La campi?a inglesa se levanta contra el ¡®fracking¡¯
Cameron planea extender la pol¨¦mica t¨¦cnica de extracci¨®n de gas con 20.000 pozos Las protestas de ecologistas y vecinos suspenden las primeras prospecciones
Campamentos de protesta desplegados en la hasta ahora inalterable verde Inglaterra; colisiones entre activistas y polic¨ªas; tensi¨®n, arrestos y desembarco de las televisiones en un entorno voluntariamente silencioso y aburrido¡ El campo ingl¨¦s se ha levantado en pie de guerra frente a las intrusiones de una industria energ¨¦tica que ans¨ªa los recursos de su subsuelo. El enemigo a combatir es el fracking, una controvertida t¨¦cnica de extracci¨®n de gas mediante fractura hidr¨¢ulica que el Gobierno brit¨¢nico est¨¢ apuntalando como soluci¨®n a la dependencia energ¨¦tica, pero que sus detractores tildan de insegura y de fatal para el medio ambiente. Las perforaciones exploratorias de una compa?¨ªa gas¨ªstica y su contestaci¨®n han convertido la localidad de Balcombe (West Sussex, sureste de Inglaterra) en epicentro del debate nacional sobre la amenaza de industrializaci¨®n de la campi?a inglesa. El pueblo est¨¢ tan dividido entre la l¨®gica de la econom¨ªa y la defensa ecol¨®gica como el propio pa¨ªs.
Las operaciones de la empresa Cuadrilla en Balcombe han trastocado este verano el ambiente buc¨®lico y tranquilo de una poblaci¨®n que no alcanza los 1.800 habitantes, tiene solo un colmado, cuatro tiendas y carece de cajero autom¨¢tico. Un remanso de paz de la llamada upper-middle class (clase media-alta), como tantos otros del sureste rural ingl¨¦s, conformado por viviendas y jardines impolutos, y enclavado en medio del trayecto ferroviario entre Londres (a la que se accede en 39 minutos) y la ciudad balnearia de Brighton.
La compa?¨ªa, que encabeza en el Reino Unido la implantaci¨®n del fracking, suspendi¨® a finales de la semana pasada sus prospecciones en busca de crudo, aconsejada por una fuerza policial incapaz de garantizar la seguridad frente a la sonora manifestaci¨®n de m¨¢s de un millar de activistas. Convocados por el grupo ecologista No Dash for Gas y procedentes de varios puntos de la geograf¨ªa brit¨¢nica, se sumaron durante seis jornadas de ¡°desobediencia civil masiva¡± al centenar y medio de personas que ya permanec¨ªan acampadas en los aleda?os del pozo desde el pasado 25 de julio. Todav¨ªa hoy, estos ¨²ltimos no tienen intenci¨®n de moverse de all¨ª porque Cuadrilla reanud¨® sus actividades en cuanto el mi¨¦rcoles concluy¨® la gran protesta, con un balance de una treintena de detenidos, entre ellos, la diputada verde Caroline Lucas.
El sospechoso silencio de la Iglesia
La Iglesia de Inglaterra no tiene una posici¨®n oficial y un¨¢nime ante el fracking, aunque s¨ª potenciales intereses en los recursos del subsuelo de sus feligreses. En pleno debate nacional sobre la intenci¨®n del Gobierno de impulsar al m¨¢ximo la fractura hidr¨¢ulica en Reino Unido, han salido a la luz los recientes pasos de la instituci¨®n eclesial para reclamar por la v¨ªa administrativa sus derechos hist¨®ricos sobre los recursos minerales subterr¨¢neos. Afianzarlos significar¨ªa una participaci¨®n en los beneficios de cualquier hipot¨¦tica extracci¨®n de las reservas de gas encerradas bajo esos terrenos, que abarcan m¨¢s de 200.000 hect¨¢reas.
Los portavoces de la Iglesia anglicana han tenido que salir al paso de estas especulaciones cremat¨ªsticas, alegando en un comunicado que simplemente busca ¡°registrar y proteger unos derechos e intereses¡± que aparecen vulnerables desde que se introdujeran cambios en la Ley del Registro de la Tierra de 2002. Uno de los efectos de esa modificaci¨®n es que los derechos que reten¨ªa la Iglesia en ese subsuelo desde los tiempos de las conquistas normandas, pueden expirar si no se renuevan antes de octubre.
