El clamor de la amistad
Pedro Altares no fue nunca una sola persona. Su medio vital era el grupo, la amistad, la compa?¨ªa y, en ocasiones, incluso la multitud.
La concurrencia a sus fiestas, por San Pedro, en su cas¨®n de Torrecaballeros fueron anualmente la cara m¨¢s fehaciente de su identidad. No es nada raro sino natural que fuera uno de los ejes principales de Cuadernos para el Di¨¢logo cuya mayor caracter¨ªstica fue que all¨ª est¨¢bamos todos de todos los pelajes pol¨ªticos y personales en torno a la indulgente y bonachona figura de Pedro y de don Joaqu¨ªn.
Ruiz Jim¨¦nez, don Joaqu¨ªn, fund¨® aquella revista pero Pedro Altares hizo que fuera adem¨¢s de una publicaci¨®n un p¨²blico activo. No s¨®lo consegu¨ªa que unos y otros nos pusi¨¦ramos m¨¢s o menos de acuerdo en los editoriales y en los temas de portada sino que se compromet¨ªa a ensamblar esta heterogenidad emisora con los miles de receptores, tambi¨¦n heterog¨¦neos que supuestamente nos le¨ªan.
O nos adquir¨ªan, al menos. Porque Cuadernos con toda su espesa prote¨ªna constitu¨ªa tambi¨¦n una raci¨®n intelectual no f¨¢cil de deglutir. No digamos ya de metabolizar. En aquellos tiempos, los a?os sesenta y setenta, hab¨ªa tanta gente dispuesta a formar una pi?a democr¨¢tica que a¨²n no facilit¨¢ndole, al modo actual, una lectura jovial y de bajas calor¨ªas se aglutinaba con el mayor af¨¢n.
Pedro Altares, en verdad, nunca fue tan complicado ni espeso, pero fue de todos modos una multiplicidad. Durante la etapa en que Cuadernos para el Di¨¢logo fue mensual, hasta 1978, ¨¦l escrib¨ªa art¨ªculos, editoriales y participaba a menudo en una secci¨®n "desenfada" de la ¨²ltima p¨¢gina que se llamaba, me parece, "El Critic¨®n".
Pedro Altares era, en efecto, muy critic¨®n y acostumbraba a extremar el rechazo de lo injusto con una frase absoluta que le dio justa fama entre quienes admir¨¢bamos su manera honesta de ser. De hecho que, adem¨¢s de por su bonhom¨ªa, fue por su honradez popular que le quer¨ªamos. Y, de ah¨ª, al quererle muchos, form¨¢bamos sin darnos cuenta multitud. Una multitud que o bien atestaba su peque?a casa en la ribera del Manzanares bien anegaba de vino, "pre?aos" y mil tertulias sus espacios segovianos y originariamente labriegos.
Luego vino la fase del Cuadernos para el Di¨¢logo semanal que empez¨® en la primavera de 1976 y que apenas lleg¨® a cumplir dos a?os y medio. Rafael Mart¨ªnez Al¨¦s, su amigo/hermano y la profesionalidad gerencial de Javier G¨®mez Navarro no pudieron con la oleada de otras publicaciones nuevas, Interview entre ellas, que se consideraban cabalmente inaugurales y parec¨ªan de hecho m¨¢s festivas que nosotros, a pesar de lo que breg¨¢bamos en los s¨®tanos de la calle Jarama.
En esta etapa Pedro Altares fue el director oficial de la publicaci¨®n y el osado jefe que aprob¨® una famosa portada tras la elecci¨®n de Adolfo Su¨¢rez como presidente y a la que titulamos, sobre un fondo de luto completo, "El apag¨®n". Nos equivoc¨¢bamos entonces con ese color pero de ninguna manera nos enga?amos ahora los "cuadern¨ªcolas" cuando juzgamos la desaparici¨®n de Pedro como el apag¨®n definitivo de nuestra aventura cordial. Su muerte arrastra la muerte de una ¨¦poca en la que si nos sent¨ªamos tan ilusionados como felices y en¨¦rgicos fue gracias a tipos como Pedro Altares que confundi¨® siempre el conocimiento con el di¨¢logo y la sociedad m¨¢s deseable con la multiplicaci¨®n de los nexos y la relaci¨®n personal. La ¨¦poca m¨¢s reciente, este presente, ha venido a darle triunfalmente la raz¨®n.
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