Mira todos esos libros
Crecer tambi¨¦n es renunciar a ser quien hubieras querido ser para poder ser quien eres.
Durante a?os albergu¨¦ la fantas¨ªa de viajar sola. Me imaginaba leyendo en ex¨®ticos caf¨¦s en cualquier rinc¨®n del mundo, haci¨¦ndome amiga de desconocidos y explorando las ciudades. Cuando el a?o pasado por fin estuve tres d¨ªas viajando sin compa?¨ªa me top¨¦ de bruces con la realidad: me aburr¨ªa como una ostra. Aquello que nos define se encuentra, la mayor¨ªa de veces, en la distancia que va de lo que creemos ser a lo que realmente somos. Algo parecido me ha ocurrido con la idea de los campus universitarios americanos.
Siempre me ha fascinado la literatura de campus. El campus es esa especie de microciudad, un oasis intelectual donde parece que el tiempo se detiene entre libros y bibliotecas. Varias de las novelas que m¨¢s me han gustado transcurren ah¨ª: El secreto de Donna Tartt, Stoner de John Williams o La trama nupcial de Jeffrey Eugenides. La frase que abre esta ¨²ltima es el sue?o de cualquier bibli¨®filo: ?Para empezar, mira todos esos libros?. En las pel¨ªculas de campus somos testigo del paso pl¨¢cido de las estaciones: la ca¨ªda de las hojas oto?ales, las nevadas en invierno junto a las chimeneas y el fuego, la naturaleza floreciendo tranquilamente en primavera y el c¨¢lido verano, cuando los edificios, de repente solitarios, quedan vac¨ªos de estudiantes.
De peque?a le¨ªa sobre Yale, Princeton, Harvard, lugares aislados del tiempo donde el saber se manten¨ªa a resguardo de influencias externas, y so?aba que alg¨²n d¨ªa ser¨ªa una de esas chicas cargadas de libros entre paredes de ladrillo. Cuando el a?o pasado visit¨¦ el campus de Yale todav¨ªa manten¨ªa esa ilusi¨®n infantil de que alg¨²n d¨ªa har¨ªa un doctorado en literatura comparada o dar¨ªa clases de literatura espa?ola entre arcos g¨®ticos. Qu¨¦ estudiante de letras no imagin¨® vivir en un espacio as¨ª escuchando a Robin Williams en El club de los poetas muertos y su famoso discurso sobre la importancia de la literatura: ?Las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo. Les contar¨¦ un secreto: no leemos y escribimos poes¨ªa porque es bonita. Leemos y escribimos poes¨ªa porque pertenecemos a la raza humana; y la raza humana est¨¢ llena de pasi¨®n. La medicina, el derecho, el comercio, la ingenier¨ªa son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poes¨ªa, la belleza, el romanticismo, el amor son cosas que nos mantienen vivos?.
En Stoner, John Williams escribe que la Universidad, con may¨²sculas, ese campus id¨ªlico, existe para los despose¨ªdos del mundo. No para los estudiantes ni para la b¨²squeda desinteresada del conocimiento, sino para los que no encuentran refugio en otro lugar, ni en las grandes ciudades, ni en la sociedad. El campus protege y a¨ªsla a la vez, ahora de forma m¨¢s exacerbada. Y quiz¨¢ por eso ahora s¨¦ que probablemente nunca vivir¨¦ en ese microclima de edificios apartados de los n¨²cleos urbanos. Me gusta demasiado el traj¨ªn de la ciudad, salir de clase en mitad del ruido de los coches, la sensaci¨®n de ver las cosas que est¨¢n pasando. Y sonr¨ªo al caminar cuando escucho esa canci¨®n de Vampire Weekend, Campus, que dice: ?Cruel professor, studying romances. How am I supposed to pretend / I never want to see you again??.
Unas semanas atr¨¢s, paseando por un Harvard algo desolado, entre las hojas amarillas y naranjas que cubr¨ªan los patios, pens¨¦ que est¨¢ bien que la ¨²nica experiencia de ese tipo que vaya a tener sea a trav¨¦s de la literatura y de las pel¨ªculas. Y que lo mismo ocurre con los viajes, que no los har¨¦ sola si no es estrictamente necesario. Crecer tambi¨¦n es renunciar a ser quien hubieras querido ser para poder ser quien eres. Por eso cuando entr¨¦ en la librer¨ªa de Harvard vi con cari?o ¨Cy cierta nostalgia por lo que ya no soy¨C todas esas novelas que me hab¨ªan hecho visitar los edificios mucho antes de pisarlos.
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