A Lady Di le preocupaba tener los pechos peque?os (y otras historias secretas del gran pope de las revistas de moda)
El legendario editor Nicolas Coleridge se despide de los a?os gloriosos de Cond¨¦ Nast revelando algunos secretos de sumario de la alta sociedad brit¨¢nica.
Cuando solo ten¨ªa diecis¨¦is a?os y estaba convaleciente en casa de su madre por una lesi¨®n de espalda, Nicholas Colerige buscaba en los revisteros del sal¨®n algo que le sacase de su aburrimiento: encontr¨® la revista de ecos de alta sociedad Harpers & Queen. ¡°Aquellas horas de lectura cambiaron mi vida¡±, cuenta en sus memorias, The Glossy Years, que ahora lanza Penguin Books (y que todav¨ªa no se ha publicado en Espa?a). ¡°El brillo del papel satinado, la fragancia de las tiras de perfume pegadas en las p¨¢ginas de publicidad, el morbo de las vidas sofisticadas de las que all¨ª se hablaba me atraparon¡±. Supo inmediatamente que ¨¦l quer¨ªa trabajar en esa industria. Se puso manos a la obra: mand¨® a la publicaci¨®n una columna escrita a mano titulada ¡°C¨®mo sobrevivir a las fiestas adolescentes¡±. Una d¨¦cada despu¨¦s era el director de la revista. Tambi¨¦n es cierto que su posici¨®n social no jugaba en su contra a la hora de hacerse sitio en ese mundillo: su padre, descendiente del poeta Samuel Taylor Coleridge, era el presidente de la uberlondinense aseguradora Lloyd¡¯s y ¨¦l estudiaba en esa f¨¢brica de prohombres llamada Eton, donde tambi¨¦n se formaron todos sus hermanos.
El presidente de Conde Nast Britain (antes tambi¨¦n de Cond¨¦ Nast Internacional) es una leyenda del mundo editorial: forma parte de esa ¨¦lite del periodismo de estilo de vida que en las d¨¦cadas finales del siglo XX pod¨ªan gastar ingentes cantidades ingentes de dinero en crear p¨¢ginas prodigiosas, en las que la moda, la belleza, el lujo y las vidas extraordinarias se convert¨ªan en altas expresiones art¨ªsticas.
Ahora que el mundo de las revistas atraviesa una profunda crisis, Nicholas Coleridge se retira (aunque seguir¨¢ formando parte del comit¨¦ directivo del museo Victoria and Albert, del Patronato de las artes Gilbert y del consorcio de la pura lana virgen del Pr¨ªncipe de Gales). Pero antes de hacerlo quiere hacer recuento ante el mundo de las cosas extraordinarias que ha vivido, desde sus comienzos en Tatler al lado de Tina Brown (tambi¨¦n m¨ªtica art¨ªfice de los a?os gloriosos de Vanity Fair) hasta sus a?os de frenes¨ª e intrigas en Vogue House, donde se encarg¨® del lanzamiento de t¨ªtulos tan incontestables como GQ, Glamour o Love. Y donde vivi¨® momentos extraordinarios, como aquella vez que el perro m¨¢s pijo de toda Inglaterra muri¨® aplastado por la puerta giratoria del edificio; ese d¨ªa que un editor de GQ apareci¨® muerto en un pa¨ªs de Europa del Este tras una org¨ªa bien aderezada con whisky y drogas; aquella ocasi¨®n en que un periodista de Tatler amenaz¨® con tirarse por la ventana si le quitaban su puesto; o esa vez que la exc¨¦ntrica (que es como llaman los brit¨¢nicos a los locos influyentes) directora de moda Isabella Blow tom¨® un taxi de Londres a Liverpool para ir a una sesi¨®n de fotos porque no sab¨ªa que se pod¨ªa ir en tren.
Pese a la posici¨®n ejecutiva que ha ocupado en los ¨²ltimos a?os, Coleridge sigue siendo un afilad¨ªsimo analista de los usos y costumbres de la jet-set en general y de la aristocracia brit¨¢nica en particular. Y es esa voz que disecciona con precisi¨®n de cirujano los mecanismos de la vanidad es la que usa en su libro para recordar, por ejemplo, aquel almuerzo con Lady Di en el que ella estaba preocupada por unas fotos publicadas por el Daily Mirror en las que sal¨ªa haciendo topless durante unas vacaciones en un hotel en Espa?a. El pr¨ªncipe Guillermo, que entonces estudiaba en Eton (ese ambiente que Coleridge conoc¨ªa tan bien) la hab¨ªa llamado disgustado. Coleridge cuenta que Lady Diana le dijo: ¡°Los dem¨¢s chavales se est¨¢n burlando de ¨¦l, dici¨¦ndole que mis tetas son muy peque?as¡±. La princesa estaba contrariada tambi¨¦n y, en confianza, le pregunt¨®: ¡°Nicholas, se franco, por favor. Quiero saber tu punto de vista. ?Crees que mis pechos son demasiado peque?os?¡±. No es la ¨²nica indiscreci¨®n que contiene el volumen: tambi¨¦n narra el acuerdo de 100 millones de libras al que lleg¨® con Mohamed Al-Fayed en el club Bath & Racquets para que retirara una demanda contra Vanity Fair o desliza que John Travolta (amigo ¨ªntimo de Diana) viaja siempre con un asistente que se ocupa espec¨ªficamente de su pelo.
Aunque el libro est¨¦ impregnado de la malicia, el sentido de la diversi¨®n y el saber vivir que es necesario para triunfar -y disfrutar- en el mundo de las revistas de alta gama, Coleridge tambi¨¦n trasciende los meros cotilleos y habla del funcionamiento de la industria: analiza la feroz rivalidad entre editoriales, dice que una buena portada puede significar un aumento de las ventas en quiscos de hasta le veinte por ciento y hace un an¨¢lisis de cifras de circulaci¨®n. En las entrevistas que ha concedido con motivo del lanzamiento de sus memorias es realista: sabe que el futuro del papel es incierto, pero est¨¢ convencido de que no ha muerto a¨²n. Y si le preguntan por el rol de los influencers (como hicieron en The Independent) es enormemente cr¨ªtico: ¡°Los grandes periodistas de moda tienen un conocimiento profundo de la industria y pueden hacer valoraciones ¨²tiles y con entidad. Los influencers tienen muchos seguidores y los invitan a los shows, donde les fotograf¨ªas con un bolso nuevo maravilloso que les ha regalado una marca. Pero yo no llamo a eso periodismo¡±.
Entra dentro de lo previsible que este caballero de Eton acostumbrado a cerrar tratos con supermodelos y estrellas en los restaurantes m¨¢s sofisticados de Mayfair no apruebe la llegada de la plebe a los front rows. El mundo en el que ¨¦l triunf¨® se reg¨ªa con unos valores muy diferentes. ?l es el ¨²ltimo mohicano de un universo que se desvanece.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.