabrik¡±, brome¨®. ¡°Quedan pocas mujeres, como dices, abnegadas pensando cada tarde de domingo qu¨¦ comidas dejar¨¢n hechas para la semana, qu¨¦ men¨²s, etc. Yo desde luego no soy as¨ª, me puede la practicidad del d¨ªa a d¨ªa¡±, respondi¨® Nierga. Otra periodista, la directora de EL PA?S, Pepa Bueno, se apunt¨® tambi¨¦n a esto: ¡°?Madre de caldo en la nevera? M¨¢s bien no. En todo caso ser¨ªa en Tetrabrik. Ahora bien, de caldo emocional s¨ª soy. Soy bastante gallina clueca¡±.
?Caldo emocional! Me apunto. Y lo meto en las preguntas. Y ah¨ª s¨ª que ya se unen muchas. Le formulo la misma cuesti¨®n a la actriz y cantante Leonor Watling, madre de dos ni?os peque?os a¨²n (y a punto de estrenar la segunda temporada de la serie Nasdrovia, en Movistar Plus). ¡°De momento no. Nunca se sabe si acabar¨¦ si¨¦ndolo. Yo no s¨¦ si ser¨¦ una madre de esas de caldo cuando mis hijos tengan 20 a?os y lleguen con resaca, y sea eso lo que necesiten. Seguramente no lo ser¨¦ porque no somos as¨ª ya. Me parece muy interesante este asunto porque es otro tipo de cari?o que pasa menos por lo alimentario y m¨¢s por otras cosas¡±.
De esas otras cosas me habl¨® el director y guionista Aitor Gabilondo (Madres, Patria, El pr¨ªncipe, Periodistas), padre de dos ni?as adolescentes. ¡°Mis hijas tienen las necesidades b¨¢sicas cubiertas y eso me permite centrarme en calmar su hambre emocional. La actualizaci¨®n del caldo es escucharlas y ayudarlas a comprender el mundo y a gestionar sus emociones. Eso lo hago. Soy un padre que se preocupa y que tambi¨¦n se ocupa, as¨ª que s¨ª, podr¨ªa decir que siempre tengo caldo en la nevera, aunque a veces sea de Tetrabrik¡±.
Descubro a estas alturas que la frase ¡°a ti que tienes siempre caldo en la nevera¡± podr¨ªa dar para mil tesis, para mil madres, para mil modelos de mujer maternal. Y para paternidades que han llegado para quedarse. Esos padres que quieren, como ha dicho la propia Rigoberta que sus hijos lloren bien tranquilos en este nuevo mundo.
En ese sentido, la periodista y conductora de informativos Marta Reyero (Canal Plus, Cuatro) tiene claro que est¨¢ m¨¢s cerca de ser una madre de ?caldo en la nevera¡±. ¡°Lo intento. No porque me obligue nadie, sino porque quiero. No lo sufro como parte de un engranaje mec¨¢nico y fr¨ªo de supervivencia familiar. Quiero estar tambi¨¦n en los cuidados, quiero dar ternura a los m¨ªos, soy un poco madre de mis amigos, compa?eras, familia y me emociona conocer cada vez a m¨¢s hombres que quieren ser padres de caldo en la nevera¡±.
Preguntas que he lanzado para este art¨ªculo. ?Esa imagen de Rigoberta representa la maternidad mediterr¨¢nea o espa?ola con ese caldo reconstituyente en la nevera que sirve para todo y que, tal y como nuestras madres lo hac¨ªan ten¨ªa alimento? ?Representa a algunas madres que no eran muy afectuosas f¨ªsicamente pero que nos brindaban su cari?o a trav¨¦s de la comida, que no jugaban en el suelo ni nos soltaban discursos sentimentales, pero ten¨ªan siempre listo el desayuno, la comida, la merienda y la cena?
La periodista y escritora de libros infantiles Ana Garc¨ªa Si?eriz, es, con rotundidad, ¡°madre de caldo, yogures, br¨®coli y de todo en la nevera. Y de llamar por tel¨¦fono cada noche cuando mis hijos est¨¢n fuera¡±. Igual que la colega de profesi¨®n Lourdes Lancho (A vivir que son dos d¨ªas, Cadena Ser), que ha heredado ese sentimiento de cuidar y alimentar a su hija. ¡°Te lo digo el d¨ªa que no s¨¦ si tengo covid, estoy en la cama y me he levantado a prepararle de tupper y un bocata a Lola, que tiene 22 a?azos y se ha dormido. Todo para que coma bien. O sea que compro el caldo de Aneto pero siempre tengo cosas para ella¡±.
