Los estudiantes de Medicina solo reciben 12 horas de clase espec¨ªfica sobre el dolor
Unos 7 millones de personas sufren padecimiento cr¨®nico en Espa?a
![Clase de anatomía en la Universidad Complutense de Madrid.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/YCUYRHDHGYNZ7ZLLIUF7WDT47U.jpg?auth=bece234dd27a0a1f5af2689c21152a04e3f9e0437b727b528ebfedd68b499705&width=414)
De las m¨¢s de 5.000 horas de clase que recibe un estudiante de Medicina en Espa?a, algo menos de 12 est¨¢n dedicadas al tratamiento del dolor, seg¨²n los datos espa?oles del estudio Appeal, un trabajo internacional desarrollado en 242 escuelas m¨¦dicas, de las cuales 15 son de pa¨ªses europeos. La situaci¨®n es generalizada, destaca Jos¨¦ Ram¨®n Cisneros, director del Instituto Mundipharma, una organizaci¨®n sufragada por el laboratorio del mismo nombre. En general, un 82% de las mismas no hab¨ªan dedicado ning¨²n apartado del dolor en todo su temario. El estudio Appeal destaca que, sin embargo, dos tercios de los graduados m¨¦dicos -un 62%- han estudiado temas de dolor ¡°en otros contextos, nunca dentro de su propia licenciatura¡±.
Dos factores contribuyen principalmente a esta marginaci¨®n acad¨¦mica del dolor, indica Cisneros. Primero, que tradicionalmente se ha considerado solo un s¨ªntoma asociado a otras enfermedades, cuando ya la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido el dolor cr¨®nico como una patolog¨ªa en s¨ª misma. Segundo, que no hay un biomarcador, un sistema objetivo para medirlo como se puede hacer con la tensi¨®n o el colesterol, por ejemplo. Se utilizan escalas subjetivas, en las que el paciente, por ejemplo, indica del 0 al 10 d¨®nde se encuentra o cu¨¢nto puede soportar, algo que var¨ªa en funci¨®n de sus propias experiencias.
Sin embargo, poco a poco el dolor como tal va ganando protagonismo. Dolencias como la fibromialgia, que representan alrededor del 3% de los enfermos de dolor cr¨®nico, van poniendo el sufrimiento f¨ªsico en primer t¨¦rmino. Tambi¨¦n la paulatina implantaci¨®n de las unidades de dolor, aunque estas son insuficientes y muchas est¨¢n mal dotadas, dice Concha P¨¦rez, portavoz de la Sociedad Espa?ola del Dolor (SED). ¡°Har¨ªa falta una asignatura en la carrera. Seg¨²n un estudio que hicimos en el hospital de La Princesa de Madrid, el 50% de las personas que acuden tienen dolor. En primaria es el 40%. Pero es que, adem¨¢s, el 30% no es que lo tenga, es que es su primera causa para ir al m¨¦dico. El tratamiento del dolor deber¨ªa ser estructural. Es chocante que en veterinaria, por ejemplo, se den 100 horas al respecto¡±, dice P¨¦rez.
¡°Es verdad que en las facultades de medicina no se trata casi el dolor m¨¢s que como s¨ªntoma¡±, dice Juan Carlos de la Pinta, de la Sociedad Espa?ola de Anestesiolog¨ªa, Reanimaci¨®n y Terap¨¦utica del Dolor. De la Pinta cree que la soluci¨®n ser¨ªa crear una asignatura ¡°como se ha puesto en enfermer¨ªa, aunque sea optativa¡±. Mientras esto sucede ¨Csi llega a ocurrir- ¡°lo cierto es que se encuadra de refil¨®n en farmacolog¨ªa y un poquito en cada especialidad¡±, a?ade, ¡°y as¨ª queda pobre el conocimiento¡±.
La creaci¨®n de la especialidad de Medicina de Familia puso en los facultativos de los centros de salud la primera decisi¨®n sobre el abordaje del dolor. En ese sentido, las aulas del dolor del Instituto o las que promueve otra fundaci¨®n, tambi¨¦n asociada a un laboratorio, la Gr¨¹nenthal, son un remedio (con cr¨¦ditos universitarios incluidos) para quienes se quieren formar. Pero de momento esto no llega a todos. Una encuesta del a?o pasado realizada por otro laboratorio, Boston Scientific, se?alaba que ¡°un 68% de los encuestados no encuentra un alivio a pesar de haber probado varios tipos de f¨¢rmacos u otras terapias. Y solo un 10% es remitido directamente a una unidad espec¨ªfica¡±. ¡°La escasa formaci¨®n del personal sanitario sobre tratamientos adecuados y el desconocimiento de la poblaci¨®n de la existencia de los mismos se erigen como las principales causas¡±, seg¨²n la encuesta. ¡°Todos los m¨¦dicos deber¨ªan saber tratar farmacol¨®gicamente el dolor, y reservar las unidades a otras intervenciones, como neurofrecuencias o electrodos¡±, concluye P¨¦rez.
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