La educaci¨®n de nuestros pobres
La escuela p¨²blica, los ense?antes y los pobres no son tan importantes para el Estado como, por ejemplo, los bancos
La reciente aprobaci¨®n de la LOMCE sin m¨¢s apoyos parlamentarios que los del Partido Popular ha dado lugar a otra de esas recurrentes pol¨¦micas sobre por qu¨¦ Espa?a sigue siendo uno de los pa¨ªses europeos con mayor abandono escolar y cuyos estudiantes obtienen resultados bajos en los baremos internacionales de competencias acad¨¦micas. Repitiendo y simplificando lo dicho, algunos sectores conservadores de la sociedad espa?ola, y hasta el ministro Sr. Wert, han echado la culpa de esta situaci¨®n a la falta de b¨²squeda de la excelencia por parte de los Gobiernos de la democracia. Por parte de la izquierda, ha apuntado como principal culpable a la pesada losa de la herencia del franquismo y ha pedido que se reconozcan los grandes avances que en materia de educaci¨®n e investigaci¨®n se han producido en Espa?a desde el final de la dictadura.
Un art¨ªculo de The Economist (¡°What can you do?¡±, publicado el 12-18 de octubre) sugiere que el Sr. Wert tiene algo de raz¨®n, pero tambi¨¦n que parece ignorar otros factores claves del problema. Bas¨¢ndose en datos de la OCDE, este art¨ªculo se?ala que Espa?a e Italia son dos pa¨ªses en los que es m¨¢s alta la proporci¨®n de adultos de entre 16 y 65 a?os de edad que carecen de habilidades matem¨¢ticas y literarias. A modo de contraste, se se?ala el enorme progreso de la educaci¨®n en Corea, un pa¨ªs donde los mayores de 55 a?os se encuentran entre los menos educados del estudio pero cuyos hijos y nietos est¨¢n entre los mejor preparados. Evidentemente, como defiende el Sr. Wert, con pol¨ªticas ambiciosas y constantes, las herencias del pasado se pueden superar. Sin embargo, como se?ala el mismo art¨ªculo, y eso ya no lo hemos o¨ªdo del Gobierno, tambi¨¦n es evidente que hay una relaci¨®n clara entre el nivel de igualdad social y el alto rendimiento de sus estudiantes. A mayor igualdad, mejores resultados, y viceversa. Los pa¨ªses escandinavos son un ejemplo positivo de esto, mientras que el Reino Unido, Alemania, los Estados Unidos son la otra cara de la moneda. Que la educaci¨®n en Espa?a siga siendo, en t¨¦rminos relativos, deficiente quiz¨¢s tenga algo que ver con lo que ha se?alado otro informe que acaba de hacer p¨²blico C¨¢ritas y que nos ha revelado que somos el pa¨ªs de Europa con mayores desigualdades sociales; o con las noticias que han aparecido en la prensa detallando c¨®mo la crisis ha enriquecido aun m¨¢s a nuestros ricos y ha empobrecido a los dem¨¢s. Es decir, que la salud de nuestra educaci¨®n mucho tiene que ver con las desventuras de nuestro reciente y ahora malherido estado del bienestar. Y luego est¨¢ nuestra historia.
El franquismo sirve a la vez de ejemplo y de causa de muchos, pero no de todos, de nuestros problemas educativos. La dictadura cre¨ªa en la excelencia para unos pocos y la sumisi¨®n de los dem¨¢s, en los que no estaba dispuesta a gastar dinero. El proyecto educativo franquista ten¨ªa un objetivo: sostener el sistema culturalmente reaccionario y socialmente cruel que emergi¨® de la guerra civil. Por ello, prim¨® a sus aliados, empezando por la Iglesia. No por casualidad, durante los a?os cuarenta apenas si se construyeron escuelas e institutos, mientras que florec¨ªan los centros de pago, casi exclusivamente religiosos. El resultado fue una cat¨¢strofe. Seg¨²n cifras oficiales de la propia dictadura, en 1955 solo el 67% de los ni?os estaban matriculados en la escuela primaria; otra cosa es que fueran regularmente a clase. En comparaci¨®n, ese a?o estaban matriculados en las escuelas primarias el 98% de los ni?os de Austria, 97% de Alemania, 90% de Noruega y el 72% de Italia. Siempre seg¨²n datos oficiales, el poder adquisitivo del sueldo de los maestros de primaria se hab¨ªa reducido a un 20% del que ten¨ªan en 1936. Estos datos no se pueden separar ni del enorme sufrimiento social causado por las pol¨ªticas econ¨®micas del r¨¦gimen, y en particular la autarqu¨ªa, ni de las decisiones conscientes de excluir a los pobres del futuro del pa¨ªs.
