La tristeza de ser Cristiano
Un joven que alcanza el estrellato s¨²bitamente a los 20 se arriesga a alejarse de la realidad Lo que m¨¢s necesita la figura es un entorno que inhiba la egolatr¨ªa
Lo sorprendente ¡ªlo realmente asombroso¡ª es que no haya m¨¢s deportistas de ¨¦lite que se comporten como unos ni?os malcriados. Preg¨²ntese, estimado lector, qu¨¦ hubiera sido de usted a los 19 o 20 a?os si, pr¨¢cticamente de la noche a la ma?ana, hubiera pasado de ser un chico an¨®nimo cualquiera a convertirse en un multimillonario famoso perseguido por los aficionados, los medios y las mujeres. Lo normal ¡ª y el que aqu¨ª escribe no se excluye de la hip¨®tesis¡ª ser¨ªa que se le subiera a la cabeza, que se transformara en un personaje egoc¨¦ntrico, cre¨ªdo, ensimismado y, para la masa de la poblaci¨®n, m¨¢s rid¨ªculo que admirable.
A no ser que el joven tenga la suerte de contar con gente a su alrededor capaz de visualizar el peligro que corre y entender que, al menos durante un tiempo, es imprescindible someterle a una dieta rigurosa de humildad, hacer todo lo posible ¡ªsin necesariamente eliminar la opci¨®n extrema de recurrir a una bofetada¡ª para que mantenga los pies en la tierra.
Lo asombroso, repetimos, es que la mayor¨ªa de estos fen¨®menos del deporte mundial parece llevar la celebridad y los millones con bastante entereza. Especialmente en Espa?a. Ser¨ªa m¨¢s dif¨ªcil escribir estas palabras en un peri¨®dico de, por ejemplo, Inglaterra, ya que all¨¢ los futbolistas nativos m¨¢s conocidos no gozan de una sana reputaci¨®n. Decir que Wayne Rooney, John Terry, Ashley Cole o Rio Ferdinand son unos bordes es un t¨®pico de cuya veracidad nadie duda. En cambio, uno ve a los jugadores de la selecci¨®n espa?ola campeona del mundo y todos dan la impresi¨®n ¡ªsalvo para aquellos que hacen sus juicios morales en funci¨®n de los clubes que siguen¡ª de ser buenas personas, empezando por los dos flamantes ganadores del premio Pr¨ªncipe de Asturias, Iker Casillas y Xavi Hern¨¢ndez. Lo cual sirve para demostrar una vez m¨¢s que la solidaridad familiar es uno de los terrenos de la vida, junto al f¨²tbol y el turismo, en el que Espa?a puede competir con cualquiera.
Lo triste, por usar el adjetivo de moda esta semana, es cuando el entorno del deportista no inhibe la egolatr¨ªa, sino que la alimenta. Y como consecuencia, el personaje se conoce poco a s¨ª mismo, no es capaz de entender el mundo que le rodea, ni de interpretar las reacciones que provoca en la gente.
El personaje se conoce poco a s¨ª mismo ni el mundo que le rodea
Ver a Cristiano Ronaldo ahora y el l¨ªo en que se ha metido me hace pensar en una conversaci¨®n que tuve en un bar de Buenos Aires hace unos a?os con Roberto Perfumo, ex capit¨¢n de la selecci¨®n argentina de f¨²tbol, sobre Diego Maradona. Maradona estaba fatal en aquella ¨¦poca. Obeso, al borde de la muerte, preso de sus adicciones. Julio C¨¦sar ten¨ªa un esclavo siempre a mano, me coment¨® Perfumo, que le dec¨ªa: ¡°?Recuerda que no eres dios! ?Recuerda que no eres dios!¡±. El problema de Maradona, Perfumo explic¨®, fue que desde una temprana edad y por el resto de su vida estuvo rodeado de gente que le dijo todo lo contrario. ¡°?Recuerda que eres dios! ?Recuerda que eres dios!¡±.
Maradona sufri¨® el agravante de que buena parte de la poblaci¨®n argentina se sum¨® al coro celestial. Ese destino, al menos, no le ha tocado a Ronaldo. Lo grave es que el endiosamiento incondicional que recibi¨® Maradona parece ser precisamente lo que el portugu¨¦s anhela. Seg¨²n lo que ha salido en los medios esta semana desde que se neg¨® a celebrar los dos goles que marc¨® contra el Granada el domingo y despu¨¦s explic¨® a los medios que no lo hizo porque se sent¨ªa ¡°triste¡±, Ronaldo no se siente lo suficientemente querido por su club, el Real Madrid. Necesita que le adoren m¨¢s. Necesita que le adoren como le adoran los que le rodean. Y lo que ha ocurrido, claro, es que es menos adorado hoy que nunca.
