Bicis hasta en los tejados
?msterdam busca soluciones ingeniosas para aparcar el veh¨ªculo m¨¢s popular en la ciudad
La bici de la abuela, un dise?o cl¨¢sico de uso urbano fabricado con materiales de ¨²ltima generaci¨®n, est¨¢ de moda en Holanda. Los chicos la llevan de colores oscuros. Ellas, con grandes cestas y profusi¨®n de flores artificiales sujetas al manillar. Con m¨¢s bicicletas (18 millones) que habitantes (16 millones), es uno de los modelos m¨¢s visibles en las grandes ciudades de Holanda. En ?msterdam, que suma 800.000 veloc¨ªpedos de todas las ¨¦pocas en el ¨¢rea metropolitana y otros 300.000 en el centro urbano, no son solo la imagen de marca de la capital. Tapizan calles y plazas por falta de espacio y se han convertido en un problema. Buscarle acomodo seguro a las 100.000 que no lo encuentran ahora no es f¨¢cil.
La ciudad busca acomodo a las 100.000 bicicletas dispersas por sus calles sin aparcamiento
La ciudad es monumental, con un estrecho cintur¨®n de canales, edificios del Siglo de Oro levantados sobre cimientos de arena y agua y compactos barrios del XIX. El Ayuntamiento lo ha probado todo: grandes recintos de pago en la superficie, subterr¨¢neos y barcos adaptados, o bien peque?os puestos callejeros. Tambi¨¦n, desde luego, los conocidos arcos de acero clavados en el suelo para sujetar la cadena de seguridad. El ¨²ltimo grito es un aparcamiento autom¨¢tico en los tejados de las casas. S¨ª, ah¨ª arriba.
La idea parece sacada de un libro de inventos peculiares, pero ha sido patentada con ¨¦xito por la empresa local de ingenier¨ªa Velominck. Su propietario, Lo Minck, ha jugado con las bicis como con su nombre propio, y su almac¨¦n mecanizado dispone de un ascensor que llega hasta cuatro pisos de altura. No precisa guardas de seguridad, y el usuario abre y cierra la puerta con su tarjeta personal de transporte para evitar errores en la recogida.
Instalada ya en su modalidad subterr¨¢nea junto a la estaci¨®n de trenes de ?msterdam, la ciudad alemana de M¨¹nster tiene una versi¨®n adaptada a la fachada de un edificio. ¡°El conductor no entra con la bici en la instalaci¨®n. Solo encaja el veh¨ªculo en un ra¨ªl para que esta pueda subir en el ascensor sujeta a un brazo rob¨®tico. Una vez arriba, es colgada en un bastidor junto con otras 50¡±, seg¨²n Coen Verwer, portavoz de la firma. Cuando el due?o regresa, usa de nuevo la tarjeta y espera a que su bici baje por el mismo canal. Un ejercicio limpio y preciso.
La visi¨®n de las bicis balance¨¢ndose y girando en un colgador rodeado de paredes transparentes resulta cuando menos curiosa. En ?msterdam no sorprende. M¨¢s del 75% de sus residentes mayores de 12 a?os tienen una; un 37% del total de desplazamientos urbanos es realizado sobre ellas, y hay m¨¢s 400 kil¨®metros de carriles adaptados. Lo esencial es aqu¨ª cotidiano. Le faltan ideas innovadoras. Si no, sus aceras y plazas emblem¨¢ticas, como la c¨¦ntrica Dam, y la de Leidseplein, en la ruta de los museos, seguir¨¢n presas de las redes tejidas por miles de bicicletas amontonadas.
