Esta vez s¨ª
Ha costado 15 a?os y superar el imponente estorbo de un fraude cient¨ªfico, pero la clonaci¨®n terap¨¦utica ya est¨¢ aqu¨ª
Ha costado 15 a?os y superar el imponente estorbo de un fraude cient¨ªfico de los que hacen ¨¦poca, pero la clonaci¨®n terap¨¦utica ya est¨¢ aqu¨ª. Y es hora por tanto de desempolvar las viejas promesas que siempre acompa?aron a esta t¨¦cnica, y tambi¨¦n de poner al d¨ªa las pol¨¦micas. Quince a?os no pasan en balde a ninguno de los dos lados de la barrera, y los argumentos sobre la clonaci¨®n, en cualquier caso, ya no se las tienen que ver con una mera posibilidad futura, sino con una realidad y con todas sus aplicaciones inmediatas.
Pese al monstruo de Frankenstein y otros mitos populares, la clonaci¨®n fue desde 1998 una propuesta cient¨ªfica muy sensata. Desde que en ese a?o James Thomson y su equipo de la Universidad de Wisconsin lograron obtener c¨¦lulas madre de blastocistos (embriones humanos de dos semanas, antes de su implantaci¨®n en un ¨²tero), los investigadores se dieron cuenta de la enorme utilidad potencial que tendr¨ªa la combinaci¨®n de esa t¨¦cnica con la clonaci¨®n. Las c¨¦lulas madre embrionarias son capaces de generar cualquier tejido del cuerpo; si el embri¨®n del que se obtienen fuera un clon del paciente, esos tejidos se le podr¨ªan trasplantar sin ning¨²n rechazo inmunol¨®gico. De esa simple y temprana idea proviene el debate estruendoso sobre la clonaci¨®n que ha sacudido a los pa¨ªses desarrollados en tiempos recientes.
En los ¨²ltimos a?os ha surgido una alternativa muy s¨®lida a la clonaci¨®n: las c¨¦lulas madre iPS, o de pluripotencia inducida, que se generan en el laboratorio retrasando el reloj de simples c¨¦lulas de la piel para que recuperen su primitiva condici¨®n de c¨¦lulas madre. No requieren la construcci¨®n de ning¨²n embri¨®n, y como se pueden obtener de la piel de un paciente, son gen¨¦ticamente id¨¦nticas a ¨¦l, y por tanto una fuente muy prometedora de tejidos de repuesto. El premio Nobel de Medicina concedido a su creador da una perfecta idea de las grandes esperanzas que la comunidad cient¨ªfica tiene puestas en las c¨¦lulas iPS.
Pero se olvida a menudo que las c¨¦lulas iPS no existir¨ªan sin las c¨¦lulas madre embrionarias: son la consecuencia directa de la intensa y brillante investigaci¨®n sobre estas ¨²ltimas. Y tambi¨¦n que la mayor¨ªa de los cient¨ªficos del sector consideran necesario avanzar con ambos tipos de c¨¦lulas en paralelo, embrionarias e inducidas. Las c¨¦lulas iPS pueden no ser una panacea, y actualmente hay algunas dudas sobre su estabilidad gen¨¦tica. Bienvenidos sean por tanto los clones de Oreg¨®n, un monumento al trabajo bien hecho y a la persistencia de la raz¨®n cient¨ªfica.
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