La misi¨®n Marco Polo
La formaci¨®n del Sistema Solar revelada con el estudio de un asteroide primitivo
Todos los planetas, sus sat¨¦lites y los peque?os cuerpos que denominamos asteroides y cometas se formaron a partir de la agregaci¨®n de peque?as part¨ªculas s¨®lidas que, o bien se condensaron en la nebulosa que dar¨ªa origen al Sol o bien lo hicieron en las atm¨®sferas o entornos circunestelares de otras estrellas. La diferenciaci¨®n qu¨ªmica experimentada por los planetas hace que estos materiales primigenios hayan sido exclusivamente preservados en los cuerpos cuyo di¨¢metro, inferior a alrededor de un centenar de kil¨®metros, evitase que sufriesen procesos de metamorfismo o incluso fusi¨®n a altas temperaturas.
Entre los objetos primitivos encontramos los asteroides de los que proceden los meteoritos conocidos como condritas y los cometas. Estudiando su textura y componentes se ha deducido que son realmente aglomerados del disco protoplanetario del que nacer¨ªan los planetas. No resulta extra?o pues que peque?os asteroides y cometas est¨¦n en el punto de mira de las tres principales agencias espaciales que destinan fondos a la investigaci¨®n de nuestro sistema planetario: la europea ESA, la estadounidense NASA y la japonesa JAXA.
Podemos considerarnos afortunados pues estamos asistiendo a una ¨¦poca de grandes retos en el campo de la exploraci¨®n espacial
Podemos considerarnos afortunados pues estamos asistiendo a una ¨¦poca de grandes retos en el campo de la exploraci¨®n espacial. Actualmente una de las misiones de tama?o medio preseleccionadas por la Agencia Europea del Espacio en el marco del programa Cosmic Vision 2015-2025 planea visitar un asteroide pr¨®ximo a la Tierra (conocida por su acr¨®nimo del ingl¨¦s Near Earth Object, NEO) y retornar muestras de sus materiales para su estudio en laboratorios terrestres. Recordemos que hasta la fecha s¨®lo ha habido dos cuerpos en el Sistema Solar de los que se hayan tra¨ªdo muestras a la Tierra: La Luna (Apolo, NASA) y el cometa 81P/Wild 2 (Stardust, NASA). Con esos escasos precedentes no cabe duda que detr¨¢s de una misi¨®n de retorno como Marco Polo existe una enorme motivaci¨®n cient¨ªfica y un no menos importante desaf¨ªo tecnol¨®gico.
La nebulosa solar y los minerales primigenios
Los astrof¨ªsicos solemos decir que el Sol es una estrella de tercera generaci¨®n. Sabemos que naci¨® cuando en la galaxia V¨ªa L¨¢ctea estrellas de generaciones anteriores hab¨ªan finalizado su existencia, expulsando los elementos qu¨ªmicos sintetizados en sus interiores al medio interestelar. Particularmente relevante fue que aquellas estrellas ya desaparecidas sintetizaron a partir del hidr¨®geno y helio primordiales los elementos pesados que formar¨ªan silicatos y metales, constituyentes mayoritarios de las rocas, pero tambi¨¦n carbono, ox¨ªgeno y nitr¨®geno, esenciales para la qu¨ªmica de la vida. La formaci¨®n estelar acontece en los brazos gal¨¢cticos de la V¨ªa L¨¢ctea. En ellos existen nubes moleculares, concentraciones de gas y peque?as part¨ªculas de polvo con masas miles de veces la del Sol. Estas nubes en continuo movimiento est¨¢n sometidas a su propia gravedad y a procesos turbulentos que dan origen al colapso local y a la aparici¨®n subsiguiente de nuevas estrellas.
De la dataci¨®n de los componentes m¨¢s primitivos de los meteoritos denominados condritas, las llamadas inclusiones refractarias de calcio y aluminio, sabemos que nuestro Sistema Solar naci¨® de esa manera hace 4.567 millones de a?os. Aquel caldo gaseoso, salpimentado con peque?as part¨ªculas de polvo de origen estelar, poseer¨ªa las semillas necesarias para formar planetas e incluso vida.
Para nuestra fascinaci¨®n las teor¨ªas de formaci¨®n de los planetas por agregaci¨®n de cuerpos m¨¢s peque?os pueden ser corroboradas a partir del estudio de los meteoritos m¨¢s primitivos. Las peque?as part¨ªculas formaron agregados cada vez mayores que constituir¨ªan a la postre los bloques constitutivos de los planetas, al menos, casi todos. Unos pocos, sin embargo, fueron afortunados supervivientes. Ni chocaron para formar parte de los planetas ni fueron dispersados gravitatoriamente por ellos hacia los confines del Sistema Solar. Algunas regiones como el cintur¨®n principal o el cintur¨®n de Kuiper almacenaron algunos de estos asteroides peque?os y cometas que han mantenido sus materiales formativos esencialmente inalterados. Por tanto, parad¨®jicamente, para conocer detalles esenciales sobre las primeras fases en el origen de la Tierra necesitaremos estudiar atentamente los cuerpos m¨¢s peque?os y primitivos que se han preservado.
No cabe duda que la misi¨®n Marco Polo, si resulta finalmente seleccionada por la ESA, nos ayudar¨¢ a comprender m¨¢s detalles sobre el origen del Sistema Solar. Esos materiales que se planea recuperar en uno de los asteroides primitivos preseleccionados posiblemente no est¨¦n sesgados por los procesos de impacto y deceleraci¨®n atmosf¨¦rica que encontramos en las condritas m¨¢s primitivas llegadas a la Tierra. El apoyo a este tipo de misiones que, con un coste moderado, pueden proporcionarnos un retorno tan valioso, parece esencial para el ¨¦xito en la exploraci¨®n de nuestro Sistema Solar y el desarrollo tecnol¨®gico consiguiente. Precisamente en la actualidad el apoyo de investigadores y tecn¨®logos a esta fascinante misi¨®n puede expresarse a trav¨¦s de la web de Marco Polo.
Josep M. Trigo Rodr¨ªguez es investigador del Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC-IEEC) en Barcelona y miembro de la Sociedad Espa?ola de Astronom¨ªa
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