Un papa en busca de un pueblo
Francisco ha conseguido calmar las luchas intestinas en el Vaticano y ha dado voz a los cat¨®licos de a pie para que opinen de los temas m¨¢s espinosos para la Iglesia
No est¨¢n entre sus frases m¨¢s celebradas, pero tal vez son las que mejor reflejan la actitud del papa Francisco ante la Iglesia y ante la vida. Las pronunci¨® en el vuelo de regreso de su viaje a R¨ªo de Janeiro, a cuenta del debate sobre su propia seguridad surgido despu¨¦s de que una multitud rodeara el peque?o coche en el que viajaba sin apenas escolta y con las ventanillas bajadas. ¡°La seguridad es fiarse de un pueblo¡±, dijo Jorge Mario Bergoglio, ¡°siempre existe el peligro de que un loco haga algo, pero la verdadera locura es poner un espacio blindado entre el obispo y el pueblo. Prefiero el riesgo a esa locura¡±.
Hace unos d¨ªas, en la tercera gran entrevista concedida desde que fue elegido, Francisco dijo que ni le gustan los balances ni tampoco que lo pinten como un superhombre. Pero, a la espera de que se concreten las reformas, lo que ya ha conseguido Bergoglio ahora que se cumple un a?o desde que, el 13 de marzo de 2013, el hasta entonces arzobispo de Buenos Aires apareciera en el balc¨®n de la bas¨ªlica de San Pedro y diera sencillamente las buenas tardes, s¨ª se puede considerar una proeza. Ha borrado un pasado reciente de guerras de poder entre cardenales, mayordomos ladrones y banqueros que tem¨ªan ser asesinados ¡ªlos famosos cuervos que sobrevolaban El Vaticano¡ª y en su lugar ha colocado a la gente.
Fuera de la sede episcopal, ya hay datos para confirmar que si algo pretende Bergoglio ¡ªy en parte est¨¢ consiguiendo¡ª es derribar el blindaje de incomprensi¨®n mutua que separa a la Iglesia oficial de los cat¨®licos de a pie. Hasta ahora, eran los fieles los que intentaban entender al Papa. Ahora es el Papa el que, no sin pocas resistencias en el Vaticano, intenta comprender qu¨¦ le pasa a la gente.
?O no llama la atenci¨®n que el Vaticano ¡ªdoctores tiene la Iglesia¡ª haya enviado a las conferencias episcopales de todo el mundo un ins¨®lito cuestionario con 38 preguntas para que lo distribuyan entre los fieles pidi¨¦ndoles su opini¨®n sobre cuestiones tan atrevidas como la atenci¨®n pastoral a las parejas del mismo sexo o la apertura de los sacramentos a los divorciados vueltos a casar? A¨²n no se sabe hasta d¨®nde llegar¨¢n los debates planteados por el papa Francisco, ni si lograr¨¢ poner orden en las finanzas, conseguir¨¢ que las mujers dejen de tener un papel tan auxiliar en la Iglesia o reparar¨¢ a las v¨ªctimas de la pederastia, pero lo que s¨ª ha quedado claro en los ¨²ltimos 12 meses es que Jorge Mario Bergoglio no est¨¢ contento con la herencia recibida. Aunque halaga cada vez que puede al dimisionario Benedicto XVI ¡ª¡°es como tener al abuelo en casa¡±¡ª y ha declarado santo a Juan Pablo II ¡ªeso s¨ª, metiendo en el mismo lote a Juan XXIII¡ª, sus declaraciones est¨¢n llenas de reproches a la manera en que los pr¨ªncipes de la Iglesia han conducido de un tiempo a esta parte al pueblo de Dios.
Desde sus gestos m¨¢s visibles ¡ªnada de lujosos coches oficiales ni zapatos rojos ni cruces preciosas¡ª a sus primeros viajes ¡ªa Lampedusa para rezar por los inmigrantes y a Cerde?a para reunirse con las v¨ªctimas de la crisis¡ª, pasando por su primera declaraci¨®n de objetivos ante los periodistas de todo el mundo ¡ª¡°?c¨®mo desear¨ªa una Iglesia pobre y para los pobres!¡±¡ª y terminando por sus aguijonazos constantes a la curia: ¡°La corte del Vaticano es la lepra del papado. La curia tiene una visi¨®n vaticano-c¨¦ntrica y se olvida del mundo que nos rodea. No comparto esta visi¨®n y har¨¦ todo lo posible por cambiarla¡±. Ya lo est¨¢ haciendo. A veces, a la luz p¨²blica, creando organismos para poner coto a una larga tradici¨®n de oscuros abusos financieros o quit¨¢ndole atribuciones a la Secretar¨ªa de Estado. Otras veces cambiando un pe¨®n aqu¨ª y otro all¨ª, compensando poderes, utilizando su soledad acompa?ada ¡ªeligi¨® vivir en Santa Marta para que no lo aislaran como a Joseph Ratzinger¡ª para cuidarse de las trampas de los nost¨¢lgicos. En alguna cay¨® ¡ªhoras despu¨¦s de nombrar a monse?or Ricca para controlar el Instituto para las Obras de Religi¨®n (IOR) fueron aireados desde dentro de la curia sus esc¨¢ndalos sexuales del pasado¡ª, pero sali¨® airoso gracias precisamente a esa disposici¨®n suya de afrontar los problemas sin esconderse.
Al ser preguntado por el asunto durante el vuelo de regreso a R¨ªo de Janeiro ¡ªdurante hora y media se someti¨® a las preguntas de los periodistas sin establecer ninguna l¨ªnea roja¡ª, contest¨® de forma sencilla: ¡°Yo pienso que muchas veces en la Iglesia ¡ªcon relaci¨®n a este caso o con otros¡ª, se va a buscar los pecados de juventud. Y se publican. No los delitos, los delitos son otra cosa. Los abusos de menores son delitos. Me refiero a los pecados. Pero si una persona ¡ªlaico, cura o monja¡ª comete un pecado y luego se arrepiente, el Se?or la perdona. Y nosotros no tenemos derecho a no olvidar¡±.
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