Galileo, pionero de la divulgaci¨®n cient¨ªfica
En una carta fechada el 16 de junio de 1612, y refiri¨¦ndose a su nueva publicaci¨®n sobre las manchas solares, Galileo Galilei informa a su amigo el can¨®nigo Paolo Gualdo: "La he escrito en idioma vulgar porque he querido que toda persona pueda leerla". El libro saldr¨ªa a la calle en italiano y no en lat¨ªn, como era hasta entonces habitual para las publicaciones de ciencia. Algo muy importante estaba cambiando. ?l mismo, en marzo de 1610, hab¨ªa publicado -todav¨ªa en lat¨ªn- el Sidereus nuncius, la primera revista monogr¨¢fica de la historia, una obra que daba a conocer los fascinantes descubrimientos que el cient¨ªfico hab¨ªa realizado, al mirar el cielo de la noche durante los tres meses anteriores, con un catalejo construido por ¨¦l mismo. Aquellos descubrimientos eran que la Luna ten¨ªa monta?as como la Tierra, que hab¨ªa muchas m¨¢s estrellas de lo que los antiguos se hab¨ªan imaginado, que la V¨ªa L¨¢ctea no estaba constituida por nubes luminosas producto de emanaciones terrestres, sino por un conglomerado de numeros¨ªsimas estrellas, y que el planeta J¨²piter ten¨ªa cuatro sat¨¦lites girando a toda velocidad a su alrededor.
Con aquel instrumento, fruto de la tecnolog¨ªa, Galileo fue capaz de demostrar que observando e interpretando la realidad podemos cambiar las ideas. Y las ideas que ten¨ªa que cambiar estaban muy consolidadas; no en vano ten¨ªan su base en la autoridad de Arist¨®teles, eran defendidas por la Iglesia y concordantes con las Sagradas Escrituras. Las observaciones que Galileo cuenta en el Sidereus nuncios y otras que siguieron los a?os posteriores, como que en el Sol hab¨ªa unas manchas cambiantes que le eran propias, que Venus ten¨ªa fases debido a su giro alrededor del Sol y que Saturno no era una simple esfera, le llevaron a estar convencido de que la Tierra no es el centro del universo, sino que como los planetas gira alrededor del Sol, tal como hab¨ªa propuesto Cop¨¦rnico cincuenta a?os antes, de que el mundo terrenal y el celeste no son diferentes, y que las cosas son cambiantes e imperfectas, "as¨ª en la Tierra como en el Cielo." Ese cambio trascendental de pensamiento supuso una modificaci¨®n de los principios fundamentales de nuestra idea del mundo, y tendr¨ªa sus dificultades hasta culminar la teor¨ªa con la obra de Isaac Newton m¨¢s de cincuenta a?os despu¨¦s.
En todo este proceso, que sirve de ejemplo de c¨®mo un logro tecnol¨®gico -el telescopio- puede dar lugar a un cambio revolucionario en nuestra cultura, quiero destacar otra faceta: unida a la voluntad de Galileo de luchar por la autenticidad de sus ideas, basadas en la propia experimentaci¨®n y sustentadas en su esp¨ªritu cr¨ªtico, est¨¢ su preocupaci¨®n por hacer saber sus resultados a todo el mundo, poniendo una primera piedra fundamental de lo que hoy llamamos divulgaci¨®n cient¨ªfica.
Galileo continuar¨ªa escribiendo en "idioma vulgar". Al libro de las manchas solares siguieron otros, entre ellos su obra cumbre, el Di¨¢logo sobre los dos Sistemas del Mundo (1632), en donde adem¨¢s de hacer un alarde de dial¨¦ctica y ret¨®rica discursiva, nos presenta un ejemplo del uso de los di¨¢logos como ¨²til veh¨ªculo de divulgaci¨®n, por su car¨¢cter coloquial, flexible, ir¨®nico y hasta divertido. Aquella obra supuso su condena por parte de la Inquisici¨®n, pero la idea de publicar en idioma com¨²n marc¨® un camino que ser¨ªa adoptado por otros, como Ren¨¦ Descartes, quien en 1637 public¨® en franc¨¦s su Discurso del M¨¦todo, y Robert Boyle, que dio a la luz en ingl¨¦s en 1661 El qu¨ªmico esc¨¦ptico.
?Qu¨¦ cosas pueden aprenderse leyendo los libros de Galileo? En sus escritos no solamente comunica datos de descubrimientos, sino que se esfuerza por describir con detalle el m¨¦todo experimental que utiliza para llegar a las conclusiones. Nos est¨¢ diciendo que la nueva f¨ªsica requiere rigor experimental y medidas cuantitativas. Adem¨¢s, utiliza el lenguaje matem¨¢tico y herramientas eficaces para describir los esquemas gr¨¢ficos y los dibujos de detalle, y usa las poderosas armas del razonamiento l¨®gico para llegar a conclusiones. Tambi¨¦n nos manifiesta, directa e indirectamente, las actitudes que son necesarias para el trabajo cient¨ªfico: la curiosidad de querer mirar donde nadie ha mirado, la creatividad para usar de modo diferente un instrumento, el pensamiento cr¨ªtico que no se conforma con la idea preexistente, la constancia en la toma de datos d¨ªa tras d¨ªa o la libertad de pensamiento, que le permite ver sin los prejuicios de las ideas imperantes.
Evidentemente, Galileo es un modelo de cient¨ªfico, pero sin dejar de ser un modelo de hombre del renacimiento, que al igual que experimentaba observando el detalle de una l¨¢mpara que oscila o una bola que cae por un plano inclinado, registraba cambios en las posiciones de los planetas, fabricaba instrumentos para medir el paso del tiempo o la variaci¨®n de temperatura, tocaba al la¨²d un saltarello que hab¨ªa compuesto su padre, daba instrucciones para el adecuado trasiego del vino, discut¨ªa sobre Arist¨®teles, pintaba una acuarela o ense?aba perspectiva al pintor y arquitecto Ludovico Cardi.
Contar los descubrimientos cient¨ªficos, el m¨¦todo, los recursos, las actitudes, la relaci¨®n con otros campos del saber, y tener inter¨¦s en que "toda persona pueda leerlo". Esas son razones para seguir teniendo a Galileo como referencia de cultura cient¨ªfica y de divulgaci¨®n cuatro siglos despu¨¦s.
Ram¨®n N¨²?ez Centella es director del Museo Nacional de Ciencia y Tecnolog¨ªa (MUNCYT) . El art¨ªculo mostrado es parte de su intervenci¨®n en el Senado durante una reuni¨®n de presidentes de comisiones de Ciencia e Innovaci¨®n de los parlamentos de los pa¨ªses de la UE y del Parlamento Europeo celebrada el pasado 25 de marzo.
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