La literatura est¨¢ plagada de madres y de maternidades que cuentan con muchas p¨¢ginas lo que Bandini ha resumido en un par de estrofas. Y dentro de ese tipo de literatura est¨¢ la matrof¨®bica, que ya es un g¨¦nero en s¨ª mismo que nos ha dado relatos estupendos sobre este gran asunto. Hay libros impagables, como El nudo materno, de Jane Lazarre, y que nunca me cansar¨¦ de recomendar. En ¨¦l, la autora confronta el mito de la buena madre con un autorretrato ¨ªntimo? y visceral de su maternidad. ?Y que no se nos pase la novela Apegos feroces, de Vivian Gornick. Pocas veces en la literatura se ha retratado de manera tan humana, vital y honesta la relaci¨®n entre una madre y su hija. Una historia llena de reproches, recuerdos y complicidades entre ambas. La madre es una mujer que dedica toda su energ¨ªa al cuidado de su familia, que coloca el amor en el centro de su existencia y renuncia a cualquier otro ideal. Eso marcar¨¢ la vida de la hija, la propia Vivian, que quiere apartarse de ese modelo de mujer, de madre. La novela El club de los mentirosos, de Mary Karr, que me recordaba la tambi¨¦n escritora Laura Ferrero, tambi¨¦n formar¨ªa parte del canon. O La mujer helada, de Annie Ernaux, que es un libro estilete como pocos.? Madres malas, buenas, demasiado buenas, asfixiantes, aniquiladoras.
Volvamos al concepto que canta Bandini. Para la periodista y escritora Carme Chaparro (Cuatro) ¡°significa cuidado. Un homenaje a las madres que siempre est¨¢n ah¨ª pase lo que pase y hagamos lo que hagamos. El caldo es la met¨¢fora de los brazos de mam¨¢?de esa generaci¨®n de nuestras madres a las que educaron para cuidar siempre y a las que nunca se lo hemos agradecido lo suficiente. Y ahora con ellas, vamos a tomar la ciudad. Yo quiero ser madre-caldo en el sentido de que quiero que mis hijas sepan, y siempre se lo digo, que estoy para ellas pase lo que pase y hagan lo que hagan. Pero ellas ya saben que su madre trabaja y viaja y est¨¢n orgullosas de qui¨¦n es su madre, aunque a veces mi cuerpo no est¨¦ a su lado. Y para eso tengo un marido maravilloso que prepara el caldo¡±.
Marta Bercebal?(@grilloencasa) es ilustradora, madre de tres hijos, dos de ellos gemelos de corta edad. Cuando sali¨® la canci¨®n ella tambi¨¦n se lo pregunt¨® a s¨ª misma. ¡°Caldo la verdad es que no hago, pero s¨ª tengo fijaci¨®n por tener siempre la nevera llena y la cena pensada porque soy una hist¨¦rica y por la tarde con el cansancio no doy para m¨¢s y me gusta tenerlo pensado. Mi madre s¨ª que tiene una olla lista siempre que vamos. Sobre madres no hay color, cuando o¨ª lo del caldo pens¨¦ en mi madre y mi abuela. Yo no me identifiqu¨¦ porque soy mala madre¡±, concluye entre risas.
?Pero qu¨¦ significa exactamente tener caldo en la nevera en estos tiempos?
Para la subdirectora de comunicaci¨®n y RR PP de Atresmedia, Ana Porto, que tiene dos j¨®venes en casa, ¡°significa estar pendiente de todo, querer ser perfecta, trabajar y adem¨¢s que tus hijos y tu pareja o quien coma en casa, porque t¨² eres la responsable, coma casero y rico. Yo lo he sido mucho tiempo, pero gracias entre otras cosas a que me he separado y a la terapia estoy dejando de serlo porque es un sobreesfuerzo brutal y nadie se muere si no come caldo casero¡±.
Me cuenta Beatriz Robles, tecn¨®loga de alimentos y nutricionista, que la ya m¨ªtica frase de Bandini ¡°es un homenaje a un modelo de maternidad, que probablemente ahora no sea el predominante, pero que hasta hace pocos a?os era casi el ¨²nico posible. Es una frase que habla de nuestras madres, nuestras abuelas y de las generaciones anteriores que no ten¨ªan otras opciones m¨¢s que volcarse en los cuidados, que si ten¨ªan la osad¨ªa de permitirse sentir ambiciones fuera del camino marcado de formar una familia, renunciaban a ellas¡±.
