¡°Ser humanitario no basta, tratamos con el fracaso¡±
El sacerdote alem¨¢n dirige el Servicio Jesuita para los Refugiados
Su trabajo implica viajar durante el 55% del a?o, pero con dos importantes diferencias respecto a los grandes ejecutivos: jam¨¢s vuela en clase business y la mayor¨ªa de la informaci¨®n que maneja la recibe de primera mano. Esto ¨²ltimo, en estos tiempos, es raro; casi un privilegio para quien lidera un equipo. Lo cuenta, disfrutando de una ca?a, en el ¡°portu?ol¡± que aprendi¨® en Brasil, donde estudi¨® Teolog¨ªa. ¡°No me preocupa tanto la perfecci¨®n como la comunicaci¨®n¡±, aclara. Es un hombre pr¨¢ctico. En la curia romana usa el ¡°ita?ol¡±. Peter Balleis (1950) habla r¨¢pido y gesticula tanto que no parece alem¨¢n.
El camarero ¡ªBert¨ªn se llama¡ª evita interrumpirle. Para este camerun¨¦s que lleg¨® en patera a Espa?a hace siete a?os y acaba de invertir todos sus ahorros en abrir este restaurante ¡ªEl Mandela¡ª con dos socios ¡ªdos jesuitas que le avalan¡ª es seguro un honor, y una responsabilidad, tener a la mesa al m¨¢ximo responsable del Servicio Jesuita de Refugiados (SJR). La ONG eligi¨® el local.
Las guerras de Congo, Afganist¨¢n y Siria ¡ªencarnadas en los millones de personas a las que les ha destrozado, les destroza, la vida¡ª son su prioridad. Ahora mismo, un pu?ado de jesuitas locales, ayudados por laicos, dan de comer a 5.000 personas cada d¨ªa en la ciudad siria de Alepo ¡ª¡°esperamos duplicarlo¡±¡ª y han convertido una iglesia ortodoxa en escuela porque ¡°hay que mantener la normalidad dentro del caos¡±. Ellos, el SJR, ya estaban all¨ª cuando llegaron los combates, atend¨ªan a los huidos de la invasi¨®n y el enfrentamiento sectario en Irak. ¡°Una de las refugiadas nos contaba: ¡®As¨ª empez¨® la guerra en Irak¡±.
El Mandela. Madrid
Sopa Buollon: 10 euros.
Salsa de pistacho: 13 euros.
Dos ca?as: 5 euros.
Dos tartas: 8 euros.
Caf¨¦ con leche: 1,30 euros.
T¨¦: 1,30 euros.
Total: 38,60 euros.
?l, que ha conocido Siria, entiende bien los enormes riesgos que entra?a. Coloca el tenedor y el cuchillo en forma de cruz (a¨²n no hemos pedido la comida) para explicar c¨®mo confluye la confrontaci¨®n sun¨ªes-chi¨ªes en un eje, y Occidente-Oriente en el otro. La actitud occidental le desagrada: ¡°Poco a poco, estoy cansado de las guerras democr¨¢ticas. Occidente tiene que ser democr¨¢tico en su rol¡±. Este hombre, que un d¨ªa se re¨²ne con poderosos en una gran instituci¨®n en Ginebra y al siguiente visita una escuelita africana o el Afganist¨¢n m¨¢s peligroso, est¨¢ convencido de que ¡°quien toma un arma vende su alma a la violencia¡±.
Cuenta el tremendo impacto de su primer viaje fuera de Baviera. A los 20 a?os, Balleis, el peque?o de siete hermanos, acompa?¨® a un benedictino a Kenia a visitar una misi¨®n. ¡°Vi el mundo, c¨®mo es la pobreza de ?frica, el primer mendicante, la fascinaci¨®n de descubrir otra cultura...¡±, recuerda. Eran los setenta, se viajaba poco, era caro, el mundo parec¨ªa m¨¢s estrecho. Piensa un buen rato cuando se le pregunta si, de haber nacido unas d¨¦cadas m¨¢s tarde, ser¨ªa cooperante a secas, no misionero. Responde que no, que cree que no. Pocos aguantan trabajar en lo peor de lo peor. ¡°No basta tener solo buenas motivaciones humanitarias porque tratamos con el fracaso. Es la cruz. Tener una fe da esperanza cuando se afronta el absurdo del mundo¡±.
Mantiene la esperanza de que Zimbabue, de la que habla con gran cari?o y donde vivi¨® 15 a?os, se regenere. Ojal¨¢ en vez de a Mugabe hubiera tenido un Mandela, ¡°un hombre no violento con integridad moral¡±.
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