Contra la ingenier¨ªa presupuestaria aplicada a la ciencia
El Plan Nacional de Investigaci¨®n debiera suponer el mayor compromiso del Gobierno con respecto no ya al fomento, sino simplemente a la supervivencia de la investigaci¨®n p¨²blica.
Si no fuese porque en la profundidad de la filosof¨ªa liberal se alberga la eliminaci¨®n progresiva de lo p¨²blico para aflorar nuevas parcelas donde obtener beneficios econ¨®micos privados, sorprender¨ªa la insistencia, e incluso eficacia, de los gobernantes espa?oles en los ¨²ltimos cuatro a?os para destruir el sistema p¨²blico de investigaci¨®n cient¨ªfica del pa¨ªs. Prefiero analizar las decisiones, m¨¢s que las declaraciones de los gobernantes, porque al fin y a la postre las declaraciones no dejan de ser palabras que se lleva el viento. Entre las ¨²ltimas decisiones que se han publicado se encuentra la aplicaci¨®n de una enrevesada ingenier¨ªa presupuestaria que modifica las condiciones de financiaci¨®n para los proyectos de investigaci¨®n aprobados por el Plan Nacional de Investigaci¨®n, cuya consecuencia econ¨®mica es que lo que se ven¨ªa gastando en tres a?os ahora ha de servir, si no se arregla pronto de otro modo, para cuatro. Se diga lo que se diga, esto es un recorte de una cuarta parte de los fondos concedidos, y lo que es peor, la casi total imposibilidad de poner en marcha los proyectos con el reducido porcentaje de gastos asignados para su primer a?o.
El Plan Nacional de Investigaci¨®n debiera suponer el mayor compromiso del Gobierno con respecto no ya al fomento, sino simplemente a la supervivencia de la investigaci¨®n p¨²blica. Tarea que en buena ley debiera contribuir a sacarnos de una econom¨ªa basada en los servicios y la construcci¨®n, en cuyo espejismo hemos pasado los ¨²ltimos lustros, para introducirnos en el mundo de una econom¨ªa industrial con proyecci¨®n al exterior y preparada para los retos econ¨®micos del mundo globalizado.
La financiaci¨®n de la investigaci¨®n espa?ola por medio de Planes Nacionales es una medida relativamente reciente en nuestra historia y quiz¨¢s se pueda remontar a los planes de estabilizaci¨®n y de desarrollo de los a?os sesenta y setenta del pasado siglo. Lo que fundamentalmente aport¨® de nuevo en los a?os ochenta el Plan Nacional es la continuidad y la garant¨ªa de una financiaci¨®n b¨¢sica que se concede de manera competitiva. Para ello se dise?¨® asimismo una agencia evaluadora que asigna una calificaci¨®n de la calidad cient¨ªfica de los proyectos evaluados por quienes los cient¨ªficos llaman los iguales, es decir, otros cient¨ªficos con experiencia similar a los autores de los proyectos.
El sistema dista de ser perfecto, pero coincide bastante con el utilizado por los pa¨ªses con los sistemas de investigaci¨®n m¨¢s productivos, y cuanto menos consigui¨® elevar la calidad y la cantidad de la investigaci¨®n espa?ola en los ¨²ltimos a?os. No nos enga?emos, las cantidades proporcionadas a un laboratorio por el Plan Nacional tan solo permiten su funcionamiento b¨¢sico, y los investigadores cuyos objetivos persigan destacar sobre la media necesitan encontrar financiaci¨®n adicional, ya sea internacional o privada. Pero no disponer como m¨ªnimo de ese nivel basal de financiaci¨®n hace dif¨ªcil tener la suficiente calidad cient¨ªfica como para solicitar otros fondos.
A m¨ª me toc¨® vivir una ¨¦poca similar de penuria econ¨®mica en la investigaci¨®n entre 1977 y 1981, al reintegrarme al CSIC justo acabado mi trabajo como posdoctoral en el Reino Unido y no me gustar¨ªa volver a pasar por ello ni que nadie lo tuviera que padecer ahora. Fueron a?os en los que la investigaci¨®n fue maltratada e ignorada casi como ahora y lo recuerdo todav¨ªa con amargura. Mientras colegas de mi misma edad y experiencia consegu¨ªan en otros pa¨ªses establecer sus l¨ªneas de investigaci¨®n propias, aqu¨ª a muchos nos tocaba pelear con instrumentos obsoletos y no pod¨ªamos ni plantear experimentos que necesitasen reactivos que en otros lugares se adquir¨ªan sin esfuerzo. T¨¦cnicas sencillas nos resultaban inaccesibles porque el instrumental estaba averiado, y para algunos resultados me tuve que volver a Edimburgo al laboratorio donde hab¨ªa sido posdoctoral. No sin sarcasmo se podr¨ªa decir que la penuria econ¨®mica permit¨ªa en esos a?os disimular toda posible incompetencia, simplemente no hab¨ªa medios.
Por suerte a partir de 1981 se recuper¨® la financiaci¨®n de proyectos por la Comisi¨®n Asesora de Investigaci¨®n Cient¨ªfica y T¨¦cnica (abreviado la CAICYT, porque dinero no tendremos, pero nombres pomposos y largos no escasean) con programas que fueron los precursores del Plan Nacional de Investigaci¨®n y que pasaron a ser evaluados por expertos mediante una reci¨¦n creada Agencia Nacional de Evaluaci¨®n y Prospectiva (la ANEP). Desde entonces los fondos de sucesivos proyectos de la CAICYT y del Plan Nacional han sido la base sobre la que los investigadores hemos mantenido, o creado, nuestros grupos, cuya calidad nos ha permitido competir con cierto ¨¦xito en los programas europeos de financiaci¨®n de la ciencia.
No me cabe duda de que, por los beneficios que en todos los pa¨ªses avanzados se derivan de la investigaci¨®n, cualquier persona con visi¨®n de futuro y cuya intenci¨®n fuese revertir el desastre en el que estamos, se cuidar¨ªa mucho de descuidar la financiaci¨®n para evitar que nuestro trabajo cient¨ªfico cayese hasta los niveles de hace treinta a?os. Pero vistos los recortes acumulados en los presupuestos de investigaci¨®n de los ¨²ltimos a?os, no queda m¨¢s remedio que concluir que a los responsables de la ciencia, y a nuestros gobernantes en general, no parece que les sobre esa visi¨®n, porque si siguen as¨ª ni siquiera les va a quedar un sistema de investigaci¨®n aprovechable para ser privatizado y solo podremos recurrir a comprar lo que otros inventen.
Miguel Vicente es Profesor de Investigaci¨®n en el Centro Nacional de Biotecnolog¨ªa. Coordin¨® el Programa Ingenier¨ªa Gen¨¦tica del CSIC entre 1981 y 1989.
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