Ha sido mal asesorado; o los que ten¨ªan que haberle asesorado no lo hicieron. Primero, uno no va a hablar con Florentino P¨¦rez, como trascendi¨® que hizo el d¨ªa antes del partido contra el Granada, a quejarse de la tristeza que sufre cuando P¨¦rez acaba de perder a su mujer. Segundo, no se proclama al mundo lo insatisfecho que uno est¨¢ con la vida cuando uno gana un sueldo de diez millones de euros netos al a?o y la mayor¨ªa de los aficionados, y no aficionados, o viven las duras consecuencias o sufren las incertidumbres de una dura crisis econ¨®mica. Ronaldo ha intentado rectificar, declarando dos d¨ªas despu¨¦s de su exabrupto que el dinero no es el tema. Pero el da?o ya estaba hecho. Como se ha demostrado de manera abrumadora a trav¨¦s una encuesta esta semana en el diario As, el madridismo no ve con buenos ojos las quejas de su mejor jugador. Cuesta creer que el impacto sea muy positivo sobre la ya complicada relaci¨®n con algunos de sus compa?eros de vestuario.
Es instructivo hacer una comparaci¨®n con Rafael Nadal, que ¡ªcomo aficionado del Real Madrid¡ª admira la calidad futbol¨ªstica de Ronaldo. Nadal es el ejemplo por excelencia del deportista de ¨¦lite cuya personalidad no ha sido contaminada por el ¨¦xito. Sabe distinguir entre ¡°Rafa¡± el mundialmente famoso gladiador de las pistas y ¡°Rafael¡±, como le llaman los que le conocen de toda la vida, el individuo que seguir¨ªa siendo el mismo, con sus debilidades y sus virtudes, si se hubiera quedado en su pueblo natal de Manacor gestionando el negocio de muebles familiar. Como ¨¦l mismo ha explicado, tiene muy clara la distinci¨®n entre lo que ha hecho y lo que es. Ronaldo declar¨® el a?o pasado, sin la m¨¢s m¨ªnima iron¨ªa, que la gente le envidiaba porque era ¡°rico, guapo y un gran jugador¡±. El d¨ªa que Nadal diga una cosa as¨ª ¡ªque no lo dir¨ªa nunca¡ª, le echan de casa.
La pena del rico choca con la dura crisis de aficionados y no aficionados
La sensatez de Nadal parte del entorno que le rodea. Cuando ganaba campeonatos en la infancia su familia le recordaba que la mayor¨ªa de chicos que hab¨ªa conquistado esos mismos trofeos anteriormente hab¨ªa pasado al anonimato en la adultez; cuando, con 14 a?os, ni?as de su edad hac¨ªan cola para pedirle un aut¨®grafo, sus padres y su hermana se mofaban de ¨¦l; cuando gan¨® el torneo de Roland Garros y le dijo a su padre que le apetec¨ªa comprarse un coche deportivo de lujo su padre le respondi¨®: ¡°No te pases¡±. Con su equipo profesional ¡ªsu agente, su jefe de prensa, su preparador f¨ªsico, su fisioterapeuta¡ª la relaci¨®n es la misma. Son amigos que se dicen de todo, que se r¨ªen los unos de los otros. Alabanzas, las m¨ªnimas.
En cuanto al gran rival de Nadal, Roger Federer, tanto el propio Rafa como su t¨ªo Toni, su entrenador, lo tienen muy claro, y no se les atraganta confesarlo. Federer posee un talento natural sin parang¨®n. El suizo es el mejor de todos los tiempos, y punto.
Tanto el entrenador como el agente de Ronaldo, en cambio, no pierden la oportunidad de decirle lo que ¨¦l quiere o¨ªr: que ¨¦l es el m¨¢s grande, que ¨¦l es mejor. Y, concretamente, que es mejor que su n¨¦mesis (?N¨¦messi?), Lionel Messi. Es dif¨ªcil evitar la conclusi¨®n de que el actual embrollo en el que se ha metido Ronaldo lleva a?os incub¨¢ndose y que parte de la rabia y el dolor que le ha causado ver al argentino llev¨¢ndose los tres ¨²ltimos balones de oro, el m¨¢ximo premio individual que hay en el f¨²tbol.
Ronaldo juega al f¨²tbol como si fuera tenista; como si compitiera en un deporte individual. Es, como Nadal, una fuerza de la naturaleza. Salvo Messi, no hay nadie que meta tantos goles. A diferencia de Messi, no tiene el don asociativo que es un elemento intr¨ªnseco del deporte conocido desde sus comienzos como ¡°Association Football¡±. Ronaldo ve la porter¨ªa rival; Messi ve la porter¨ªa rival y a sus compa?eros desplegados por todo el ancho del campo. Los seres queridos de Ronaldo parecen compartir esa misma estrechez de visi¨®n.
