Placeres de verano | Andar descalzos nos hace mejores personas o c¨®mo desnudar los pies se ha convertido en un s¨ªmbolo de libertad (y estatus)
El ¡®barefoot chic¡¯ se ha convertido en una etiqueta glamurosa, como prueba que Kanye West se ha pasado todas sus vacaciones caminando descalzo por Italia. ?C¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª?
El artista antes conocido como Kanye West ha pasado sus vacanze romane a zapato quitado. Descalzo sobre el abrasador y mugriento empedrado de la capital italiana, rebelde quiz¨¢ imaginando la playa bajo los adoquines eternos junto a su nueva esposa (sin reconocimiento legal), la arquitecta Bianca Censori, que a pesar del nombre no es lugare?a, sino australiana. La pareja tambi¨¦n tuvo tiempo de saborear un gelatto en Florencia, las plantas de sus pies desnudos fundi¨¦ndose con las calles a 35 grados y una humedad en el aire del 79 por ciento, pegajosa gentileza del Arno. Luego volvieron a Roma, hace apenas dos semanas. ?l, a rapear invitado por su pupilo Travis Scott en concierto en el Circo M¨¢ximo (d¨®nde si no), la cabeza cubierta, los pinreles al aire, contumaz; ella, a enfrentarse a una posible multa de hasta 10.000 euros por lo indecoroso (sic) de su indumentaria. A ver si los pies van a ser las
nuevas tetas.
Nadie quiere ver los pies. No gustan, tienen poca gracia. Y peor fama. Se entiende que cueste contemplarlos ¨Cya no digamos olerlos¨C descalzos, al menos si no hay una filia de por medio. Callos, juanetes, ojos de gallo, u?eros, ampollas, hongos, rugosidades, durezas que amarillean, empeines peludos que ni un hobbit, mejillones en lugar de u?as. Menudo desfile a pie de playa y piscina. Hace unos a?os, el Ilustre Colegio Oficial de Pod¨®logos de la Comunidad Valenciana (ICOPCV) informaba de que siete de cada diez espa?oles sufre adem¨¢s para pisar con garbo, una estad¨ªstica que ha devenido can¨®nica. Le pasa incluso a Do?a Letizia, que padece metatarsalgia, dolorosa inflamaci¨®n del nervio interdigital, por lo general entre el tercer y el cuarto dedos. Cuentan que, en cierta ocasi¨®n, Mariano Rajoy, despachando en Zarzuela, la pill¨® con los tacones en la mano, harta.
Uno, de pie cavo, da fe. En mi caso, una planta con m¨¢s arco que el de un puente romano me provoc¨® la rotura del tend¨®n de Aquiles en el verano de los Juegos Ol¨ªmpicos de Londres, en 2012. Tambi¨¦n tengo m¨¢s separaci¨®n de la debida entre pulgares e ¨ªndices, pero eso me lo provoqu¨¦ yo mismo, de tanto empe?o en llevar las chanclas al estilo de los surfistas brasile?os, o eso dec¨ªan: se gira el v¨¦rtice de las tiras al lateral exterior, de manera que el tal¨®n queda sujeto, solo una tira cruzando el empeine desde el dedo gordo, sometido a mayor presi¨®n por su anchura (de visita a un pueblo nubio, a orillas de Nilo, me pas¨¦ la ma?ana customizando chanclas as¨ª a petici¨®n de la chavaler¨ªa, fascinada por el invento mientras yo maldec¨ªa la moda). Ahora detesto las chancletas. Calzarse mal es lo que tiene. Mejor ir descalzo y hacer la vista gorda.