Muchos residentes a lo largo de toda Inglaterra han venido recibiendo cartas del registro en las que se les informa de que la Iglesia reclama sus derechos sobre los minerales que subyacen bajo sus propiedades. Ante la reacci¨®n suscitada, la instituci¨®n insiste en que no tiene planes espec¨ªficos de explotaci¨®n mineral de esos terrenos, pero la militancia anti-fracking subraya su ambig¨¹edad ante la controvertida t¨¦cnica y su implantaci¨®n en el pa¨ªs.
Frente a la cr¨ªtica contra la fractura hidr¨¢ulica formulada en los p¨²lpitos de parroquias anglicanas consideradas objetivos de la industria gas¨ªstica, el jefe de la Iglesia de Inglaterra, Justin Welby, ha invitado a reflexionar sobre las ventajas de ese pol¨¦mico m¨¦todo de extracci¨®n de gas, brindando su apoyo al desarrollo de las fuentes de energ¨ªa con menos coste.
La compa?¨ªa insiste en que en sus tanteos no usa esa t¨¦cnica consistente en inyectar en el subsuelo una mezcla de agua a presi¨®n y sustancias qu¨ªmicas para ampliar las fracturas en el sustrato rocoso, pero tampoco ha descartado el fracking para futuras explotaciones de yacimientos de gas (sus responsables tildan hoy esa hip¨®tesis de ¡°improbable¡±). Los activistas alegan que su desembarco en Balcombe y en otros puntos como el condado de Lancashire es el caballo de Troya de un Gobierno que pretende horadar la geograf¨ªa brit¨¢nica con pozos de gas: un millar de enclaves (unos 20.000 pozos), seg¨²n las propias previsiones de la industria, podr¨ªan estar activos en el territorio nacional para 2020. El potencial geol¨®gico en el norte de Inglaterra multiplica ese esbozo y su enorme impacto en el campo.
La garant¨ªa de seguridad del suministro energ¨¦tico, la reducci¨®n de la factura del gas y la electricidad y la creaci¨®n de miles de empleos son los principales argumentos esgrimidos por el primer ministro brit¨¢nico, David Cameron, para reclamar el respaldo al fracking y justificar un recorte de los impuestos (a la mitad) para los primeros ingresos de extracci¨®n. Ofrece, a cambio, invertir el 1% de la explotaci¨®n en las comunidades donde se hallan los pozos.
¡°Los intereses de la industria y la corrupci¨®n del Gobierno van a envenenar nuestras aguas¡±, replican los acampados en Balcombe, una mezcla de militantes ecologistas, de familias que se hacen turnos seg¨²n sus necesidades laborales, de gentes de edad diversa que en grueso no se reconocen como ¡°activistas¡±, sino como defensores de un entorno natural que les es consustancial. Vienen de poblaciones de la zona, de Brighton, de Devon y otros puntos m¨¢s lejanos de las islas. Aluden a la potencial contaminaci¨®n de los acu¨ªferos por el c¨®ctel qu¨ªmico inyectado en el subsuelo durante el proceso de fractura y por el metano que liberan las rocas. La industria les rebate: miles de pozos han sido perforados en Estados Unidos, sin un solo caso probado de contaminaci¨®n de las aguas subterr¨¢neas. Demostrarlo resulta casi imposible, ante la presencia de elementos contaminantes naturales, pero eso no da la raz¨®n a ninguna de las partes.
Ni siquiera los defensores del fracking niegan que la inyecci¨®n de fluidos en el subsuelo incrementa la presi¨®n sobre las fallas y puede provocar temblores en el terreno, si bien, dicen, muy tenues. Esa no ha sido la experiencia de Jim y Rosie, estudiantes de Lancashire que aprovechan el receso de las clases para participar en el campamento de Balcombe. ¡°Nos dijeron que est¨¢bamos a salvo¡±, explican, cuando hace dos a?os Cuadrilla inici¨® sus primeras actividades exploratorias en aquel condado, pero acabaron registr¨¢ndose dos terremotos, con magnitudes 2,3 y 1,5 en la escala de Richter. Aunque los da?os fueron muy leves, los vecinos se asustaron. La empresa tuvo que suspender provisionalmente sus operaciones. Fue un mal principio que gener¨® desconfianza.