¡°Velominck es uno de los planes que baraja el Consistorio. No sirve para la zona antigua. En los inmuebles m¨¢s modernos y semimonumentales s¨ª se puede probar. Las bicis son el m¨¦todo m¨¢s sano de transporte, pero no podemos criticar al ciclista por aparcar sin control. Debemos darle sitios adecuados para ello¡±, se?alan en la Oficina de Ingenieros de la capital, el servicio municipal encargado del aparcamiento de biciclos. ¡°En Jap¨®n hay un modelo robotizado. En Barcelona, uno subterr¨¢neo firmado por Biceberg. El de Velominck solo se ha probado dos veces en el mundo: en el subsuelo de ?msterdam y en Alemania. El usuario quiere dejar la bici cerca de su destino y tenemos que actuar lo antes posible. Hay rincones en la capital con cuatro o cinco veces m¨¢s bicis que sitio para ponerlas¡±, a?aden los ingenieros.
En Utrecht, un plan piloto calentar¨¢ los carriles-bici en invierno para que no se hielen y evitar as¨ª accidentes
Aparcarlas puede ser un reto, pero la innovaci¨®n asociada a las bicicletas muestra su vigor en otras ¨¢reas del mercado. El 60% de los holandeses la usa al menos tres veces por semana. Un 80%, como m¨ªnimo una vez. Hay accidentes, como en todas partes. En los ¨²ltimos a?os, sobre todo con ni?os y adolescentes que hablan por tel¨¦fono. Pero la filosof¨ªa nacional es considerar peligrosos a coches y conductores, no a los ciclistas. Teniendo en cuenta que la bicicleta es unas 140 veces m¨¢s sostenible como medio de transporte (en relaci¨®n con la emisi¨®n de gases de efecto invernadero) y que el invierno es largo y riguroso, dejarla en casa es una pena cuando aprieta el fr¨ªo. Para evitarlo, hay en marcha un ensayo a¨²n m¨¢s llamativo que el de los aparcamientos elevados. Se trata de calentar los carriles bicis para derretir el hielo y repeler la nieve. A punto de probarse en Utrecht y Zutphen, en el centro y este del pa¨ªs, respectivamente, por el grupo de ingenier¨ªa civil Tauw, incluye un concepto igualmente innovador: los colectores de asfalto.
El sistema es similar al utilizado para ahorrar energ¨ªa bajo el suelo de grandes edificios. Bajo los pasos de bicis, tuber¨ªas de agua recogen el calor en verano y lo liberan en invierno para calentar el asfalto. El m¨¦todo tradicional para evitar patinazos o derrapar al manillar consiste en echar sal gruesa al suelo. Resulta caro y siempre hay problemas de escasez si las temperaturas bajan demasiado. ¡°El hielo causa hasta un 10% de los accidentes de bici. Calentar los carriles costar¨ªa entre 30.000 y 40.000 euros por kil¨®metro, m¨¢s o menos como asfaltarlos de nuevo¡±, aseguran en Tauw. La poderosa Federaci¨®n Ciclista y la Asociaci¨®n Conducci¨®n Segura calculan que as¨ª habr¨¢ unos 7.000 accidentes menos por culpa del hielo invernal. En plena crisis, las reacciones no se han hecho esperar. Los partidarios est¨¢n entusiasmados de seguir al pedal contra los elementos. Plantarle cara a la naturaleza es, al cabo, una de las se?as de identidad nacional. Para los esc¨¦pticos, el gasto es excesivo. ¡°Ser¨¢ una broma, ?apagan las luces en las autopistas nacionales para ahorrar y vamos a calentar carriles bici?¡±, ha sido la queja m¨¢s repetida.
Sorprendentemente, ninguna agrupaci¨®n holandesa aboga por introducir el casco obligatorio, al menos para los menores ciclistas. Con el pragmatismo que caracteriza al ciudadano holand¨¦s medio, sostienen que reducir¨ªa el uso general de bicicletas porque no es tradici¨®n llevarlo. Y eso que, entre 2006 y 2010, un promedio de 14.000 ni?os (de 4 a 12 a?os) recibieron atenci¨®n m¨¦dica tras una ca¨ªda. Y la mayor¨ªa de los 2.000 que acabaron en el hospital sufrieron conmociones cerebrales de diverso grado. Una paradoja intocable en la tierra de las bicis, que se usan desde el parvulario y hasta el final, cuando ya casi no se puede caminar.
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