El quid no era el sombrero: por qu¨¦ el vestuario de Melania Trump esta vez s¨ª esconde verdaderos mensajes comerciales y geopol¨ªticos
Aunque el gesto m¨¢s comentado fue un sombrero de ala ancha que imped¨ªa ver los ojos de la primera dama, el hecho m¨¢s importante para la industria de la moda era la presencia del presidente de LVMH en las bancadas de la investidura
El lunes todos los an¨¢lisis en torno al vestuario elegido por Melania Trump en la ceremonia de investidura perdieron valor o al menos cambiaron totalmente de sentido en el momento exacto en el que a los buzones electr¨®nicos de todos los periodistas de moda del mundo lleg¨® una nota de prensa desde Par¨ªs que rezaba as¨ª: ¡°Estimados colaboradores. Nos complace anunciaros que Melania Trump iba de Dior en la visita del cementerio nacional de Arlington. Llevaba una capa negra de cachemira. Si necesit¨¢is m¨¢s informaci¨®n, no dud¨¦is en poneros en contacto con nosotros¡±. Una de las principales firmas del conglomerado de lujo m¨¢s importante del mundo, LVMH, anunciaba, promocionaba y por tanto respaldaba que la primera dama republicana hubiese escogido una capa negra suya para la visita al Cementerio Nacional de Arlington. Y lo hac¨ªa exactamente a la misma hora en la que el mundo pod¨ªa ver en vivo y en directo que entre los rostros de empresarios invitados por el nuevo presidente a la ceremonia de investidura se encontraban todos los miembros de la familia Arnault, los propietarios del holding.
La esposa del 47? presidente de los Estados Unidos no iba vestida de la firma gala en el acto por el que su marido resultaba investido, sino de una marca estadounidense relativamente desconocida, llamada Adam Lippes; pero esto no era particularmente novedoso: en la anterior investidura, Melania tambi¨¦n opt¨® por una firma nacional, Ralph Lauren. S¨ª era sorprendente y noticioso el hecho de que los representantes de un buque insignia de la cultura, el dise?o y la alta artesan¨ªa francesa, y, por tanto, embajadores de alguna forma del esp¨ªritu europeo, acudiesen a aplaudir de manera expresa a una visi¨®n pol¨ªtica a la que nunca antes hab¨ªan dado su benepl¨¢cito. En la anterior legislatura, si Melania decid¨ªa ponerse prendas de lujo europeo, de Saint Laurent a Bottega Veneta (cosa que era habitual), lo hac¨ªa a t¨ªtulo particular y adquiriendo las prendas como una ciudadana m¨¢s. Era la forma que ten¨ªa uno de los principales representantes de una industria hasta hace bien poco considerada progresista, liberal, inclusiva y defensora ac¨¦rrima de los derechos LGTBIQ+, de decir t¨¢citamente que la esposa del magnate convertido en pol¨ªtico y presidente pod¨ªa comprar con su dinero la mercanc¨ªa del mundo de la moda pero no los valores asociados a ella. Ayer, sin embargo, un giro de tim¨®n de 180 grados se produjo a los ojos de todo el mundo, mientras todo el planeta se dedicaba a hablar de un sombrero con un ala ancha.
El sombrero, una pieza tipo canotier elaborada por la firma independiente Eric Javits, llamaba la atenci¨®n porque tapaba los ojos de Melania Trump, un gesto sin duda sombr¨ªo. La ¨²ltima vez que una primera dama llev¨® sombrero a una ceremonia fue Hillary Clinton en 1993, pero es la primera vez que la esposa de un presidente intenta ocultar su rostro durante un acto en el que este va a ser escrutado mundialmente. Como prenda principal, la se?ora Trump opt¨® por un abrigo azul marino cruzado hecho a medida por Adam Lippes, quien tambi¨¦n dise?¨® el vestido de fiesta blanco con lazos negros que llev¨® en el baile inaugural. Diversos analistas coincidieron en se?alar que el outfit elegido para el acto principal recordaba al que escogi¨® en la visita oficial al Reino Unido con Isabel II todav¨ªa en el trono. La similitud es obvia, como tambi¨¦n lo es el hecho de que los colores est¨¢n invertidos: donde antes hab¨ªa tonos claros, ahora los hay oscuros. La publicitada capa de Dior que hab¨ªa lucido el d¨ªa anterior en el cementerio de Arlington, combinada con unas botas de cuero negras, le daban un aspecto castrense muy poco amable.
