Un a?o del #MeToo: cinco injusticias que cambi¨® y ocho retos por delante
Hace casi doce meses, un tuit rompi¨® el miedo a denunciar. Hoy se exige mayor compromiso legislativo, laboral y personal.
Ha sido un a?o intenso. El 5 de octubre de 2017, Jodi Kantor y Megan Twohey publicaron en The New York Times un art¨ªculo demoledor desmontando d¨¦cadas de agresiones sexuales de Harvey Weinstein. El d¨ªa 16, tras otro art¨ªculo en The New Yorker y miles de voces dentro y fuera de la industria del espect¨¢culo denunciando casos similares, la actriz Alyssa Milano colg¨® este tweet en su cuenta, que resucitaba una antigua campa?a de la activista Tarana Burke: ¡°Si has sufrido acoso sexual, escribe MeToo como respuesta a este tweet. #MeToo¡±. Y as¨ª empez¨® todo.
?Qu¨¦ ha cambiado
1. Nuevo vocabulario. El movimiento ha llevado a los medios generalistas, a las redes y a la conversaci¨®n de la calle t¨¦rminos que antes parec¨ªan confinados a la literatura feminista. ¡°Ahora todo el mundo sabe lo que significa consentimiento¡±, resume Lauren Bastide, la periodista francesa de Elle y el televisivo Le Grand Journal que lleva el podcast m¨¢s escuchado de su pa¨ªs, La Poudre. En Espa?a, la idea del consenso ha tomado la forma de un viejo eslogan que se adopt¨® tras el caso Manada: ¡°No es no¡±. M¨¢s expresiones que han calado: sororidad, privilegio, cultura de la violaci¨®n, culpar a la v¨ªctima, masculinidad t¨®xica.
2. Modificaciones legislativas. Tambi¨¦n ha sido el caso Manada el que ha incitado un posible cambio en el C¨®digo Civil que est¨¢ estudiando el gobierno de Pedro S¨¢nchez (el que tiene m¨¢s mujeres en el gabinete, lo que se entendi¨® como una respuesta al 8 de marzo). La vicepresidenta y ministra de Igualdad Carmen Calvo, lo anticip¨® en t¨¦rminos muy cercanos al #MeToo: ¡°si no hay un s¨ª, todo lo dem¨¢s es no¡±. As¨ª se considerar¨ªa violaci¨®n todos aquellos casos en los que no haya un consenso expl¨ªcito y se evitar¨ªan sentencias como las del caso de Pamplona, que considera como abuso sexual once penetraciones por parte de cinco hombres a una mujer retenida contra su voluntad en un portal.
3. Medidas en las empresas. La cultura corporativa puede ser a¨²n dif¨ªcil de modificar que la legislaci¨®n. Si algo ha demostrado el ¨²ltimo a?o es que los abusos surgen cuando hay un desequilibrio de poder y eso sucede en todos los ¨¢mbitos laborales. ?Qu¨¦ est¨¢n haciendo las empresas para evitar situaciones de acoso? Casi todos los esfuerzos se detectan en Estados Unidos, donde hay miedo a las indemnizaciones millonarias que pueden pedir las v¨ªctimas. La antigua jefa de gabinete de Michelle Obama, Tina Tchen, se dedica ahora a estas cuestiones y ha estado asesorando a empresas como Pixar, donde el #MeToo se ha llevado por delante a su carism¨¢tico fundador, John Lasseter. Tchen tambi¨¦n est¨¢ detr¨¢s de Time¡¯s Up, el fondo que arrancaron varias actrices prominentes en los Globos de Oro para financiar batallas judiciales de trabajadoras afectadas por abusos sexuales en todos los campos, empezando por las empleadas m¨¢s desprotegidas. Muchas empresas ahora ven el abuso como un riesgo laboral, lo cual no es lo mismo que estar concienciado, pero puede ser un principio. Microsoft, por ejemplo, ha eliminado la obligaci¨®n de buscar el llamado ¡°arbitraje silencioso¡± en casos de acoso sexual, lo que dejaba muchos casos fuera de los tribunales ordinarios y creaba una cultura de secretismo. Se entiende como una manera de animar a las v¨ªctimas a denunciar.
4. Menos miedo a hablar. Resulta imposible de medir algo tan et¨¦reo como el miedo, pero desde el momento que millones de personas escribieron ¡°Me Too¡± en sus redes sociales, declar¨¢ndose efectivamente como v¨ªctimas, y en muchos casos a?adiendo un relato de lo sucedido, se ha levantado cierto estigma. A muchos hombres les sorprendi¨® que las mujeres de su entorno fueran capaces de escribir la historia de su vida en forma de micro o macroagresiones, desde antes incluso de la pubertad.
