?Amos de la ciencia?
El ¨²ltimo premio Nobel de medicina, Randy Schelkman, nos sorprend¨ªa hace unas semanas al declarar el boicot a las revistas ¡°top¡± cient¨ªficas y con ello serv¨ªa de altavoz para una disidencia que otros mantienen en voz baja.
No es cuesti¨®n ya solo de las ¡°pr¨¢cticas desviadas¡± que parecen aflorar en esta especie de ¡°agencias de rating¡± cient¨ªficas (no s¨¦ si m¨¢s atinadas que las financieras) sino de su propia esencia, con un dominio y una estructura de incentivos tan poderosa que parece haberlas convertido en verdaderos ¡°amos de la ciencia¡±. Editoriales evaluando a investigadores y detr¨¢s todo un complejo y burocratizado entramado con no pocas dosis de simplismo y de doctrinarismo.
A ello nos hemos adaptado todos y sobre ello se construyen carreras cient¨ªficas y universitarias, se abren o se cierran puertas, se aceptan o se rechazan trayectorias, en nombre de una sigla que, en este siglo de siglas, se ha convertido en talism¨¢n en el mundo cient¨ªfico y universitario: JCR. Es, desde luego, un modo de medir en el que todo parece sintetizarse, pero tambi¨¦n un modo de simplificar la complejidad cient¨ªfica y universitaria.
No s¨¦ si es que como dec¨ªa Borges ¡°las universidades prefieren las bibliograf¨ªas a los libros¡±, pero no deja de resultar curioso c¨®mo se santifica el n¨²mero para construir escalas y que el mundo del pensamiento se resuma en citas, que el ¨¢mbito de la creaci¨®n se impregne de mercado (de un mercado de citas que constituye ahora casi un reclamo corporativo obligado en las sesiones de todo congreso) y que el sue?o de la ciencia se comprima en listados de art¨ªculos convertidos no solo en el s¨ªmbolo del progreso cient¨ªfico sino casi en el ¨²nico modo de valorarlo.
Desde luego que hay que evaluar, medir, exigir, rendir, pero no hay un ¨²nico modo de hacerlo, ni ese modo sirve para todo ni en la misma medida, como si esos ¡°amos de la ciencia¡± otorgasen la irrefutable y exclusiva condici¨®n de investigador, como si hubiese una ¨²nica concepci¨®n de la investigaci¨®n, como si no existiesen sustanciales diferencias por ¨¢reas cient¨ªficas, como si se persiguiese penalizar tambi¨¦n la dedicaci¨®n a la gesti¨®n, a las tareas de transferencia de conocimiento o al gobierno universitario, como si se pudiese matar o poner fechas de caducidad a las trayectorias, como si no hubiese etapas en el periplo de los universitarios, como si la vida universitaria fuese un carril de direcci¨®n ¨²nica.
No creo que pueda acabar con esto ni siquiera la disidencia de un premio Nobel. Pero al menos deber¨ªa servir para reflexionar sobre la necesidad de introducir sentido y criterio para que lo formal no se imponga a lo sustantivo, lo puntuable a lo relevante, los s¨ªndromes de indexaci¨®n a la solvencia de las trayectorias y la recolecci¨®n de m¨¦ritos a los s¨®lidos curricula universitarios. Y para que no haya cotos cerrados de ¡°amos de la ciencia¡±, especialmente en esta era de la difusi¨®n abierta del conocimiento.
?Juan A. V¨¢zquez es ex presidente de la CRUE.
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