Jenny Odell, la mes¨ªas del no hacer nada: ?Te juegas much¨ªsimo cuando decides dejar las redes sociales?
?C¨®mo combatir el ansia en un mundo atrapado por las redes sociales y la econom¨ªa de la atenci¨®n? Jenny Odell ofrece respuestas.
El verano pasado Jenny Odell recay¨®. Mientras el cielo de San Francisco se te?¨ªa de un inquietante naranja apocal¨ªptico por los feroces fuegos que arrasaban el Oeste de EE UU, mientras crec¨ªan sin freno las cifras de muertos diarias por la pandemia y la tensi¨®n pol¨ªtica se electrizaba por momentos, esta artista volvi¨® a verse absorbida por la pantalla de su m¨®vil. Despu¨¦s de meses de uso moderado, estaba de vuelta a la actualizaci¨®n compulsiva de redes, a la tensi¨®n por los ¡®¨²ltima hora¡¯ y la esclavitud del zumbido de las notificaciones, atrapada por el scroll infinito del miedo y la ansiedad: ?Cre¨ª que deb¨ªa estar conectada. Me sent¨ªa en peligro, muy sola. Los incendios cada vez estaban m¨¢s cerca de casa de mis padres y estaba muy asustada. Lo normal ah¨ª es agarrarse a tu pantalla. Es lo que mueve esta rueda, ?no? La angustia, la indignaci¨®n, la incerteza, el aislamiento¡ Era inevitable?, cuenta en una charla v¨ªa Zoom.
Cuando Odell escribi¨® aquello de ?Nada cuesta m¨¢s que no hacer nada?, la frase que abre C¨®mo no hacer nada, su ensayo debut que ahora edita Ariel con traducci¨®n de Juanjo Estrella, esta docente de Stanford vino a resumir el estado de la cuesti¨®n en la que se ha convertido la biblia involuntaria de la desafecci¨®n generacional: ?Qui¨¦n ostenta el lujo de no participar en las redes? ?Tenemos una opini¨®n propia o es el eco cacof¨®nico de todas las de aquellos que seguimos, voces encajadas por nuestro algoritmo personal? ?C¨®mo se sobrevive en un mundo que ha mercantilizado el tiempo y cuantificado la eficiencia de la generaci¨®n del ¡®siempre conectados, siempre disponibles¡¯? ?Y c¨®mo conectamos con el presente de forma plena, c¨®mo se vive al fin y al cabo sin la agon¨ªa de pensar que nos falta algo m¨¢s?
En las ant¨ªpodas del imaginario de la autoayuda simplista y renegando de ese ascetismo de redes que denota cierta superioridad moral sobre los dem¨¢s, Odell ofrece respuestas uniendo filosof¨ªa, arte y resistencia pol¨ªtica para combatir al presente desde lo individual a lo colectivo. Un texto fascinante que analiza el poder de un internet no mercantilizado, que transita por el jard¨ªn de Epic¨²reo, los fil¨®sofos c¨ªnicos, el auge y ca¨ªda de las utop¨ªas comunales o el poder de la organizaci¨®n sindical. Un texto sobre la fuerza que esconde el ?Preferir¨ªa no hacerlo? de Bartleby el escribiente o las lecciones vitales tras las series fotogr¨¢ficas de David Hockney, las sinfon¨ªas de John Cage o las performances de rechazo de Pilvi Takala.
La nada que propugna Odell no es renuncia total a la sociedad. La suya es una reacci¨®n h¨ªbrida, una que pide contemplar y participar, pero que tambi¨¦n deja la puerta abierta a irse para poder regresar. Distanciarse sin abandonar. De tener la oportunidad de ?creer en otro mundo al tiempo que vives en este?.
Dice que quienes abandonan las redes es porque se lo pueden permitir. Que solo pueden quienes no deben estar siempre conectados y disponibles. ?Apagar es un privilegio?
Totalmente. Como artista, necesito la atenci¨®n de la gente. Tambi¨¦n la necesitan periodistas, escritores o quien se dedique a las industrias creativas. Soy consciente de lo ¨²tiles que son las redes para visibilizar nuestro trabajo. Una de mis exposiciones m¨¢s importantes la consegu¨ª gracias a mi cuenta de Tumblr. El problema, y la ansiedad, llega de la pura necesidad. Por mucho que te guste usar las redes o no, te ser¨¢ muy dif¨ªcil renunciar. Te estar¨¢s jugando much¨ªsimo al hacerlo.