Pero cuidado, me insiste, con idealizar esa ¨¦poca y esos comportamientos. En eso coinciden casi todas las compa?eras a las que he preguntado. Ojo con echar de menos eso porque era casero, porque tal y como me han apuntado casi todas, esas din¨¢micas familiares aniquilaron muchas ilusiones, muchos objetivos vitales. Para buena parte de los compa?eros con los que he conversado para este art¨ªculo ese grito de Bandini es una muestra de admiraci¨®n y reconocimiento al trabajo invisible ¡°de las injustas renuncias silenciosas¡±. Bandini ha dicho mam¨¢ me doy cuenta de lo que has hecho por m¨ª, pero ahora c¨®geme del brazo y salgamos juntas a gritar por todo lo que no has podido gritar antes ¨Co has reclamado en vano¨C. Y, unida a la frase siguiente ¡°t¨² que podr¨ªas acabar con tantas guerras¡± muestra una forma diferente de estar en el mundo, de resolver los conflictos, opuesta a las formas patriarcales, con una visi¨®n diferente.
A eso se une la actriz y c¨®mica Llum Barrera. ¡°Yo soy madre de improvisar cosas, no quiere decir que no sepa hacer un caldo, pero bueno. Y mi hijo se r¨ªe mucho. Ahora, lo del pecho fuera al puro estilo Delacroix, absolutamente s¨ª, a favor¡±.
Las madres de cine
?Y qu¨¦ pasa con los referentes audiovisuales sobre la ¡®madre caldo¡¯?, le pregunto a? la periodista de cine, y directora de La Script, Mar¨ªa Guerra, madre de Ana e In¨¦s, dos veintea?eras que viven en casa.
¡°El cine es un espejo maligno, un referente de maternidades entregadas a las que considero causantes del complejo de culpa que hemos arrastrado las mujeres de mi generaci¨®n, que nos sentimos felices y culpables por trabajar y ser econ¨®micamente independientes. Yo considero que me he echado a la espalda las responsabilidades del trabajo y de la maternidad. Esa ha sido mi mayor batalla, desprenderme de los referentes t¨®xicos que el cine nos ha regalado. En el top ten de la toxicidad pongo a la madre de Mujercitas, una santa en vida que no satisface jam¨¢s sus propias necesidades y siempre est¨¢ al servicio de los dem¨¢s. Pido un exorcismo colectivo para sacar ese arquetipo de nuestras vidas¡±.
Seg¨²n la periodista, ¡°en ese extremo de madre abnegada pop est¨¢ Sarah Connor de Terminator, mucha broma con sus armas y tal, pero lo que subyace es una misi¨®n sagrada que se convierte en lastre colectivo. Morir o matar por tus hijos no es un mantra deseable¡±.
Vamos con las madres Disney tradicionales. ¡°Las odio?, dice Guerra, ?casi siempre est¨¢n muertas para que sus hijas hu¨¦rfanas puedan protagonizar una horrenda historia de b¨²squeda del pr¨ªncipe azul. No quiero ser la madre de Bambi, ni la de Dumbo. Menos mal que Pixar en el siglo XXI nos ha dado ejemplos de maternidades saludables como Inside Out y Los Incre¨ªbles. Aunque entre las madres m¨¢s sanas del cine elegir¨ªa a Morticia Adams y la madre de Forrest Gump. Es decir, madres que aman pero que aceptan que sus hijas e hijos son singulares¡±.
Y ella, ?qu¨¦ tipo de madre es? ¡°No tengo caldo casero en la nevera, el m¨ªo es de brick. La met¨¢fora del caldo me parece preciosa, y a pesar de hacer la compra online, me considero una ¡®mujer caldo¡¯. Soy una madre neur¨®tica, raspa e hiperactiva, pero siempre he practicado las cenas al calor del hogar, sin m¨®viles y pantallas mientras estamos juntas. El caldo es el amor al reba?o, y mi mayor felicidad es comprobar que mis dos hijas veintea?eras son caldosas y me calientan la vida a su manera¡±.
La cineasta Paula Ortiz (La novia, De tu ventana a la m¨ªa) fue contundente tambi¨¦n. ¡°Te puedo asegurar que no soy una madre de caldo en la nevera, ?soy hija de madre de caldo en la nevera lo que ha provocado que mi hijo tenga caldo en la nevera porque tiene abuela de caldo en la nevera. Yo soy madre de pl¨¢tano en el bolso, toma un pl¨¢tano, p¨¦latelo t¨², eso s¨ª, te llevo conmigo a todas partes y te voy a ense?ar un mundo muy hermoso, pero no s¨¦ si voy a poder tenerte preparado el caldo en la nevera todos los d¨ªas¡±.