Otro de los potenciales efectos perniciosos de la fractura hidr¨¢ulica es, tal como ha expuesto la experiencia estadounidense, su capacidad para dividir a las comunidades afectadas. En el propio pueblecito de West Sussex se perciben las desavenencias entre quienes quieren dar la bienvenida a los beneficios econ¨®micos prometidos por Cameron y aquellos que rechazan cualquier transgresi¨®n en su tranquila existencia o en el paisaje. Una votaci¨®n convocada el a?o pasado por el consejo local se tradujo en la oposici¨®n del 82% (234 votos) al fracking, aunque algunos residentes recalcan que entonces se pronunciaron principalmente los cr¨ªticos de esa t¨¦cnica. Plantear el tema en el pub, el caf¨¦ o la peque?a oficina de correos genera una corriente de tensi¨®n entre unos vecinos de habitual talante cordial.
La presencia de decenas de tiendas de campa?a alineadas en la carretera que conecta el pueblo con las instalaciones de Cuadrilla tambi¨¦n genera disensiones. Los residentes de Balcombe admiten que los habitantes del campamento conforman un grupo bien organizado, que cuida el entorno, tiene un servicio de recogida de basuras y unos aseos provisionales y pulcros que ser¨ªan la envidia de algunos bares de Londres. Pero las violentas escenas de los ¨²ltimos d¨ªas, cuando la convocatoria de No Dash for Gas se tradujo en el bloqueo de los accesos al recinto de la compa?¨ªa gas¨ªstica, y el enorme despliegue de fuerzas de seguridad que acompa?a a los que siguen acampados ¡ªcon un gasto para la polic¨ªa de Sussex de 750.000 libras¡ª no han sido bien acogidos por todos. Algunos vecinos prestan su apoyo a los campistas llev¨¢ndoles comida o ayud¨¢ndoles en la limpieza diaria: otros, los menos, los ningunean como ¡°manifestantes profesionales¡±.
Todos ellos comparten, sin embargo, un universo buc¨®lico, acomodado y conservador, que ahora est¨¢ pendiente del futuro impacto de las actividades de una compa?¨ªa energ¨¦tica en el medio rural y en la vida diaria, con el ostensible incremento del tr¨¢fico de camiones y del ruido procedente de las instalaciones que algunos perciben desde sus casas. Al primer ministro no va a resultarle tan f¨¢cil vender su propuesta a la llamada Middle England, donde los tories suelen cosechar tradicionalmente un buen pu?ado de votos. Muestra de esa aprensi¨®n, el conservador lord Howell of Guidford (miembro de la C¨¢mara alta y suegro del ministro de Econom¨ªa, George Osborne) fue cazado a finales de julio en un desliz cuando sostuvo que el fracking deb¨ªa ser confinado a las ¨¢reas ¡°desoladas¡± del norte de Inglaterra. Su rectificaci¨®n vino acompa?ada de un mensaje de Cameron: ¡°El fracking no se concentrar¨¢ en ciertas regiones, quiero que todo el pa¨ªs, norte y sur, comparta sus beneficios¡±.
Su determinaci¨®n, el apoyo de la prensa conservadora y las artes de un gigante de las relaciones p¨²blicas contratado por la industria quieren desequilibrar la balanza hacia la expansi¨®n de la fractura hidr¨¢ulica en Reino Unido. Las armas del frente antifracking pasan por plantar la semilla de la duda y la inseguridad en una opini¨®n p¨²blica que, a ra¨ªz de la protesta de Balcombe, comienza a ahondar en el debate sobre sus ventajas y perjuicios. La informaci¨®n, en ambos casos, carece del aval de estudios cient¨ªficos definitivos, pero las espadas ya est¨¢n en alto.
Cantabria no es Dakota del Norte
Cantabria no es Dakota del Norte. No solo est¨¢ 30 veces m¨¢s densamente poblada y tiene unas formaciones geol¨®gicas muy diferentes. Es que, adem¨¢s, al menos en lo que respecta al fracking, la controvertida t¨¦cnica de extracci¨®n de gas y petr¨®leo no convencional, no quiere serlo. Esta regi¨®n se convirti¨®, en abril pasado, en la primera que proh¨ªbe en Espa?a el uso de la fractura hidr¨¢ulica en su territorio. Los riesgos medioambientales no compensan una supuesta riqueza subterr¨¢nea que, presuntamente, reducir¨ªa la apabullante dependencia energ¨¦tica espa?ola, argument¨® su Parlamento. La Federaci¨®n Espa?ola de Municipios y Provincias (FEMP) lleva contabilizadas 103 mociones contrarias al fracking.