La apuesta social y cultural de la dictadura era por la excelencia de las minor¨ªas acomodadas. En 1957, por ejemplo, se graduaron casi cuatro veces m¨¢s alumnos de institutos privados que de los p¨²blicos (205.974 y 62.422 respectivamente). Este elitismo en la educaci¨®n secundaria pervivi¨® hasta bien entrados los a?os sesenta, y a¨²n despu¨¦s. En 1965 solo el 18,5% de los j¨®venes de entre 11 y 16 a?os estaban matriculados en institutos. Este era uno de los niveles m¨¢s bajos de entre los pa¨ªses desarrollados; incluso India ten¨ªa en ese momento un porcentaje mayor de alumnos de educaci¨®n secundaria. El elitismo franquista, el filtro social y cultural, tambi¨¦n produjo una universidad an¨¦mica y retrasada. El porcentaje de estudiantes universitarios espa?oles en 1970 era mucho menor que el de pa¨ªses mucho m¨¢s pobres como Grecia.
Con el desarrollo econ¨®mico de los a?os sesenta, la situaci¨®n mejor¨®, pero a¨²n en las postrimer¨ªas de la dictadura el retraso de nuestro nivel educativo, que insisto estaba ligado a las profundas desigualdades sociales del pa¨ªs, era todav¨ªa enorme y se concentraba de forma intensa y masiva en las capas sociales pobres y en las ¨¢reas deprimidas del pa¨ªs. Seg¨²n datos oficiales, en 1970 aproximadamente solo el 75% de los ni?os en edad escolar iba a clase regularmente. El absentismo era particularmente intenso en provincias marginadas como M¨¢laga y Tenerife (menos del 60% de asistencia a clase) pero tambi¨¦n en los barrios de inmigrantes de Vizcaya, Madrid y Barcelona, donde adem¨¢s hab¨ªa una d¨¦ficit masivo de plazas escolares. ?ste se estimaba que era de 250.000 plazas en Barcelona, 155.000 en Madrid, 90.000 en Coru?a, 87.000 en Valencia, 74.000 en Sevilla. Estos ni?os de 1970 son los padres y abuelos que tienen unos 50 a?os hoy.
?D¨®nde estaban en 1970 estos ni?os perdidos para el futuro? Estaban trabajando y pagando con el sacrificio de su futuro, como sus padres lo hab¨ªan durante nuestra larga y miserable postguerra, ¡°el milagro¡± econ¨®mico de Espa?a. Trabajaban porque ten¨ªan que ayudar a alimentar a sus familias, a quienes el progreso del pa¨ªs les lleg¨® tarde y mal. En 1972 los espa?oles todav¨ªa empleaban el 44% de sus ingresos en alimentaci¨®n, la cifra m¨¢s alta entre los pa¨ªses de la OCDE, bastante por encima de, por ejemplo, Italia. Y esta es la media: la realidad de los pobres eran much¨ªsimo peor. A ¨¦stos, a cambio de trabajar para subsistir, el estado ofrec¨ªa m¨¢s de la misma discriminaci¨®n: beneficios para las rentas m¨¢s altas a trav¨¦s de un sistema impositivo injusto y reducido, lo que significaba que, a diferencia de la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos, aqu¨ª las familias m¨¢s ricas dispon¨ªan proporcionalmente de m¨¢s dinero y las familias con rentas m¨¢s pobres recib¨ªan proporcionalmente menos transferencias en la forma de servicios y beneficios sociales. La anemia del gasto p¨²blico signific¨® que hasta el d¨ªa final de la dictadura, el consumo privado como parte del PIB era en Espa?a m¨¢s alto que en ning¨²n otro pa¨ªs europeo. Dicho de otra manera, la inhibici¨®n del Estado a la hora de recaudar impuestos y hacer inversiones p¨²blicas, en educaci¨®n por ejemplo, signific¨® que a los pobres se les conden¨® a recibir poca educaci¨®n y, ante la falta de transferencia de recursos v¨ªa beneficios sociales, se les indujo o forz¨® al abandono escolar,
La llegada de nuestra democracia corrigi¨® muchas de estas deficiencias e injusticias. Las reformas fiscales que pronto se adoptaron permitieron la expansi¨®n de nuestro sistema de ense?anza e investigaci¨®n, aunque no pudieron cambiar el pasado: la cat¨¢strofe educativa de los pobres en Espa?a. Es cierto y lamentable que despu¨¦s de tres d¨¦cadas y media de democracia, no hayamos conseguido ponernos de acuerdo en el modelo educativo que queremos, empezando por la relaci¨®n entre la educaci¨®n cat¨®lica y privada por un lado y, por otro, la laica y p¨²blica. Pero m¨¢s lamentable nos parece a muchos ciudadanos que la crisis que comenz¨® en el 2008 haya puesto de relieve que la escuela p¨²blica, los ense?antes y los pobres no son tan importantes para el Estado como, por ejemplo, los bancos. Y no deja de ser muy triste que se le siga pidiendo excelencia a la escuela, como si ¨¦sta, adem¨¢s de motor del progreso, no fuese tambi¨¦n espejo y consecuencia de la sociedad a la que sirve.
Antonio Cazorla S¨¢nchez es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de Europa en la Trent University (Canad¨¢). Su pr¨®ximo libro es Cartas a Franco de los espa?oles de a pie (Barcelona, RBA)
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