Marianne North: la pionera que desafi¨® a todos para ilustrar (y descubrir) flores y plantas de todo el mundo
Amiga de Darwin, al¨¦rgica al matrimonio y la primera mujer protagonista de un gran viaje cient¨ªfico, dedic¨® su fortuna a viajar por el globo, incluidas las Canarias, para pintar y descubrir plantas y flores desconocidas.
La pintura, ¡°seductora y adictiva como el alcohol¡±. Su padre, ¡°el ¨²nico ¨ªdolo y amigo de mi vida¡±. El matrimonio, ¡°un terrible experimento¡± que convierte a la mujer casada en ¡°una especie de sirvienta cualificada¡±. Los compa?eros de viaje, ¡°fastidiosos¡±. Estas son algunas de las opiniones contundentes de la pintora y viajera Marianne North, que se defin¨ªa a s¨ª misma como ¡°un p¨¢jaro muy salvaje amante de la libertad¡±.
Nacida en 1830, en Hastings (Inglaterra), hija de un rico terrateniente y parlamentario, Frederick North, Marianne mostr¨® tempranas inclinaciones art¨ªsticas. Primero por la m¨²sica, afici¨®n que abandon¨® pronto pues parece que sus aptitudes eran limitadas; y m¨¢s tarde por sus dos grandes amores que la acompa?ar¨ªan hasta el final: la escritura y la pintura.
Cuando su madre muri¨®, Marianne ten¨ªa s¨®lo 25 a?os y cumpli¨® hasta el final la promesa que le hizo: no abandonar nunca a su progenitor. As¨ª fue como Marianne se vio embarcada en numerosas traves¨ªas junto a su padre, notable viajero, en esa costumbre tan de la sociedad acomodada de la ¨¦poca que era el Grand Tour, un itinerario que normalmente se desarrollaba por Europa y que, en el caso concreto de los North, les llevar¨ªa a Suiza, Italia, Turqu¨ªa, Grecia, Espa?a, L¨ªbano o Egipto. Un viaje que parec¨ªa no acabar nunca y que le sirvi¨® a Marianne para comenzar a desarrollar sus dotes de pintora in situ (dec¨ªa su hermana que Marianne ¡°nunca pudo soportar ver flores in¨²tilmente recogidas y sus inofensivas vidas destruidas¡±), pero sobre todo a acostumbrarse a las inclemencias de los periplos de la ¨¦poca que a tenor de lo que ha contado en sus libros de memorias no debieron ser pocas.
A la muerte de su padre, Marianne hered¨® una peque?a fortuna que, naturalmente, invirti¨® en el que siempre hab¨ªa sido su sue?o: ¡°Ir a un pa¨ªs tropical a pintar su peculiar vegetaci¨®n¡±. As¨ª, en 1871, con 41 a?os emprende su primer viaje en solitario. Naturalmente viajar en aquel momento era de una dureza inimaginable. Lluvias torrenciales, transportes escasos y rudimentarios, enfermedades mortales, hospedajes espantosos¡ Con el detalle a?adido de que quien viajaba era, desafiando toda las costumbres y convenciones de la ¨¦poca, una mujer sin otra compa?¨ªa que la de su equipaje. Tal y como cuenta Jos¨¦ Luis Garc¨ªa P¨¦rez en Viajeros ingleses en las Islas Canarias durante el siglo XIX, la mayor¨ªa de las viajeras inglesas de esta ¨¦poca vest¨ªan pesadas vestimentas, ¡°idolatradas faldas¡± de las que no se desprend¨ªan jam¨¢s ?d¨¢ndoles un perfil caracter¨ªstico?. Muchas de ellas rechazaban el uso del pantal¨®n por considerarlo demasiado ¡®masculino¡¯ incluso cuando la posibilidad de tener que montar a caballo para desplazarse era altamente probable. Curiosamente, y a pesar de ser miradas con el mayor de los recelos por la sociedad de la ¨¦poca, todas estas mujeres viajeras van a dejar, seg¨²n Garc¨ªa P¨¦rez, una de las m¨¢s minuciosas literaturas de viaje de la ¨¦poca. As¨ª fue en el caso de North que no solo legar¨ªa a la eternidad un par de excelentes libros (Recollections of a Happy Lifey Some Further Recollections of a Happy Life) sino que, sobre todo, dejar¨ªa un prolijo y valios¨ªsimo legado bot¨¢nico. Marianne viajaba con un abultado equipaje dedicado, casi en su totalidad, a transportar material de trabajo.
