Ja, ja, ja
La normalizaci¨®n oficial no ha tenido el menor impacto en los acentos locales, es decir, en el modo en que pronuncian su castellano los nacidos o residentes de larga estancia en una determinada zona.
No corresponde averiguar aqu¨ª los motivos, pero el hecho es que en todos los pa¨ªses de nuestro ¨¢mbito cultural se aplica, desde hace decenios, una potente estrategia de normalizaci¨®n pros¨®dica: el modo correcto de pronunciar los idiomas es el que utilizan los profesionales de los medios (incluso, salvo raras excepciones, los actores de cine y de teatro), sin discusi¨®n posible.
Esta insistencia en la normalizaci¨®n oficial no ha tenido, sin embargo, el menor impacto en los acentos locales, es decir, en el modo en que pronuncian su castellano los nacidos o residentes de larga estancia en una determinada zona. A no ser que se haya empe?ado en atildarse el habla por alg¨²n motivo, un andaluz se expresa en espa?ol andaluz y un gallego se expresa en espa?ol gallego; y etc¨¦tera.
Siendo invencibles los acentos dentro de un solo idioma, ?qu¨¦ ocurre cuando un hispanohablante ¡ªde, pongamos por caso, Sevilla¡ª se lanza a expresarse en ingl¨¦s? Ocurre que el hispanohablante tratar¨¢ de imitar el habla oficial, neutra, sin acento particular, de la lengua inglesa. No le ser¨¢ f¨¢cil. La lengua inglesa tiene cientos, quiz¨¢ miles de variantes pros¨®dicas, pero, como m¨ªnimo, dos acentos b¨¢sicos, ya irreconciliables: el brit¨¢nico y el norteamericano. Nuestro hispanohablante de Sevilla optar¨¢ por uno de los dos y har¨¢ lo posible por reproducirlo en su versi¨®n oficial.
Lo cual, en much¨ªsimos casos, le resultar¨¢ imposible, a nada que su aprendizaje del ingl¨¦s haya empezado despu¨¦s de la adolescencia: es como si a partir de cierta edad se nos volvieran inflexibles los ¨®rganos de expresi¨®n, la garganta, la boca, los labios; es como si se nos retesaran los t¨ªmpanos y dej¨¢ramos de distinguir los caprichosos sonidos que emiten los extranjeros. Un hispanohablante adulto, sin entrenamiento ling¨¹¨ªstico, ser¨¢ casi siempre incapaz de reconocer por el o¨ªdo y pronunciar adecuadamente cualquier fonema que el castellano no utilice: la jota francesa, la hache inglesa, el qaf ¨¢rabe¡
Y s¨ª: es evidente que Sergio Ramos no se cri¨® en ning¨²n barrio de Londres y que pronuncia el ingl¨¦s, en su v¨ªdeo de felicitaci¨®n al mundo, m¨¢s o menos como lo habr¨ªa pronunciado Lola Flores, si alguna vez se hubiese puesto a ello; tan disparatadamente como lo pronuncian nuestros pol¨ªticos, nuestros locutores de radio y televisi¨®n, nuestros actores, 99 de cada 100 espa?oles, porque aqu¨ª, desde luego, la poliglosia no es el deporte nacional (de hecho, poliglosia ni siquiera existe en el DRAE).
Las risotadas que provoca en el personal monoling¨¹e la pronunciaci¨®n churrigueresca de un idioma, incluido el propio, son injustas (?d¨®nde est¨¢ escrito que no podemos hablar ingl¨¦s con acento de Camas?) y hacen tambi¨¦n un da?o tonto. Puede que don Sergio Ramos, campe¨®n mundial de f¨²tbol, arist¨®crata indiscutible del deporte, jugador por el que pagar¨ªa en libras de oro cualquier equipo ingl¨¦s, nunca ose de nuevo aventurarse en la lengua de Beckham; puede incluso que esa burla sistem¨¢tica sea un impedimento general, que explique en parte la hostilidad espa?ola a los dem¨¢s idiomas.
En todo caso, lo bueno ser¨ªa que ahora se animase el se?or Rajoy y apareciese en la tele felicitando a la se?ora Merkel en alem¨¢n. Eso s¨ª que dar¨ªa risa.
Ram¨®n Buenaventura es novelista y poeta, es traductor del ingl¨¦s y del franc¨¦s.
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