Usted ha dicho que la l¨®gica capitalista nos lleva a la ?miop¨ªa y la desafecci¨®n?.
Pondr¨¦ un ejemplo que sonar¨¢ raro, pero desde la desescalada empec¨¦ a ir paseando hasta un cementerio cerca de mi piso, uno con unas vistas incre¨ªbles. Sentada all¨ª, mientras contemplaba toda la ciudad, me convenc¨ªa moment¨¢neamente de que no necesitaba nada m¨¢s. ?Por qu¨¦ iba a quererlo? All¨ª me sent¨ªa plena. Volv¨ªa a casa y los anuncios no me hac¨ªan efecto. Ni la compra en un clic o el gancho de recibirlo antes de 24 horas. Sentirte satisfecha con tu vida no es bueno para el negocio.
Critica los mensajes impulsivos que se hacen virales. Dice que no son ¨²tiles y que son formas de comunicaci¨®n que no invitan a la reflexi¨®n.
S¨ª y no. No quiero decir que las emociones no tienen cabida en las redes. Black Lives Matter es una frase que dijo Alicia Garza y entiendo que naci¨® de la emoci¨®n y sin ella no hay cambio social posible. Hay mensajes necesarios, pero hay que alejarse del puro engagement, de escribir porque tenemos pistas de lo que va a funcionar. Pienso mucho en c¨®mo utilizar esa energ¨ªa, especialmente con las recientes agresiones a asi¨¢ticos en EE UU. Ah¨ª me pregunto: ?Digo algo sobre esto, que me duele, o quiz¨¢ no ser¨ªa mejor utilizar esa energ¨ªa en una charla mientras paseo con un amiga y debatimos sobre el tema? Aunque me sienta obligada a decir algo, prefiero actuar de una forma diferente.
Asegura que el exceso de contenido banal en internet es una forma de censura.
Los activistas se quejan de esa obligaci¨®n de generar contenido sin descanso para no perder cuerda en el debate virtual y de tener que volcar su energ¨ªa en esta l¨®gica de frases cortas antes que buscar la conversaci¨®n real o poder incubar ideas. Me recuerda mucho a un texto seminal sobre este problema, el de Oliver Burkeman titulado C¨®mo las noticias asaltaron la realidad. Priorizamos la necesidad de estar al d¨ªa antes que reflexionar. Yo misma me siento una irresponsable cuando intento limitar la informaci¨®n que consumo. Me siento mal aunque sepa que, en el fondo, estoy haciendo bien. S¨¦ que la sabidur¨ªa la proporciona el acceso a la informaci¨®n, pero tambi¨¦n necesito espacio para la contextualizaci¨®n y reflexi¨®n.
Creci¨® en Cupertino, donde estaba la primera sede de Apple. Es muy cr¨ªtica con la cultura empresarial de Silicon Valley.
Est¨¢ en sus ra¨ªces. Aqu¨ª siempre se habl¨® de la conquista de la ciberfrontera, de ese imaginario que bebe de la doctrina del Destino Manifiesto. Silicon Valley ha exportado esa mentalidad de ir r¨¢pido, esa idea de que el ganador se lo lleva todo. Es la cultura del inversor mezclada con la propia fiebre del oro de California y hacerse rico instant¨¢neamente. Aqu¨ª se capitaliza todo, hasta el tiempo. Mis alumnos dicen que mis clases son ?poco pr¨¢cticas? y sus ideas son start-ups.
La he escuchado charlar con Margaret Atwood sobre el avistamiento de p¨¢jaros, su pasi¨®n. ?Es su mecanismo de evasi¨®n?
No es solo escapismo. Cuando lo practico, digamos que conecto de una forma m¨¢s plena. El otro d¨ªa me encontr¨¦ con dos aves muertas en la Reserva Natural del Pantano de Pescadero, google¨¦ sobre el fen¨®meno y aparecieron un mont¨®n de noticias sobre los efectos del cambio clim¨¢tico. No hay escapatoria posible, pero s¨ª otras formas de conexi¨®n.
?Qu¨¦ relaci¨®n tiene ahora con sus redes sociales?
Va a rachas. Ahora, escribiendo mi segundo libro, que tratar¨¢ sobre nuestra relaci¨®n con el tiempo, es pr¨¢cticamente nula. Entro poco, consulto mis interacciones, comparto algo de inter¨¦s y nunca, nunca, me quedo atrapada en el feed.
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