Los cuarteles del cambio
La plataforma de peticiones Change.org, nacida en 2007 en San Francisco, cala en Espa?a
Isabel de la Fuente no pod¨ªa soportar la idea de que Miguel ?ngel Flores volviera a organizar una fiesta. Cinco v¨ªctimas mortales en una noche de Halloween, entre ellas su hija Cristina, eran argumento m¨¢s que suficiente. Urg¨ªa un cambio de la Ley de Espect¨¢culos P¨²blicos de Madrid para evitar que empresarios desaprensivos desbordasen aforos para llenar sus bolsillos poniendo vidas en peligro, como ocurri¨® hace un a?o. De modo que ech¨® mano de la plataforma Change.org para hacer una petici¨®n al presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Gonz¨¢lez, para que cambiara la ley. La puso en marcha el 14 de diciembre de 2012. Consigui¨® 428.701 firmas. El 6 de mayo de 2013 se las entregaba al mandatorio madrile?o. La ley est¨¢ en fase de tr¨¢mite en la Asamblea regional.
As¨ª funciona la plataforma Change.org. Una persona inicia una petici¨®n de apoyos para una causa en Internet. La gente firma online. Las r¨²bricas se llevan al responsable pol¨ªtico o al directivo de turno. Con la presi¨®n, si todo va bien, se origina un cambio que nace de abajo y llega hasta arriba.
La plataforma web de peticiones m¨¢s importante del mundo naci¨® en 2007 y ya se ha implantado en 196 pa¨ªses. Cuenta con 45 millones de usuarios. Y cinco millones son espa?oles: el 17% de los que usan Internet en este pa¨ªs est¨¢n registrados en Change.org, seg¨²n los datos que ofrece la propia plataforma. ¡°La frustraci¨®n que ha resultado de la acci¨®n del Gobierno espa?ol, las dificultades econ¨®micas y el paro han influido en ello¡±, explica, rotundo, en las oficinas centrales en San Francisco, Ben Rattray, de 33 a?os, fundador de la plataforma. ¡°La sensaci¨®n de que el Gobierno no escucha hizo necesario que la gente tomara el poder en sus manos¡±.
Ben Rattray es un tipo que se come las palabras de lo r¨¢pido que habla. Va directo al grano, no se anda con rodeos. ¡°Queremos cambiar la estructura del poder. No defendemos causas espec¨ªficas, luchamos por la idea de que la gente debe tener el poder de decidir su futuro¡±. Los cr¨ªticos con esta plataforma dicen que Change.org fomenta el activismo de sal¨®n.
Las paredes de las oficinas de Change.org en San Francisco est¨¢n decoradas con fotos de las personas que impulsaron cambios que acabaron en victoria. Est¨¢ la de Laureen Todd, de Brooklyn (Nueva York), que inici¨® una lucha contra unas camisetas con mensajes sexistas que fueron retiradas del mercado; o la de Luleki Sizwe, sudafricana que emprendi¨® una campa?a para que se tomaran medidas contra la violaci¨®n correctiva, funesta pr¨¢ctica a la que someten a mujeres lesbianas en su pa¨ªs.
Las ¨¦lites que manejan el dinero y que dictan las pol¨ªticas ser¨¢n cada vez menos poderosas¡±, dice su fundador, Ben Rattray
En Espa?a no hay carteles en las oficinas de Change, pero s¨ª victorias. Como la paralizaci¨®n del cierre de la unidad de cirug¨ªa cardiaca del hospital materno-infantil de Gran Canaria, que ha impedido que los ni?os tuvieran que hacer dos horas y media de vuelo para ser atendidos gracias a la iniciativa impulsada por Br¨ªgida Mendoza. O la victoria que est¨¢ a punto de declarar Elena Alfaro, arquitecta de 43 a?os, que protest¨® por los precios de los libros de texto y recogi¨® m¨¢s de 295.000 firmas para que se facilite su reutilizaci¨®n. Su propuesta ha sido incorporada a la LOMCE, la nueva ley en materia de educaci¨®n. Alfaro est¨¢ a la espera de que se publique en el BOE. ¡°Ojal¨¢ no fueran necesarias plataformas como esta¡±, explica Alfaro, ¡°significar¨ªa que los ciudadanos nos comunicamos con las Administraciones p¨²blicas¡±. Isabel de la Fuente, la madre de una de las v¨ªctimas de la tragedia del Madrid Arena, a?ade: ¡°Cuando la gente se une para conseguir algo, se puede conseguir¡±.