La viajera hab¨ªa abandonado la acuarela (considerada en aquel momento como la pintura adecuada para las se?oritas) por el ¨®leo, de ah¨ª esos colores a¨²n hoy en d¨ªa vibrantes de sus obras que aguantaron las altas temperaturas y la humedad de los tr¨®picos. Aunque recibi¨® cierta formaci¨®n pict¨®rica, Marianne era casi autodidacta. De trazo r¨¢pido y vigoroso, era capaz de pintar un cuadro al d¨ªa y de pasarse horas absorta en la pintura, olvid¨¢ndose de comer, del calor y de cualquier cosa que no fuera capturar la planta en su esencia. El resultado son m¨¢s de mil obras (en las que el blanco, a diferencia de la mayor¨ªa de las l¨¢minas bot¨¢nicas, brilla por su ausencia) que, teniendo en cuenta el a¨²n precario estado de la fotograf¨ªa, constituyen un registro bot¨¢nico excepcional. Y m¨¢s si tenemos en cuenta que est¨¢n pintados en su entorno natural proporcionando una informaci¨®n valios¨ªsima para los cient¨ªficos de la ¨¦poca pero tambi¨¦n para las generaciones futuras. Los descubrimientos fueron tantos y tan importantes que un ¨¢rbol de las islas Seychelles y cuatro especies de Borneo y Sud¨¢frica (el Northea seychelliana, la Crinum northianum), la Areca northiana, el Kniphofia northiana) y la?Nepentes northiana, la mayor planta carn¨ªvora del mundo) fueron bautizadas en su honor: antes de que fueran ¡®retratadas¡¯ por ella, no se sab¨ªa de su existencia¡
En este periplo solitario, Marianne viaj¨® a 17 pa¨ªses, estuvo en seis continentes y prefiri¨® siempre los medios de transporte m¨¢s pausados que le permit¨ªan observar a sus anchas el entorno. Atraves¨® desiertos, oc¨¦anos y monta?as para encontrar el ejemplar m¨¢s ex¨®tico. Qued¨® fascinada por la vegetaci¨®n de la India, por la variedad de ?frica, por las cataratas del Ni¨¢gara, por los bosques de sequoias de California o por la colorida belleza de Jamaica. Viaj¨® a Nueva Zelanda, a instancias de Charles Darwin, gran amigo de su padre que le anim¨® a documentar la flora del lejano pa¨ªs. Cay¨® rendida a los encantos de Tenerife, donde estuvo dos meses y pint¨® 26 exquisitas obras casi todas en el valle de la Orotava.
Marianne muri¨® relativamente joven, en 1890, con 59 a?os; pero antes le dio tiempo a dejar una galer¨ªa que lleva su nombre en el impresionante Kew Gardens (el Real Jard¨ªn Bot¨¢nico de Londres) y que recoge las 833 pinturas bot¨¢nicas y los 246 tipos de madera recogidos a lo largo de sus viajes que la pintora don¨® y dispuso personalmente (una de las condiciones que puso fue que la disposici¨®n de las obras no pudiera ser jam¨¢s alterado). De hecho fue la propia Marianne quien junto al arquitecto James Fergusson dise?¨® el pabell¨®n de aspecto victoriano que alberga la ¨²nica exposici¨®n permanente en Gran Breta?a dedicada a una artista femenina y que constituye el mejor y m¨¢s expresivo cuaderno de viajes que uno pueda imaginar.
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