Antes de buscar curaciones... (Antes de curar, hay que estudiar... y mucho)
No hace falta convencer a nadie y menos a un cient¨ªfico de que, entre otras, una de las finalidades de la actividad cient¨ªfica es la de mejorar la calidad de vida del ser humano y contribuir al desarrollo cultural y econ¨®mico de la sociedad. Dicho esto, es necesario denunciar la deriva en las pol¨ªticas cient¨ªficas tanto europeas como estadounidenses hacia la rentabilizaci¨®n de la ciencia.
Esto acabar¨¢ pasando factura, especialmente en nuestro pa¨ªs donde el sistema de ciencia, por mucho que haya crecido en las ¨²ltimas d¨¦cadas, es fr¨¢gil y donde peque?as perturbaciones pueden dar al traste con a?os de esfuerzo de miles de investigadores que gracias a su propio entusiasmo, su vocaci¨®n, y naturalmente al incremento de presupuestario nacional, han sido capaces de situar a Espa?a en puestos impensables hace poco tiempo.
Anteriormente he denunciado de forma p¨²blica lo miope de tal medida (El Pa¨ªs, 4/05/2010), pero como a¨²n somos tan influenciables por lo que viene de fuera, me permito traducir la telegr¨¢fica "carta al director" del New York Times enviada por Moses Chao, un prestigioso investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York, titulada Antes de buscar curaciones y que resume con brevedad inusitada lo que muchos cient¨ªficos de todo el mundo pensamos. Esta carta surge ante la publicaci¨®n de una entrevista realizada por el NYT el 22 de Febrero a Richard J. Hodes, Director del National Institute on Aging, titulada El estudio del envejecimiento y el miedo a los recortes presupuestarios en la que aquel se queja de que para el 2010 solo han subido el presupuesto de su centro un 2% (22 millones de d¨®lares).
Chao aclara que en esta entrevista se pasan por alto las razones del bajo incremento, diciendo: "un factor importante es el ¨¦nfasis excesivo en la investigaci¨®n llamada traslacional, que trata de traducir los hallazgos del laboratorio en aplicaciones cl¨ªnicas, a expensas de la investigaci¨®n b¨¢sica. El impulso dado a los estudios traslacionales por los Institutos Nacionales de la Salud, el Congreso y nuestras universidades es miope y da?ino."
Hace unos meses, en uno de los descansos de una reuni¨®n sobre la memoria y sus enfermedades, comentaba a un directivo de una empresa farmac¨¦utica el notable avance producido en los ¨²ltimos a?os en el conocimiento de los mecanismos b¨¢sicos de la memoria y el aprendizaje. Con cierta sorpresa me respondi¨® que a juzgar por lo que yo le revelaba, m¨¢s de la mitad de los ensayos cl¨ªnicos que se estaban llevando a cabo ten¨ªan un planteamiento err¨®neo. Esta es la misma impresi¨®n de Chao cuando dice en su carta al director: "Ni siquiera sabemos la funci¨®n normal de las prote¨ªnas que causan enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Por otra parte, varios ensayos cl¨ªnicos recientes de medicamentos para la demencia no est¨¢n basados en evidencias cient¨ªficas s¨®lidas. Antes de que podamos encontrar tratamientos racionales para estas enfermedades, se deben dirigir m¨¢s recursos a los estudios b¨¢sicos". Y a?ado yo: ?no hubiera sido mejor dedicar la enorme cantidad de dinero que cuestan algunos ensayos cl¨ªnicos, claramente prematuros, a fomentar el conocimiento b¨¢sico de c¨®mo aprendemos y recordamos?
Es urgente que asumamos que lo fundamental es conocer, y que de ah¨ª se derivan las aplicaciones (ahora denominadas traslaciones) de la Ciencia a la salud, la industria o la econom¨ªa. Es igualmente urgente que asumamos que la investigaci¨®n es un conductor intr¨ªnsecamente lento hacia la innovaci¨®n. Por poner un ejemplo, el rayo l¨¢ser fue descubierto en 1920 por Rudolf Landenburg y solo 40 a?os despu¨¦s se encontraron sus primeras aplicaciones industriales y m¨¦dicas; 54 a?os despu¨¦s posibilita leer c¨®digos de barras (primera aplicaci¨®n comercial) y ya en 1998, 78 a?os despu¨¦s, se pudo emplear en oftalmolog¨ªa.
Por no hablar del led, cuyo descubrimiento data de los mismos tiempos y que est¨¢ llamado ahora, no antes, a sustituir todo tipo de focos o l¨¢mparas incandescentes. Tambi¨¦n ser¨ªa bueno asumir que hay que producir mucho conocimiento para obtener rentabilidades del mismo. Si examinamos el portafolio de patentes de la Universidad de Stanford, en la que se reflejan ni m¨¢s ni menos que 7.400 patentes, solo 3 de ellas han tenido gran ¨¦xito (bigwinners). Una es la tecnolog¨ªa del DNA recombinante, con la que se pudo sintetizar insulina humana pura, un hito en la historia de la medicina. Pero f¨ªjense, 3 de 7.400.
Espa?a ha pasado en pocos a?os de estar en el puesto treinta del r¨¢nking cient¨ªfico mundial al noveno. En poco m¨¢s de 10 a?os, se ha multiplicado por 8 el n¨²mero de patentes, aunque nuestra producci¨®n tecnol¨®gica est¨¦ por debajo de la producci¨®n cient¨ªfica. Pero entiendo yo que por m¨¢s que se estruje la teta, no se obtendr¨¢ m¨¢s leche de la que la vaca es capaz de producir. Tal vez, eso pasa con la ciencia y la tecnolog¨ªa espa?ola: para aumentar la traslaci¨®n no hay m¨¢s remedio que potenciar la ciencia b¨¢sica. Y que cada uno haga su trabajo; lo dem¨¢s es un parto contra natura cuyo fruto es impredecible.
Juan Lerma es director del Instituto de Neurociencias de Alicante, CSIC-UMH, y presidente electo de la Sociedad Espa?ola de Neurociencias (SENC)
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