5. Cambios en las relaciones personales. Quienes quieren ridiculizar la noci¨®n de consenso a menudo lo hacen parodiando una supuesta relaci¨®n sexual en la era del #MeToo en la que cada gesto tendr¨ªa que preguntarse y debatirse. ¡°?Me permites tocarte un pecho?¡±, etc¨¦tera. No es probable que nadie est¨¦ manteniendo relaciones de este tipo pero s¨ª se habla de nuevos protocolos sentimentales. ¡°Ahora te lo piensas todo dos veces, incluso a la hora de mandar seg¨²n qu¨¦ mensajes por Tinder. Tienes miedo a lo que puedan hacer con eso si queda grabado. Y vas con m¨¢s tiendo en las relaciones f¨ªsicas¡±, asegura Tom¨¢s, un usuario frecuente de apps de ligar de 27 a?os que prefiere no dar su apellido. Una noci¨®n nueva, bautizada como ¡°derecho a importunar¡± estuvo detr¨¢s de la famosa tribuna que varias intelectuales francesas publicaron en enero en Le Monde, algo que enfurece a su compatriota Bastide. ¡°Est¨¢ muy extendida aqu¨ª la idea de que hay que proteger la galanter¨ªa como si fuera el vino. Los medios se han imaginado que una de las consecuencias del #MeToo es que no va a ser posible seducir, como si esto fuera a impedir a la gente amarse¡±, critica.
Y ahora qu¨¦
Sobre la presunci¨®n de inocencia. Los detractores del movimiento creen que ¡°los principios fundamentales de la ley nunca han sido tan malentendidos¡±. Eso denuncia Peggy Sastre, la fil¨®sofa francesa que fue una de las firmantes y redactoras de la famosa tribuna francesa. Seg¨²n Sastre, ¡°proteger la presunci¨®n de inocencia y pensar que una alegaci¨®n no es lo mismo que una condena no significa bailar el agua a los atacantes ni justificar la llamada cultura de la violaci¨®n, significa proteger a los individuos de lo arbitrario¡±. La profesora y autora de libros como La dominaci¨®n masculina no existe que, sin embargo, se considera feminista, cita al revolucionario Danton, que dijo poco antes de que le enviaran a la guillotina: ¡°tenemos que ser despiadados para evitar que el pueblo sea terrible¡± ante una causa que le parece ¡°tan buena que lleva a cegar la raz¨®n y a nuevos desastres¡±. C¨®mo se conjuga esa precauci¨®n l¨®gica de defender un derecho fundamental que nadie puede poner en duda con la necesidad de creer a la v¨ªctima y el hecho innegable y demostrado de que todav¨ªa la inmensa mayor¨ªa de los ataques siguen sin reportarse a las autoridades es algo que no parece que vaya a resolverse en el pr¨®ximo a?o ni en la pr¨®xima d¨¦cada.
El Weinstein espa?ol: ?asignatura pendiente? Lo cierto es que Espa?a, que ha vivido a?o innegablemente importante para el movimiento feminista, no ha tenido su Weinstein. Ning¨²n hombre poderoso ha dejado de serlo por acusaciones de abuso sexual. ?Nada ha cambiado desde Nevenka Fern¨¢ndez? Para Isabel Vald¨¦s, periodista de El Pa¨ªs y autora de Violadas o muertas (Pen¨ªnsula), ¡°existe la creencia de que la cosa no termina de cuajar porque ninguna mujer reconocida se ha atrevido a dar el nombre de un hombre reconocible (¡) tengo claro que Espa?a no es Estados Unidos, que sus costumbres, su historia y su forma de ver y vivir las cosas no es lo mismo, tampoco es el mismo el arrastre y la potencia que provocan cantantes y actrices con sus discursos. Creo que para el movimiento feminista no es importante que todo encaje? y se desarrolle por igual en todas la latitudes¡±, a?ade. Y ese Weinstein espa?ol puede que no llegue nunca por mucho que todo el mundo intuya o sepa que existir, existen.
Distinguir y afinar. Dif¨ªcilmente se podr¨¢ avanzar en el movimiento si no se matiza. Ha habido casos englobados dentro del #MeToo que han hecho obvia esa necesidad, como el que ata?e a Aziz Ansari. Una fot¨®grafa neoyorquina public¨® en un medio digital que arrastra sus propios problemas (su due?o es todo menos feminista) y de manera an¨®nima la historia de una cita desastrosa que tuvo con Anzari y lo acusaba de coaccionarle para practicar sexo. EL relato era ambiguo y ¨¦l, que en sus mon¨®logos y su serie Master of None se vende como aliado de las mujeres, respondi¨® que todo lo que sucedi¨® entre ellos le hab¨ªa parecido consensuado. Muchas voces salieron en defensa de Ansari, lamentando que se le coloque en las listas de ¡°hombres ca¨ªdos¡± al lado de supuestos violadores. Pero no es inocente usar este caso y otros, como el que implica al escritor Junot D¨ªaz, como munici¨®n anti-#MeToo. Simplemente abren otro debate, el del nuevo marco de las relaciones heterosexuales.