Est¨¢ en connivencia con la actriz Pilar Castro (Competencia oficial, Sin novedad, A trav¨¦s de mi ventana, Ventajas de viajar en tren), madre de un adolescente de 15 a?os, que me cuenta que ¡°toda mi humanidad est¨¢ hecha de caldo en la nevera. Y hago lo posible para que la de mi hijo tambi¨¦n lo est¨¦¡±.
A Mariano Barroso, director de cine y presidente de la Academia, lo pill¨¦ en la antesala de los Goya. ¡°Yo tengo caldo en la nevera, siempre, para mis adolescentes, pero si me dejas que pasen los Goya te cuento m¨¢s despacio¡±. Como este art¨ªculo ten¨ªa fecha de entrega, no he podido esperarlo, pero a m¨ª me basta con esa frase para visualizar a un Barroso como padre ejemplar.
Aurea Ortiz, profesora de historia del cine de la Universitat de Valencia, y analista de series, no cree que est¨¦ en v¨ªas de extinci¨®n ese tipo de madres. ¡°Creo que conviven todos los modelos, que son mujeres que hacen muchas otras cosas, por decirlo de alg¨²n modo, pero que siguen teniendo caldo en la nevera¡±. Esta historia tambi¨¦n se ha reflejado en las series de televisi¨®n. Para Ortiz salen en Las Chicas Gilmore; en Sex education, en el personaje de Gillian Anderson; en Mom, que es un caso l¨ªmite porque la madre y la hija protagonistas son ambas adictas en proceso de rehabilitaci¨®n; Evil, Mira lo que has hecho, Los Durrell, Vida perfecta,?The marvelous Mrs. Maisel o Big littles lies.
Para Beatriz Robles el caldo es evocador: el hogar, la comida caliente. ¡°Te recuerda que alguien se ocupa de tu bienestar. Actualmente esa imagen es m¨¢s metaf¨®rica que real porque cocinar ha dejado de ser una actividad principal en los trabajos dom¨¦sticos y la preparaci¨®n de alimentos cada vez est¨¢ m¨¢s simplificada. Esto es beneficioso, por una parte, para las mujeres porque se liberan de un trabajo que les correspond¨ªa por defecto. Por otra parte, como el trabajo de cocinar ha sido reemplazado por la industria alimentaria que nos da productos ya elaborados o pr¨¢cticamente listos para consumo, s¨ª que hemos perdido el contacto con los alimentos que comemos¡±.
Hace muchos a?os, Pilar Primo de Rivera, fundadora de la Secci¨®n Femenina de la Falange espa?ola, escribi¨® esto:?¡°Las mujeres nunca descubren nada. Les falta, desde luego, el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles; nosotras no podemos hacer m¨¢s que interpretar, mejor o peor, lo que los hombres nos dan hecho. La mujer tiene obligaci¨®n de saber todo lo que podr¨ªamos llamar parte femenina de la vida: la ciencia dom¨¦stica es quiz¨¢ su ¡®bachillerato¡¯. Un arquitecto no puede ser bueno si no dibuja bien; un ingeniero, sin el conocimiento de las matem¨¢ticas ser¨ªa un fracaso; lo mismo sucede con las mujeres: su base fundamental es la casa; guisar, planchar y zurcir¡±.
Los maestros que dieron clase a miles de mujeres durante aquellos largos y siniestros a?os del franquismo deb¨ªan usar como profesores y como espa?oles estas y otras ense?anzas similares en las aula.?As¨ª que las madres de Bandini son esas madres alumnas de entonces, a las que estos textos, est¨¢s m¨¢ximas les arruinaron la vida, las dejaron sin energ¨ªas para emprender caminos individuales, para combatir. Se las inocularon tan adentro a muchas de ellas que fue imposible arranc¨¢rselas. Son mujeres que habr¨ªan podido inventar cosas, escribir, liderar, estudiar en la universidad, que habr¨ªan podido mandar a paseo a maridos cretinos que no las merec¨ªan, que habr¨ªan podido tener vida propia. Una vida creativa, no resignada. Mujeres que hicieron lo que pudieron para educar a otras mujeres y hombres, que hoy son (somos) adultos con vidas plenas.
Pero nos hicieron caldo a todas horas. Y ahora nosotros, como Bandini deber¨ªamos sacarlas a bailar.
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