Liberar los pies de la opresi¨®n/represi¨®n zapatera al que se los somete durante casi todo el a?o es, claro, prerrogativa estival. Asomando a la fresca por el extremo de la tumbona, pisando la l¨ªnea de los horizontes de grandeza, el mar al fondo, la postal recurrente enviada desde el filo de las redes sociales que anuncia el inicio de las vacaciones (¡°Aqu¨ª, sufriendo¡±, todav¨ªa hay quien apostilla) se lee como una declaraci¨®n transversal de principios, interclase, interg¨¦nero. Uno de esos pocos gestos, entre contestatario y placentero, que nos iguala. En Descalzos por el parque, a Neil Simon le sirve como met¨¢fora de la inconsciencia, del comportamiento irresponsable y dionis¨ªaco. Cambiar la nieve original en la obra del dramaturgo y guionista neoyorquino (lo mismo que en la c¨¦lebre adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de 1967, con Jane Fonda y Robert Redford) por la arena caliente o el asfalto l¨¢vico no la alterar¨¢. Pero qu¨¦ importa la falta de juicio cuando la experiencia resulta tan reconfortante. Y poderosa. S¨ª, practicar el descalcismo tambi¨¦n es empoderante. Lo de (Kan)Ye, por ejemplo, ser¨ªa una demostraci¨®n de poder: Adidas podr¨¢ haberse embolsado cerca de 500 millones de euros el pasado mayo, tras despachar el stock de zapatillas Yeezy que le qued¨® por vender una vez roto el jugoso contrato de colaboraci¨®n con el rapero a principios de a?o (consecuencia de su escalada racista y antisemita), pero es que a ¨¦l, el tipo que revolucion¨® el mercado del calzado deportivo, no le hace falta siquiera calzarse. ¡°Tampoco me sorprender¨ªa que fuera una estrategia y que la pr¨®xima vez que lo veamos calzado sea con un nuevo dise?o suyo¡±, conced¨ªa el que fuera su ¨²ltimo su jefe de prensa, Jason?Lee, a prop¨®sito de los pies desnudos del controvertido artista, del que, por cierto, se sabe que ha visitado una factor¨ªa de Prato, en el cintur¨®n textil toscano, durante su escapada italiana.
Poco antes, en Los ?ngeles, ya se lo hab¨ªa visto luciendo unos Sandal Socks, calcetines de neopreno que dan la sensaci¨®n de pie descalzo usados por los deportistas de arena y algunos corredores.¡°El tipo que perdi¨® 1.500 millones de d¨®lares¡± (lo que le cost¨® la ruptura con Adidas), se?alaron entonces los tabloides. Porque al final todo se reduce a dinero. Fuera de temporada, lo del barefoot, como lo llaman, es de locos. O de sospechosos de paganismo. En el mejor de los casos, de hippies. En el peor, de pobres, seg¨²n el convencionalismo aporof¨®bico. Cualquiera dir¨ªa, sorpresa, que para muchos sea una actitud vital. Y no tan novedosa, que la cuesti¨®n colea desde 2009, cuando el periodista Christopher McDougall (ejerci¨® de corresponsal de guerra para la agencia Associated Press) public¨® el best seller Nacidos para correr y se desat¨® la fiebre descalcista. ¡°Estamos convencidos de que la vida es mejor ¨Cy las personas tambi¨¦n¨C cuando vas descalzo¡±, afirma Roald Hoope, fundador de la firma holandesa Panta Sandals, dedicada a la innovaci¨®n del calzado minimalista, apenas unos mil¨ªmetros de gomosa distancia entre suelo y pie. ¡°Es parte de nuestra herencia grecorromana. Como los hemerodromoi, los mensajeros-corredores que manten¨ªan la comunicaci¨®n entre las ciudades estado¡±, dice, ech¨¢ndole ¨¦pica a un relato que va de Fil¨ªpedes a h¨¦roes modernos como Abebe Bikila, la flecha de ¨¦bano et¨ªope que se colg¨® el oro ol¨ªmpico corriendo descalzo la marat¨®n en 1960, en Roma (ten¨ªa que ser en Roma), la corredora sudafricana Zola Budd o el triatleta gallego Iv¨¢n Ra?a. ¡°Caminar descalzo es algo que se ha etiquetado como exclusivo de las personas pobres o ignorantes. En cambio, usar calzado es sin¨®nimo de civilizaci¨®n y progreso. Pero eso no es cierto, reminiscencia del falso pudor ante el cuerpo desnudo¡±, esgrime el poeta y acad¨¦mico mexicano Abel P¨¦rez Rojas, descalcista desde hace cuatro d¨¦cadas.
En junio, la divisi¨®n cosm¨¦tica de una firma? de moda de lujo francesa se marc¨® una fiesta en un resort marbell¨ª para inaugurar comercialmente el verano. La ¨²nica condici¨®n de etiqueta requerida a los invitados (Adriana Ugarte, Manuela Velasco, Iv¨¢n S¨¢nchez, Fernando Andina¡) dec¨ªa: barefoot chic.
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