La rehabilitaci¨®n de los acusados. Recientemente, el c¨®mico Louis C.K., que vio como se desvanec¨ªa parte de su prestigio y su relaci¨®n con HBO cuando confirm¨® las acusaciones de compa?eras de profesi¨®n de mostrarse coercitivo y masturbarse delante de ellas, reapareci¨® en su local habitual de Nueva York, el Comedy Cellar. El p¨²blico le aplaudi¨® antes incluso de abrir la boca. Eso despert¨® el debate sobre la rehabilitaci¨®n p¨²blica de los acosadores confesos. Roxane Gay, la autora de Hambre y Mala Feminista (ambos en Capit¨¢n Swing) escribi¨® un art¨ªculo en The New York Times denunciando que el c¨®mico, al igual que el periodista Charlie Rose y el chef Mario Batali, que tambi¨¦n planean sus retornos apenas meses despu¨¦s de admitir su ¡°conducta inapropiada¡±, demuestran que no creen que hayan hecho nada malo¡± y lo frustrante que resulta que se le pida a las v¨ªctimas mostrarse magn¨¢nimas y ofrecer un ¡°camino de redenci¨®n¡± a los agresores. ¡°Me gustar¨ªa que afrontaran consecuencias materiales por la acciones que han desarrollado a lo largo de 30 a?os. Una parte de mi no est¨¢ interesada en la reparaci¨®n. A esa parte de mi le interesa la venganza¡±, dijo Gay.
Sentencias judiciales. Algo que ha quedado claro este a?o es que el ritmo de Twitter no es el ritmo de la justicia. El caso Weinstein, de nuevo, sirve como ejemplo de esta disparidad. De las m¨¢s de 75 acusaciones contra el productor, s¨®lo tres se est¨¢n dirimiendo en los juzgados, una por violaci¨®n en 2013, una mujer que le acusa de practicarle sexo oral por la fuerza y una tercera que asegura que le oblig¨® a ella a practicarle una felaci¨®n. Los abogados de Weinstein han pedido que se anule el juicio por violaci¨®n en base a unos correos electr¨®nicos de la v¨ªctima, en los que le dec¨ªa entre otras cosas ¡°te echo de menos, grandull¨®n¡±, despu¨¦s de los hechos. Aunque muchos de los acusados han admitido alg¨²n tipo de conducta impropia y pedido disculpas, hasta que no se produzcan sentencias firmes, se corre el peligro de que muchos casos queden en un ¡°¨¦l dijo/ella dijo¡±.
La nueva masculinidad. ¡°Para los varones ¨Ccree Ritxar Bacete, autor de Nuevos hombres buenos (Pen¨ªnsula)¨C, el #MeToo ha supuesto que tenemos que vivir, queramos o no, junto a un espejo invisible, irromplible y pegajoso en el que nos tenemos que mirar¡±. Bacete espera que de esta reflexi¨®n, que seguramente no est¨¢ tan generalizada como ser¨ªa de esperar, surja ¡°el verdadero hombre nuevo, el hombre nuevo¡± y cita iniciativas como la espa?ola #Soy365 de la Fundaci¨®n Cepaim y Promundo, en la que los hombres asumen sus responsabilidades en los cuidados y asumen su privilegio, haciendo una especie de voto de igualdad en su vida cotidiana.
La ¡°v¨ªctima perfecta¡±. El turbulento caso de Asia Argento, acusada de abusos al actor Jimmy Bennett cuando ¨¦ste era menor de edad, no ¡°pone en entredicho el #MeToo¡±, como se apresuraron a titular algunos medios. Lo que pone en entredicho es la idea de que existe algo as¨ª como una ¡°v¨ªctima perfecta¡±. De esa noci¨®n se aprovech¨® tambi¨¦n la defensa de la Manada cuando acus¨® a la v¨ªctima de llevar camisetas provocativas y salir de fiesta. Hay que acostumbrarse a la idea de que las v¨ªctimas de abusos acarreen su propio historial, que puede incluir comportamiento abusivo por su parte.
La ira femenina. Las mujeres est¨¢n cabreadas, y eso es una excelente noticia. Eso cree Rebecca Traister, a la que han llamado ¡°una de las vocas m¨¢s brillantes del feminismo actual¡±. Este mes publica Good and Mad, un ensayo que ensalza la ira que las mujeres hist¨®ricamente han tenido que reprimir. Para Traister, no existe mayor combustible para el cambio pol¨ªtico que ese sordo cabreo que se ha ido generando a lo largo de este largo, y corto, a?o de #MeToo.
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