¡°Hacer el verbo carne es el oficio del actor¡±
El int¨¦rprete canario agradece que la televisi¨®n d¨¦ papeles para su gremio
Jos¨¦ Manuel Cervino (Arona, Tenerife, 1942) ha sido campesino torturado en El crimen de Cuenca (Pilar Mir¨®), asesino fascista en Siete d¨ªas de enero (Juan Antonio Bardem) o loco en La guerra de los locos (Manolo Matji) y ahora es un patriarca del vino riojano en la serie Gran reserva. El origen (Televisi¨®n Espa?ola). En este caso se apellida Cort¨¢zar (Alejandro Cort¨¢zar), una coincidencia que agrada a ¡°un lector empedernido¡± del autor de Rayuela y de Los autonautas de la cosmopista. Es austero; no le gustar¨ªa que quienes conocen su car¨¢cter asc¨¦tico vieran su nombre junto a una cuenta excesiva, de modo que prefiere tomar un aperitivo en uno de sus bares de siempre.
Vive en Madrid desde hace m¨¢s de 40 a?os; conserva el acento de la tierra, pero como muchos de sus contempor¨¢neos del arte o de la radio tuvo que aprender a hablar godo para seguir su carrera de actor. ¡°Me dijo el escritor H¨¦ctor V¨¢zquez Azpiri que con el esfuerzo que hab¨ªa hecho para hablar godo podr¨ªa haber aprendido chino, que era m¨¢s f¨¢cil¡±. En el teatro (su primera naturaleza) y en el cine ha tratado de ¡°crear seres humanos cre¨ªbles y veros¨ªmiles¡±, y en eso est¨¢, encarnando a un padre de familia que no entiende nada de los cambios que la sociedad vive alrededor. ¡°Es el texto, el verbo que me tengo que aprender, y lo que hago es hacerlo cre¨ªble. Hacer el verbo carne es el oficio del actor¡±.
Hizo carne de la pel¨ªcula m¨¢s pol¨¦mica de Pilar Mir¨® y de aquel loco del escalofriante filme de Matji. ¡°Fue crucial en mi carrera: hacer normal y cre¨ªble a un anormal incre¨ªble. Y en la historia de los asesinatos de Atocha encarn¨¦ a un asesino que particip¨® en un tiempo crucial de nuestra historia; en aquel momento se estaba tirando una moneda al aire: o segu¨ªamos en el franquismo o empezaba la democracia. No me cost¨® ser campesino; los espa?oles de mi generaci¨®n tenemos a los campesinos en los genes m¨¢s pr¨®ximos¡±.
Caf¨¦ Gij¨®n. Madrid
? Tres coca-colas light.?
? Pinchos de la casa.
? Total: 12,60 euros.
?Y c¨®mo se encontr¨® con Cort¨¢zar? ¡°Cuando me enfrento a un nuevo personaje procuro llegar como una p¨¢gina en blanco. Le presto mi carne, en el guion est¨¢ el verbo¡±. Recibi¨® el encargo ¡°con la alegr¨ªa imaginable: por razones sociol¨®gicas, el trabajo es un bien escaso, como el agua en Canarias. Para los actores el trabajo no es un castigo. ?Es el man¨¢ de la vida! Y como est¨¢ el panorama...¡±. Ante el espejo del nuevo personaje ¨¦l se pregunta: ¡°?Y ese se?or mayor soy yo? Pues s¨ª, lo tengo que ser, y soy Cort¨¢zar, ah¨ª lo soy del todo¡±. En este caso, el patriarca es, como se dice ahora, ¡°un emprendedor¡± que tiene ¡°las ideas claras sobre lo que es ¨¦tico y lo que no lo es¡±, pero alrededor todo se funde, ¡°y se da cuenta de que la ¨¦tica que rige la industria y el comercio ya no concuerda con la suya¡±.
En esta serie, como en otras que se suceden ahora, ¨¦l ve ¡°trasuntos de Gald¨®s, de Dickens¡±. Le agradece ahora a la televisi¨®n que rescate actores ¡°en esta ¨¦poca de penuria inducida por el IVA que ha convertido en des¨¦rtico el panorama. Lo que se ha hecho contra la cultura¡±, a?ade, ¡°o est¨¢ hecho adrede o es obra de un maligno; y si est¨¢ hecho sin querer entonces el responsable es un est¨²pido¡±. Aunque el aperitivo es tan frugal como ¨¦l quiso, al final le hacemos buscar alg¨²n alimento que le apetezca mezclar con el vino que hipot¨¦ticamente fabrica Alejandro Cort¨¢zar. ¡°Papas arrugadas, como las de mi tierra; a veces las arrugo aqu¨ª, busco mojo pic¨®n y me las como. No est¨¢ el mar, ni estoy en Arona, pero me hago la ilusi¨®n de que el sabor me traslada¡±.
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