En los or¨ªgenes de la plataforma que Ben Rattray fund¨® hace ahora seis a?os est¨¢ la lucha por los derechos de los gais. El d¨ªa que su hermano sali¨® del armario lo cambi¨® todo. Le cont¨® que mucha gente simpatizaba con su causa, pero nadie hac¨ªa nada. ¡°La sensaci¨®n de verg¨¹enza que sent¨ª, lo embarazoso que resultaba no haber utilizado mi voz para bien, me hizo ver que toda mi vida hab¨ªa actuado con ego¨ªsmo¡±.
Rattray, declarado en 2012 una de las 100 personas m¨¢s influyentes del mundo por la revista Time, abandon¨® su idea de trabajar en un banco de inversi¨®n y se puso a desarrollar su proyecto. Cuando lanz¨® la plataforma en 2007, incorpor¨® docenas de herramientas para que la gente pudiera actuar: crowdfunding (micromecenazgo), voluntariado, eventos offline, blogs¡ Pero al final se dio cuenta de que la herramienta m¨¢s eficaz eran las peticiones. A eso tambi¨¦n ayud¨® la experiencia de un emprendedor espa?ol que hab¨ªa puesto en marcha una web basada en peticiones. Un hombre cuyo impulso inicial fue tambi¨¦n la lucha por los derechos de los gais.
Francisco Polo fue desde peque?o un ni?o diferente. En el colegio no le gustaba el f¨²tbol, jugaba con las ni?as. ¡°Yo ten¨ªa que sobrevivir todos los d¨ªas a ese peque?o infierno¡±, cuenta en las oficinas de Change.org en Madrid. ¡°Eso es lo que arraig¨® mi sentido de la injusticia. No ten¨ªa armas para defenderme¡±.
En diciembre de 2009, este licenciado en Derecho de 32 a?os, ni corto ni perezoso, llam¨® por tel¨¦fono a Rattray a San Francisco y le propuso traer Change.org a Europa. El californiano le dijo que no era el momento; as¨ª que Polo se puso manos a la obra para montar su propia plataforma: Actuable.
La lanz¨® el 20 de septiembre de 2010. ?xito rotundo. En las primeras tres semanas ten¨ªa m¨¢s de 30.000 seguidores; en tres meses, m¨¢s de 90.000. ¡°La gente no ten¨ªa herramientas para alzar su voz¡±, explica Polo.
Un a?o y medio m¨¢s tarde, el domingo 1 de mayo de 2011, se plantaba en San Francisco para sellar un acuerdo. Pod¨ªan competir o unirse. Apostaron por lo segundo. Change compr¨® Actuable.
La organizaci¨®n que dirige Rattray recibe 30.000 peticiones al mes en todo el mundo; 3.000 en Espa?a. Ricardo Galli, activista del software libre que cre¨® en febrero del a?o pasado un bot (programa malicioso) que enviaba firmas falsas para poner a prueba a la plataforma, se muestra cr¨ªtico. ¡°Firmar mediante una direcci¨®n de correo en Internet sin verificarlas es dejar la puerta abierta a las firmas falsas¡±, dice en conversaci¨®n telef¨®nica desde su casa en Palma de Mallorca.
Desde Change.org reconocen que no se puede evitar que una persona firme dos veces creando dos cuentas de correo electr¨®nico. Pero se?alan que el peso que estas firmas puede tener sobre un c¨®mputo global es m¨ªnimo. E insisten en que cuentan con mecanismos para detectar el spam generador de firmas falsas.
Change.org no filtra las peticiones que le llegan, salvo raras excepciones (racismo, discriminaci¨®n, violencia).Se financian gracias a las ONG que promocionan ciertas peticiones, como en YouTube, y buscan captar socios: por cada usuario que d¨¦ su consentimiento para recibir m¨¢s informaci¨®n de la ONG de turno, esta paga un euro y medio a Change.org. La gente tambi¨¦n hace donaciones para que sus peticiones sean promocionadas y obtengan m¨¢s ¨¦xito.
El modelo de negocio funciona y el pasado mes de mayo, Rattray levant¨® 11 millones de euros en una nueva ronda de captaci¨®n de capital. La expansi¨®n contin¨²a. ¡°Caminamos hacia un mundo en el que los Gobiernos van a tener que responder m¨¢s ante los ciudadanos¡±, vaticina Rattray. ¡°Las ¨¦lites que manejan el dinero y que en gran parte dictan las pol¨ªticas en muchos pa¨ªses van a ser cada vez menos poderosas¡±.
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