Ayuntamientos y regiones van dejando claro que no quieren ser Dakota del Norte, uno de los estados l¨ªderes en uso de esta t¨¦cnica en EE UU. Pero el Gobierno s¨ª. Jos¨¦ Manuel Soria, ministro de Industria, ha apoyado el fracking en sus declaraciones p¨²blicas. Tambi¨¦n el de Medio Ambiente, Miguel Arias Ca?ete, apoya las investigaciones, aunque ¡°con garant¨ªas ambientales¡±. Un reciente anteproyecto de ley determina que todos los proyectos de fracking deber¨¢n someterse a una evaluaci¨®n de impacto ambiental completa.
Mientras vecinos como Francia, Rep¨²blica Checa, Dinamarca y Bulgaria imponen moratorias, el Gobierno espa?ol parece decidido a no dejar pasar este tren energ¨¦tico. Espa?a tiene, seg¨²n c¨¢lculos del Consejo Superior de Colegios de Ingenieros de Minas, tambi¨¦n muy entusiasta con el fracking, recursos de gas no convencional para 39 a?os de consumo.
Son solo estimaciones, pero decenas de empresas est¨¢n dispuestas a invertir para comprobar lo que esconde el subsuelo peninsular. En 2008 apenas se solicitaron una decena de permisos de investigaci¨®n de hidrocarburos. En 2012 ya eran m¨¢s de 70, seg¨²n datos del Ministerio de Industria, que a?ade que la mayor¨ªa tienen que ver con esta t¨¦cnica. "En Espa?a a¨²n no se hace fracking. Los permisos que se est¨¢n concediendo son para hacer sondeos s¨ªsmicos y perforaciones exploratorias. Si se descubre que hay gas, habr¨ªa que pedir nuevos permisos para la fase de extracci¨®n, y eso a¨²n puede tardar entre cuatro y seis a?os", explica M¨®nica V. Cristina, portavoz de Shale Gas, la plataforma que agrupa a algunas de estas compa?¨ªas.
Un industria al alza en EE UU con el benepl¨¢cito del Gobierno
La producci¨®n de gas y petr¨®leo en EE UU se ha disparado en los ¨²ltimos a?os debido en buena medida a la extensi¨®n del fracking. Cada a?o se estima que se perforan 25.000 nuevos pozos. La regulaci¨®n laxa y los subsidios de los Gobiernos, tanto estatales como del federal, han favorecido el desarrollo de la perforaci¨®n hidr¨¢ulica hasta el punto de que en la actualidad los yacimientos de esquisto producen un cuarto de todo el gas natural estadounidense, frente al 1% que representaba en 2000.
La Administraci¨®n Obama se ha erigido en defensora del fracking, que ha impulsado un vuelco en el sector energ¨¦tico, favoreciendo el descenso de los precios, la reducci¨®n de la dependencia de combustibles f¨®siles del extranjero y la disminuci¨®n de las emisiones de CO2. Sin embargo, la pr¨¢ctica cada vez cuenta con m¨¢s opositores. El viernes, el presidente Barack Obama fue recibido con pancartas contra de perforaci¨®n hidr¨¢ulica en un acto en Nueva York.
La presi¨®n ciudadana en ese Estado provoc¨® que este invierto se ampliara un a?o m¨¢s la moratoria que proh¨ªbe el fracking en su territorio. En abril, un juez de California suspendi¨® el arrendamiento de tierras federales hasta que el Departamento de Interior no facilite un informe completo del impacto ecol¨®gico.
En EE UU, cada Estado regula esta t¨¦cnica en su territorio y el Gobierno federal establece las normas para las perforaciones en suelo federal, del que se extrae el 13% de la producci¨®n total de gas natural del pa¨ªs y el 5% de la de petr¨®leo. A mediados de mayo de este a?o, la Administraci¨®n present¨® nuevas normas. Estas exigen a las empresas el desglose de las sustancias qu¨ªmicas empleadas 30 d¨ªas despu¨¦s de que hayan comenzado la perforaci¨®n ¡ªen la versi¨®n inicial deb¨ªan ser antes de empezarla¡ª, pero no est¨¢n obligadas a desvelar todos los componentes para proteger el secreto industrial. Respecto de la seguridad de los pozos, solo se exige que se informe sobre el estado de uno ¡ªno de todos¡ª por ¨¢rea.
Para los ecologistas, hay muchas concesiones a la industria. ¡°Esta versi¨®n es mucho m¨¢s permisiva que la anterior y no hace nada para limitar la mayor¨ªa de los riesgos del fracking, como las emisiones de metano o la contaminaci¨®n h¨ªdrica¡±, se?ala Patrick Sullivan del Center for Biolgical Diversity.
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