Viaje a la ternera de siempre
El turismo rural que a la vez difunde la importancia de las razas ganaderas tradicionales gana adeptos
A lo largo de la historia de la domesticaci¨®n de los animales por el ser humano, se han desarrollado cientos de variedades aut¨®ctonas, adaptadas a las condiciones del terreno; el agua ¡ªo su falta¡ª, la temperatura, la fertilidad del suelo. Con el ascenso de la ganader¨ªa industrial, muchas de estas variedades se han dejado de lado, reemplazadas por otras m¨¢s productivas o m¨¢s f¨¢ciles de cuidar. El abandono es tan grave que, seg¨²n datos del Ministerio de Agricultura, Alimentaci¨®n y Medio Ambiente, ocho de cada diez variedades aut¨®ctonas est¨¢ en peligro de extinci¨®n. Pero en muchos pueblos de Espa?a, diferentes iniciativas abogan por unir al turismo rural actividades que llamen la atenci¨®n acerca de la necesidad de conservar estas razas ganaderas.
"Creo que el turismo rural que se oferta en la actualidad dista bastante del esp¨ªritu con el que se cre¨®", afirma Mar Pinillos, propietaria de la casa rural El Mirador de la Cig¨¹e?a, en Cabanillas del Monte (Segovia). "En su gran mayor¨ªa las casas se limitan a ofertar alojamiento". A unos metros de la casa, situada en un antiguo pajar restaurado, los propietarios tienen 10 gallinas castellanas. "Hace a?os, estas gallinas eran las m¨¢s utilizadas para poner huevos", se?ala Pinillos. "Pero al ser sustituidas por otras razas industriales, que ten¨ªan m¨¢s puesta, estuvieron al borde de la desaparici¨®n". Esta raza, seg¨²n la propietaria de la casa, resiste m¨¢s a las enfermedades y al clima fr¨ªo del sopi¨¦ de la Sierra del Guadarrama. Y, adem¨¢s, "los huevos est¨¢n muy buenos", dice la propietaria entre risas.
Mientras, en los pastos alrededor del pueblo, se crian algo m¨¢s de 50 vacas negras avile?as ib¨¦ricas. "Es una vaca recia", cuenta Pinillos. "Aprovecha mejor los pastos en los terrenos quebrados y tiene partos con menores complicaciones". El turista va a pie hasta donde est¨¢n las vacas, donde puede ver de primera mano el proceso de crianza del animal.
La casa rural de Cabanillas forma parte del programa Ceres-Ecotur, que coordina aproximadamente cerca de 45 proyectos de este tipo en todo el pa¨ªs. "Para considerar si una empresa tiene cabida en el proyecto tenemos en cuenta varios indicadores",?afirma Javier Tejera, responsable de comunicaci¨®n del proyecto. "Si son sostenibles y ponen en valor los productos locales; si realzan el papel del patrimonio cultural, si protegen la naturaleza, si apoyan la econom¨ªa local, entre otros".? Para Tejera, "las variedades ganaderas tradicionales dan sentido al medio rural. Son razas que los propios campesinos han seleccionado durante cientos de a?os para adaptarse a las condiciones locales. La huella que dejan en el territorio es m¨ªnima".
Una opci¨®n ideal, por tanto, para el visitante que quiere reducir su impacto en el medio ambiente. "Estas granjas no son un parque tem¨¢tico, un circo o un museo", se?ala Tejera. "No est¨¢n creadas para el turista; existen sin ¨¦l. Es una interacci¨®n mucho m¨¢s sana, sobre todo para quien quiere ir m¨¢s all¨¢ del turismo tradicional. No solo se trata de conocer la realidad del lugar que se visita; se trata de integrarse en ella".
Y, al mismo tiempo, es una forma de garantizar la subsistencia de ese medio rural. "Tal y como est¨¢n las cosas, es muy dif¨ªcil que las explotaciones ganaderas resistan por s¨ª mismas", indica Tejera. "Esta es una forma de generar recursos para el campo que permitan la conservaci¨®n de estas variedades".
Jaime Alonso es el propietario de la casa rural El Capriolo, en Garganta de los Montes (Madrid). Aunque su explotaci¨®n est¨¢ especializada en la vaca charolesa (una variedad de origen franc¨¦s), entre las actividades que ofrece est¨¢ en llevar a los turistas a ver una explotaci¨®n de ganado retinto, una variedad t¨ªpica de la Sierra Norte de Madrid. "Es una excursi¨®n de alrededor de una hora. Se va a la nave, y se explica d¨®nde est¨¢ cada cosa, como se interact¨²a con los animales", explica. "Las vacas est¨¢n domadas, as¨ª que los ni?os pueden tocarlas. Y les gusta, porque no est¨¢n acostumbrados a verlas de cerca".?
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