Al rev¨¦s que Julio C¨¦sar, a Maradona le dec¨ªan a diario que era dios
Como ejemplo, un dato revelador de un par de amigos que vieron un partido de la Liga de Campeones del Real Madrid hace un par de a?os en un palco del estadio Bernab¨¦u que compartieron con la familia de Ronaldo. Les llam¨® poderosamante la atenci¨®n la falta de inter¨¦s de la familia Ronaldo por las jugadas del equipo, por los goles que marcaron otros de sus compa?eros, o incluso por el resultado. El foco ¨²nico y exclusivo de su atenci¨®n era Ronaldo. Al propio Ronaldo ¡ªno siempre, ni mucho menos, pero a veces¡ª se le ha visto caer en este mismo ensimismamiento en el campo, incapaz de celebrar goles de su equipo que ¨¦l no ha marcado.
No es de sorprender, entonces, que Ronaldo se haya mostrado tan indisimuladamente desesperado este a?o por triunfar tanto a nivel individual como a nivel de equipo, de ganar el bal¨®n de oro; ni que cuando no gan¨® la semana pasada el menos prestigioso premio al mejor jugador de Europa, y lo gan¨® Iniesta, fuese incapaz de ocultar su enfado y decepci¨®n. Su cara en el escenario, vista por millones en todo el mundo, fue la de un hombre que se siente v¨ªctima de una colosal injusticia.
Una injusticia, adem¨¢s, en la que parece percibir que su club ha sido c¨®mplice. Sergio Ramos, jugador del Real Madrid, celebr¨® de manera efusiva en Twitter el premio de Iniesta, jugador del Barcelona pero compa?ero suyo en la selecci¨®n espa?ola. La prensa madridista tambi¨¦n lo celebr¨® y, peor todav¨ªa, se ha mostrado partidaria, como algunos jugadores del Madrid, de que este a?o el que deber¨ªa llevarse el bal¨®n de oro es Casillas, capit¨¢n de la todapoderosa Espa?a. El entrenador del Real Madrid s¨ª insiste en que Ronaldo deber¨ªa ganarlo pero, para disgusto de Ronaldo, no todo el club ha remado en la misma direcci¨®n. Lo peor, la traici¨®n m¨¢s grande, lleg¨® del lugar menos esperado. Marcelo, el lateral brasile?o del Real Madrid y uno de los amigos m¨¢s ¨ªntimos de Ronaldo en el vestuario desde que el portugu¨¦s lleg¨® a Espa?a hace tres a?os, declar¨® en junio, justo antes de un partido de su selecci¨®n contra Argentina, que Messi era el mejor del mundo. Como ha trascendido esta semana, Ronaldo ya no considera un amigo a Marcelo.
El meollo del disgusto que vive Ronaldo es Messi, cosa que todos los aficionados de los equipos rivales del Real Madrid y Portugal saben y lo demuestran burl¨¢ndose de Ronaldo, apuntando a la llaga, con esa crueldad propia del hincha, cuando corean el nombre del argentino cada vez que Ronaldo recibe el bal¨®n. Messi le corroe las entra?as a Ronaldo. Federer, a Nadal, no. Aqu¨ª es donde se ve la diferencia entre el mallorqu¨ªn y el portugu¨¦s. Nadal, al entender que Federer es mejor tenista que ¨¦l, est¨¢ en paz. Cuando le gana, fant¨¢stico. Tuvo un buen d¨ªa, sac¨® lo mejor de s¨ª, y se lo mereci¨®. Pero el que pasar¨¢ a la historia como el gran talento nato del tenis es Federer.
Nadal es el ejemplo de deportista de ¨¦lite al que el ¨¦xito no ha contaminado
Ronaldo quiz¨¢ tenga conciencia en alg¨²n remoto rinc¨®n de su cerebro, como lo tiene todo el mundo futbolero salvo los madridistas m¨¢s cegados, de que Messi es mejor, m¨¢s completo, m¨¢s dotado por la naturaleza para el f¨²tbol de asociaci¨®n. Messi es un goleador, pero tambi¨¦n puede ejercer de Xavi, de director de orquesta, papel que seguramente ejercer¨¢ en el oto?o de su carrera. Ronaldo nunca podr¨¢ cumplir ese papel y por eso nunca ser¨¢ tan grande. Aunque en el fondo lo intuya, es una verdad que es incapaz de encarar. La niega, y de la negaci¨®n, como cualquier psic¨®logo sabe, parten los complejos. Messi no es la ra¨ªz de la cuesti¨®n; Messi es el gran s¨ªntoma de su infelicidad.
Quiz¨¢ a¨²n haya alguna figura de su entorno que se anime a decirle las duras verdades que necesita, por su bienestar, o¨ªr. Quiz¨¢ busque tratamiento para ese manifiesto narcisismo que tanto sufrimiento le causa. O quiz¨¢, por piedad y por compasi¨®n, los votantes del bal¨®n de oro opten por aligerar sus penas, aunque sea solo por un tiempo, d¨¢ndole el premio en diciembre que tanto codicia y que todos los euros del mundo no pueden comprar.
Mientras tanto, la moraleja de la historia es sencilla, y muy poco original. El dinero no es garant¨ªa de felicidad; ser guapo, famoso y gran jugador no sirve de escudo contra la tristeza.
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