El bulto y el cangrejo
El sentido de la palabra ¡°c¨¢ncer¡± se transformar¨¢ alg¨²n d¨ªa gracias a los avances cient¨ªficos, como sucedi¨® con gripe
La palabra periodista abarca lo mismo a quien se juega la vida en una guerra que a quien se dedica a difamar sin mayor comprobaci¨®n en un programa de cotilleo. La palabra pol¨ªtico ampara igual al que se enriquece a costa de sus administrados que a quien lucha en la clandestinidad por lograr la democracia. La palabra pintor nombra a quien da una mano m¨¢s en la pared de la casa y al genio que tiene sus cuadros colgados en El Prado. La palabra c¨¢ncer nombra una enfermedad incurable y tambi¨¦n una enfermedad que se cura.
Las palabras se petrifican en los diccionarios, pero el roce con la realidad las activa para crecer o reducirse, para adaptarse a cada situaci¨®n. El contexto forma parte de su significado. As¨ª, el verbo ¡°encender¡± no vale lo mismo en ¡°enciende la le?a¡± que en ¡°enciende el televisor¡±. El color de la palabra ¡°rojo¡± no lo percibimos con la misma intensidad en ¡°tiene un coche rojo¡± que en ¡°se puso rojo de verg¨¹enza¡±. Adem¨¢s, cada etapa hist¨®rica afecta tambi¨¦n al sentido. La frase ¡°vino en coche¡± dicha en 1820 no significa lo mismo que ¡°vino en coche¡± si se expresa ahora. Aquellos coches del siglo XIX se mov¨ªan por la potencia de los caballos, y los nuestros se mueven por los caballos de potencia.
La palabra ¡°c¨¢ncer¡±, hoy ambivalente, experimentar¨¢ tambi¨¦n alg¨²n d¨ªa una transformaci¨®n en su sentido, gracias a los avances cient¨ªficos, como sucedi¨® con gripe (en otro tiempo enfermedad mortal, y ahora apenas un contratiempo). Actuar¨¢ sobre ella el contexto, y se alterar¨¢ el significado sin que se modifique ni una letra del significante. Hoy en d¨ªa ha perdido ya una parte de su dramatismo, pero el proceso de cambio (como todo lo que concierne al genio del idioma) se desarrolla con lentitud.
El lenguaje m¨¦dico se incrust¨® en el l¨¦xico de la pol¨ªtica por su poder metaf¨®rico. La ¡°vertebraci¨®n territorial¡±, el ¡°virus de la violencia¡±, el ¡°ant¨ªdoto contra la corrupci¨®n¡±, la ¡°salud de la banca¡±, la ¡°transfusi¨®n de liquidez¡±¡ El vocablo "c¨¢ncer" forma parte de esas met¨¢foras casi fosilizadas, y aqu¨ª siempre con un valor negativo: ¡°La pobreza es el c¨¢ncer de ?frica¡±.
Puede ocurrir que la aplicaci¨®n de ese mismo t¨¦rmino a la salud de las personas pase en unos decenios de lo grave a lo leve; y que sin embargo el recuerdo de lo que fue permanezca en frases hechas con su viejo sentido metaf¨®rico, como permanece a¨²n el recuerdo de la tut¨ªa en el dicho ¡°no hay tut¨ªa¡±, que casi nadie relaciona ya con aquel ung¨¹ento medicinal. As¨ª que tal uso de ¡°c¨¢ncer¡± no constituir¨ªa un problema, igual que la tut¨ªa no es ya una soluci¨®n.
Pero mientras todo eso no llegue (aunque llegar¨¢), el t¨¦rmino ¡°c¨¢ncer¡± sigue asustando a los enfermos. Quiz¨¢s muchos lo reciben como un golpe peor incluso que sus propios efectos. Quiz¨¢s otros prefieren la expresi¨®n en su dureza. Pero a veces las palabras ayudan a curar, y por ello, cuando se trata de c¨¢nceres que permiten esperar una soluci¨®n, se entiende que haya m¨¦dicos que prefieran otra forma de comunicar el diagn¨®stico, sobre todo si necesitan una reacci¨®n esperanzada. No un eufemismo, sino un vocablo que, como la realidad, deje un margen para la lucha. Tal vez ¡°tumor¡± pueda valer. ¡°C¨¢ncer¡± no se asocia nunca con ¡°benigno¡±, y evoca en su origen latino al cangrejo cuyas patas atenazan al enfermo; pero ¡°tumor¡± en lat¨ªn s¨®lo significaba ¡°hinchaz¨®n¡±, y para ser malo precisa de un adjetivo. Aunque parezca incre¨ªble, la etimolog¨ªa de las palabras sigue influyendo en el olfato con el que las percibimos.
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