El hombre que grit¨® puta
Gallard¨®n regala met¨¢foras de altos vuelos, como "violencia estructural" para hablar del aborto
Es un cl¨¢sico. Tan viejo es, que hasta pereza da encarar el asunto. Cuando a los ultraconservadores se les acaban los temas estrella, que en EE UU consiste en prometer que se adelgazar¨¢n las ayudas del Estado para que los pobres sientan que son m¨¢s libres y que ninguna autoridad se entromete en sus miserables vidas; cuando ya han conseguido una vez que la Am¨¦rica m¨¢s cazurra comulgue con el c¨ªnico discurso de la libertad, entonces, se ponen sentimentales y se sacan el ¨²ltimo conejo de la chistera: el derecho a la vida. Ese es el momento en que los pol¨ªticos se convierten en abrazani?os y los m¨ªtines finalizan en un delirio de himnos, confetis y beb¨¦s que pasan de un brazo a otro. Sorprende que un imperio en crisis dedique tanta energ¨ªa a la vida ¨ªntima de las mujeres, pero as¨ª es.
?El presidente se desvela ante la posibilidad de una guerra con Ir¨¢n y por ah¨ª andan a bastonazos los mosqueteros del republicanismo neg¨¢ndose a que la planificaci¨®n familiar se incluya en los seguros m¨¦dicos. Hubo una portada genial de la revista New Yorker en la que se ve¨ªa a Obama, partido de risa, viendo la final de la Superbowl. En la imagen no aparec¨ªan los jugadores reales, sino estos tres l¨ªderes de la Am¨¦rica carca d¨¢ndose de hostias como en un cuadro de Goya. La vi?eta ten¨ªa su enjundia. Es cierto que en este pa¨ªs, dividido en dos, hay un componente fan¨¢tico, pero tambi¨¦n lo es que si los candidatos se pasan de rosca, pueden asustar al votante republicano m¨¢s moderado.
Eso sucedi¨® cuando el tal Santorum tuvo la ocurrencia de defender la desaparici¨®n de las escuelas p¨²blicas: ¡°?Por qu¨¦ hemos de someter a nuestros ni?os a la educaci¨®n del Estado?¡±. Miedo dan. Miedo porque de todo el cat¨¢logo de ideas que exportan nosotros solemos comprar lo m¨¢s detestable. Como suele ocurrir, cuando la derecha no se atreve a decir una barbaridad, la pone en boca de un periodista. En este caso le toc¨® a Rush Limbaugh, un predicador del republicanismo, que se considera a s¨ª mismo un creador de pensamiento. Tan inspirado estaba una ma?ana el se?or Limbaugh con su discurso rabioso a favor de la vida que a Sandra Fluke, estudiante de Georgetown que hab¨ªa defendido el derecho a la asistencia ginecol¨®gica, la llam¨®, sin m¨¢s, puta, sin eufemismos, puta, sin cortarse un pelo, como suena, y engolfado ya en su ataque anim¨® a la se?orita Fluke a grabar sus encuentros sexuales en v¨ªdeo para que el contribuyente disfrutara al menos de sus escarceos amorosos que paga con sus impuestos.
Sorprende que un imperio en crisis dedique tanta energ¨ªa a la vida ¨ªntima de las mujeres, pero as¨ª es
Yo no creo que el se?or Limbaugh dijera algo distinto, en esencia, a lo que piensan muchos republicanos, su error fue expresarlo con palabras que aqu¨ª est¨¢n proscritas. Como resultado de llamar puta a una joven que apoya el plan de Obama de incluir la planificaci¨®n familiar en la asistencia m¨¦dica, algunos anunciantes, asustados por el tono, retiraron los anuncios del programa. Y Limbaugh, pobre, tuvo que pedir disculpas. La se?orita Fluke, por su parte, ha impartido una sabia lecci¨®n al batall¨®n de se?ores henchidos de raz¨®n que imaginan que al ginec¨®logo solo se va cuando se tienen interesantes perspectivas sexuales en mente y que la p¨ªldora anticonceptiva solo se toma para la consecuci¨®n de dichas perspectivas. Est¨¢ claro que, por un lado, es un tema que a estos individuos no se les va de la cabeza un segundo, y que, por otro, no comparten demasiado con sus esposas el amplio abanico de razones por los que una mujer visita al m¨¦dico. Sus esposas. Ese es otro asunto interesante: un tanto por ciento elevad¨ªsimo de las mujeres que votan republicano han admitido servirse de alg¨²n tipo de m¨¦todo anticonceptivo. El c¨¦lebre Ogino, por cierto, no estaba entre los citados.
Alg¨²n valiente tiene que traducir el mensaje de Gallard¨®n: las espa?olas deben volver a abortar a Londres
Miedo me da, ya digo. Los espa?oles acabamos compr¨¢ndoles todo. Qui¨¦n nos dice que en el futuro un pol¨ªtico, cargado de raz¨®n y falto de ideas para acabar con la crisis, no suelta por esa boca que la que quiera juerga que se la pague. No lo dir¨¢ as¨ª, claro, envolver¨¢ su discurso en eufemismos, pero tendr¨¢ alg¨²n predicador en la tele o en la radio que le haga el trabajo sucio. De momento, ah¨ª andan sus se?or¨ªas a vueltas con el aborto, con el ministro Gallard¨®n regal¨¢ndonos met¨¢foras de altos vuelos, como esa de ¡°la violencia estructural¡± que aboca a las mujeres al aborto. Pues s¨ª, no est¨¢n los tiempos como para tener hijos. De cualquier manera, algunos se atreven y los tienen y, a pesar de la violencia estructural, los sacan adelante. Pero el aborto siempre ha existido, con estructural violencia o sin ella, y lo m¨ªnimo que se puede hacer es regularlo de la manera m¨¢s segura posible y dejar a las mujeres que decidan sobre lo m¨¢s ¨ªntimo de sus vidas.
Estoy convencida de que esto, tal cual, lo entiende Gallard¨®n, pero en su posici¨®n de ministro se debe a unos votantes que nunca le han cre¨ªdo demasiado fiel al ideario conservador y tiene que mostrar su pureza de sangre. El trabajo de alcalde le permit¨ªa nadar entre dos aguas. Ahora que no tiene m¨¢s remedio que abordar asuntos como este se pone metaf¨®rico. Yo, al estilo Limbaugh, le veo una ventaja: la claridad. Tiene que haber por ah¨ª un presentador valiente que traduzca el mensaje del ministro al lenguaje llano: las espa?olas deben volver a abortar a Londres. Como se ha hecho siempre.
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