Gasto social o inversi¨®n social
La expresi¨®n gasto social sugiere que todo recurso que se destina a ello debe considerarse a fondo perdido. No se justifica en rentabilidades de car¨¢cter econ¨®mico o productivo, sino en valores de solidaridad o la necesidad de cohesi¨®n social. Estas consideraciones adquieren m¨¢s relevancia cuando se trata de atender a las personas m¨¢s necesitadas, por sus dificultades de autonom¨ªa personal, de convivencia familiar o de integraci¨®n social.
Aunque en situaciones de crisis tan acusada como la actual, la solidaridad con los m¨¢s necesitados o la apuesta por la cohesi¨®n social tienen un l¨ªmite, pues como todo el mundo sabe, la capacidad de gasto de una sociedad tiene que estar acorde con su capacidad para generar riqueza. Es, ni m¨¢s ni menos, la cuesti¨®n de la sostenibilidad del gasto social. Por eso, a la hora de asignar recursos a gasto social, hay que ser cautos para no superar el l¨ªmite que lo haga insostenible.
Otra cosa es si se trata de inversiones. De una inversi¨®n se espera rentabilidad en forma de empleo, riqueza, desarrollo tecnol¨®gico y bienestar. En ¨¦poca de crisis nadie cuestiona la necesidad de destinar el m¨¢ximo de recursos a inversiones productivas.
Pues bien, en ¨¦poca de crisis tambi¨¦n es necesario revisar paradigmas que se fraguaron en el modelo econ¨®mico y social afectado. Uno de ellos es el concepto de gasto social, que debe ser sustituido por el de inversi¨®n social. Porque s¨®lo as¨ª podr¨¢n aflorar nuevas oportunidades de desarrollo, tan necesarias para superar la crisis con un nuevo modelo productivo.
Los servicios sociales constituyen actualmente una gran oportunidad inversora. M¨¢s a¨²n, con la implantaci¨®n del Sistema para la Atenci¨®n a la Dependencia. Son soporte imprescindible para el desarrollo econ¨®mico, proporcionando protecci¨®n social adecuada a las nuevas formas de vida y convivencia personal y familiar, y para prevenir la marginaci¨®n y favorecer la cohesi¨®n social, sin la cual no puede existir un desarrollo sostenible.
Las nuevas formas de producci¨®n han hecho saltar por los aires los antiguos modelos de vida familiar, trasladando a la responsabilidad p¨²blica responsabilidades y cuidados que antes se satisfac¨ªan en la familia. Servicios para el cuidado de los menores, de las personas mayores y en situaci¨®n de dependencia, resultan imprescindibles actualmente para que la sociedad desarrolle todo su potencial productivo, especialmente para la incorporaci¨®n plena de las mujeres, superando su tradicional vinculaci¨®n a los cuidados de esas personas en el ¨¢mbito familiar.
Pero la capacidad de los servicios sociales para incidir en el desarrollo econ¨®mico tambi¨¦n puede medirse en t¨¦rminos de sector productivo, con incidencia directa en la generaci¨®n de empleo y riqueza.
Podr¨ªamos recordar el efecto que desde los a?os 80 tiene sobre el sector tur¨ªstico los viajes de la Tercera Edad que, junto a la eclosi¨®n de actividades para personas mayores, ha hecho aflorar un important¨ªsimo sector de consumo cada vez m¨¢s potente.
Pero si un elemento es hoy relevante en este sentido, es la implantaci¨®n de los servicios del cat¨¢logo de la Ley de Dependencia: La memoria econ¨®mica de esta Ley consideraba que supondr¨ªa un punto del PIB una vez que se encontrara plenamente desarrollada. Y valoraba su incidencia directa sobre el empleo en unos 300.000 puestos de trabajo.
Bien es cierto que, hasta el momento, la sobredimensi¨®n de las prestaciones econ¨®micas sobre los servicios (en una proporci¨®n aproximada de 6 a 4), hace dif¨ªcil alcanzar ese objetivo. Pero el potencial sigue intacto, esperando que las cosas en este sentido puedan cambiar.
La capacidad de generar empleo y riqueza vinculada a la autonom¨ªa personal y la protecci¨®n de la dependencia, no s¨®lo est¨¢ en la atenci¨®n a estas personas, sino en la innovaci¨®n y desarrollo tecnol¨®gico: la dom¨®tica, la rob¨®tica, las nuevas tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n... ofrecen en este nuevo escenario de protecci¨®n una oportunidad importante de desarrollo de I+D+I.
La implantaci¨®n de servicios sociales para la protecci¨®n a la dependencia es tambi¨¦n oportunidad de racionalizar el gasto sanitario, con alternativas de menor coste y socialmente m¨¢s eficaces. Los cuidados paliativos o la rehabilitaci¨®n cuestan m¨¢s del doble en un hospital que en un centro residencial, en condiciones m¨¢s favorables para la persona y sus familiares, y sin merma de los cuidados sanitarios.
Otra forma de ahorro en el gasto sanitario, ser¨ªa gestionar el consumo de f¨¢rmacos en las residencias para mayores, desde la provisi¨®n directa por parte del servicio de farmacia de hospitales p¨²blicos de referencia.
Y no es en absoluto ret¨®rico afirmar que promover la actividad y la convivencia en las personas mayores, contribuye a reducir su consumo de servicios y productos sanitarios, con el consiguiente ahorro para el sistema. De la misma manera, servicios que promueven sus cuidados, la prevenci¨®n del deterioro de sus capacidades, la higiene, la correcta alimentaci¨®n..., contribuyen a mejorar su salud y a reducir, en consecuencia, el gasto sanitario. Invertir en servicios sociales puede resultar rentable en t¨¦rminos de reducci¨®n del gasto sanitario.
Como todo sector productivo, los servicios sociales necesitan gestionar sus estructuras con racionalidad y adaptarse a las nuevas condiciones. Se impone una profunda reconversi¨®n, uno de cuyos principales retos es conjugar la responsabilidad p¨²blica, como garante del nuevo escenario de derechos subjetivos, con la necesaria inversi¨®n privada para crear y gestionar dispositivos que los hagan posible.
Facilitar¨ªa mucho las cosas la existencia de un marco normativo estatal, ante la fragmentaci¨®n que se deriva de las competencias auton¨®micas en la materia. Y un papel m¨¢s activo del Ministerio de Sanidad y Pol¨ªtica Social para liderar acuerdos con las comunidades para el desarrollo de la Ley de Dependencia y de los servicios sociales de los ayuntamientos, cuyas dificultades econ¨®micas los hacen inviables sin el apoyo de sus Comunidades y del Ministerio. Sin embargo, el Plan Concertado, instrumento para esta cooperaci¨®n, que naci¨® en los a?os 80, languidece tanto por la congelaci¨®n de la financiaci¨®n estatal como por la falta de liderazgo t¨¦cnico capaz de lograr algo tan elemental como un sistema de informaci¨®n homog¨¦neo.
No va a ser f¨¢cil esta reconversi¨®n de los servicios sociales. Pero es imprescindible. De ello depende su supervivencia y el desarrollo de todo su potencial. Es tiempo de crisis. Tiempo de oportunidades.
GUSTAVO GARC?A HERRERO es experto en gerencia de servicios sociales y director de la residencia geri¨¢trica municipal de Zaragoza.
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