Pero m¨¢s all¨¢ del an¨¢lisis creativo del gesto mediante teor¨ªas semi¨®ticas, el hecho indiscutible es que la esposa del presidente ha usado su potente imagen para apoyar a dos firmas independientes estadounidenses pilotadas por hombres blancos y rubios (con clientas en dos ¨¢reas clave: Javits en Miami y Lipps en Nueva York) mientras su marido incid¨ªa una vez m¨¢s en un discurso particularmente hostil en la creaci¨®n de aranceles, el aislamiento comercial del pa¨ªs y la idea de devolverle a Am¨¦rica todo el supuesto esplendor industrial sin dependencia exterior.
Y mientras tanto, junto a Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos o Sundar Pichai, Bernard Arnault, que hab¨ªa viajado desde Par¨ªs junto a su esposa H¨¦l¨¨ne y dos de sus hijos, Delphine y Alexandre, asent¨ªa en unas bancadas en las que era notoria la ausencia de Emmanuel Macron. Se erig¨ªa as¨ª en representante oficioso de Francia, compartiendo plano con mandatarios como Milei y Meloni.
La primera vez que Arnault se dej¨® ver con Trump p¨²blicamente fue en 2019, a?o en el que el conglomerado LVMH abri¨® su primera f¨¢brica de Louis Vuitton, su firma m¨¢s vendedora, en Estados Unidos, a la que, para seguir con el relato del lujo, llamaron ¡°taller¡±. Ubicado en las proximidades de la peque?a localidad de Alvarado, en el condado de Johnson, dicho taller cuenta con una superficie de m¨¢s de 9.200 metros cuadrados y recibe el nombre de ¡°Louis Vuitton Rochambeau Ranch¡±. El apelativo fue elegido por la multinacional en honor al mariscal franc¨¦s Jean-Baptiste Donatien de Vimeur, Conde de Rochambeau, quien dirigi¨® a las tropas francesas durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. Este hecho fue uno de los que resalt¨® el presidente de los Estados Unidos cuando acudi¨® personalmente a la inauguraci¨®n. En aquella ocasi¨®n destac¨® el papel de Francia como ¡°nuestro aliado m¨¢s antiguo¡± y ¡°tambi¨¦n el m¨¢s leal y valioso¡±.
La creaci¨®n de nuevas instalaciones se justific¨® en su momento como una estrategia para satisfacer a la creciente demanda de los clientes estadounidenses, que suponen el 25% de las ventas totales para Vuitton. Sin embargo, a principios de 2020 se pudo ver que el empresario franc¨¦s estaba previendo la estrategia arancelaria de Trump: justo antes de la pandemia y su derrota en las elecciones frente a Biden su Administraci¨®n amenaz¨® con poner tarifas tributarias de hasta el cien por cien a los productos de lujo franc¨¦s, incluyendo los bolsos.
El fundador y CEO de LVMH es la cuarta persona m¨¢s rica del mundo y ha realizado m¨²ltiples inversiones mediante su oficina familiar (Agla¨¦ Ventures) en empresas de inteligencia artificial (IA) con sede en Estados Unidos y Canad¨¢, entre ellas, una startup con sede en California centrada en aplicaciones empresariales llamada Lamini; una de marketing digital impulsada por IA con sede en Nueva York llamada Proxima, y una plataforma de gesti¨®n de recursos humanos con sede en Toronto, llamada Borderless. El dato es relevante teniendo en cuenta que su gran competidor en el ¨¢mbito del lujo, Fran?ois-Henri Pinault, propietario de Kering, el segundo conglomerado de firmas m¨¢s grande, tambi¨¦n lo es en el ¨¢mbito del entretenimiento: el a?o pasado compr¨® la agencia de representaci¨®n de actores CAA, una de las m¨¢s potentes de Estados Unidos, y en la actualidad aspira a dominar el negocio de las alfombras rojas. Ni ¨¦l ni su esposa, Salma Hayek, estuvieron en la ceremonia de investidura. Melania de momento tendr¨¢ que seguir pagando Gucci, Bottega o Schiaparelli (firmas todas de Pinault) de su propio bolsillo y sin respaldo publicitario. De hecho, otra de las capas que luci¨® Melania Trump en estos d¨ªas, en concreto la que llev¨® la noche de la cena a la luz de las velas, era de Saint Laurent, perteneciente a Kering. El segundo gigante no hizo llegar nota de prensa al respecto.