Un esfuerzo equilibrado
Hemos de reivindicar la exigencia, pero no someter todo a la inmediata rentabilidad econ¨®mica
Para hablar de este asunto con ciertas precauciones bastar¨ªa recordar que no faltan quienes esforz¨¢ndose extraordinariamente no logran especiales ¨¦xitos. Podr¨ªamos atribuirlo simplistamente a su falta de capacidad, ya que algunos consideran que nos encontramos en un mundo donde el m¨¦rito se reconoce inmediatamente, con independencia de otras circunstancias, siempre que haya dedicaci¨®n. A ser posible, absoluta. No obligatoriamente es as¨ª. Y de ello no se deduce que no defendamos el esfuerzo y la exigencia como del todo necesarios. Lo son, y no est¨¢ mal reivindicar la llamada ¡°cultura del esfuerzo¡±, pero, ya que estamos en ello, deber¨ªamos avanzar algo m¨¢s.
En primer lugar, para que no haya apropiaci¨®n indebida de ciertos conceptos, como si fueran patrimonio de determinada ideolog¨ªa. Antes de dar lecciones de esfuerzo, conviene fijarse si no las estaremos impartiendo a quienes han vivido y viven en entornos y familias de exigencia permanente, lo que no ha sido exclusivo de aquellos que, como suele decirse, ¡°han llegado muy lejos¡±.
Hemos de reivindicar el esfuerzo y la exigencia, que son necesarios en la vida, incluso para disfrutar de ella, pero no hemos de someter todo a la inmediata rentabilidad y productividad econ¨®mica. La ciencia, la investigaci¨®n o la formaci¨®n, por ejemplo, son imprescindibles y exigen una enorme dedicaci¨®n y esfuerzo, pero no han de valorarse simplemente por su inmediata rentabilidad ni deducir falta de entrega seg¨²n valoraciones sin dimensi¨®n social.
El esfuerzo y la exigencia han de valorarse con criterios objetivos y con efectos equitativos, en contextos de igualdad de oportunidades, con horizontes y con repercusiones. Efectivamente, hemos de dar lo mejor de nosotros mismos, desarrollar nuestras capacidades, entregarnos a la tarea, luchar por nuestras convicciones y colaborar solidariamente. E impulsar estos valores. Ello tambi¨¦n comporta una exigente dedicaci¨®n que no es solo una conquista personal, sino una tarea social. Bienvenidos sean as¨ª los esfuerzos, que son sin duda imprescindibles.
No hemos de olvidar lo contagiosa que puede resultar la exaltaci¨®n del ¨¦xito f¨¢cil y r¨¢pido, como si todo fuera efecto de la suerte, de la pura capacidad o de la decisi¨®n. Hemos de proponer modelos de referencia tambi¨¦n en la dedicaci¨®n y en los esfuerzos para lograrlo. Pero no pocos apologetas de estos esfuerzos olvidan que el ¨¦xito asimismo depende de las oportunidades.
No hemos de confundir este esfuerzo con la permanente claudicaci¨®n o sumisi¨®n ante las circunstancias, como si todo se redujera a una cuesti¨®n de entregar horas. Sin duda son necesarias y la dedicaci¨®n intensa y razonable es tambi¨¦n un signo de calidad, pero no es suficiente esgrimirla sin m¨¢s consideraciones. Promover el esfuerzo por el esfuerzo o el trabajo por el trabajo como condici¨®n previa, sin m¨¢s repercusiones que la exaltaci¨®n de una posici¨®n, con independencia de las condiciones o de los derechos, recuerda un supuesto ya defendido por un inquietante modo de pensar, seg¨²n el cual el trabajo nos har¨¢ libres. Sin duda, no es lo que piensan quienes promueven con raz¨®n que el esfuerzo es imprescindible, pero entre todos hemos de modular el discurso. Ciertamente, no hay posibilidades de crecer, de mejorar, de promocionarse o de formarse sin esfuerzo, pero no con la voluntad de llegar a ser d¨®ciles empleados, sino ciudadanos activos y libres.
?ngel Gabilondo es catedr¨¢tico de Metaf¨ªsica en la Aut¨®noma de Madrid y exministro de Educaci¨®n. Escribe el blog El salto del ¨¢ngel en EL PA?S.
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