Pura energ¨ªa informativa
La tambi¨¦n escritora muere a los 69 a?os de edad en Vigo
Fue comunista practicante, cat¨®lica practicante, madre, periodista practicante. Su energ¨ªa rebasaba lo probable y se dedic¨® por igual a todas esas tareas; descoll¨® en todas, en ninguna se qued¨® atr¨¢s: ni como madre, que lo fue con orgullo muy pregonado de su hija, ni como periodista, que fueron sus dos ocupaciones vitales m¨¢s queridas y m¨¢s absorbentes. La tambi¨¦n escritora ha muerto a los 69 a?os de edad en Vigo.
Mar¨ªa Antonia Iglesias era periodista, y ¨²ltimamente polemista, requerida en las tertulias ahora al uso no s¨®lo porque demandaba la pol¨¦mica y la cumpl¨ªa con amplia audiencia p¨²blica, sino porque adem¨¢s daba unas muestras de rigor que no eran disminuidas por el apasionamiento.
Su trabajo como periodista fue muy anterior y mucho m¨¢s de bajo perfil en la Televisi¨®n Espa?ola, donde entr¨® como redactora en 1984, desde la prensa escrita (Informaciones, Triunfo), y termin¨® siendo directora de Informativos en la ¨²ltima etapa, la m¨¢s conflictiva, de los gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez. Suya fue la decisi¨®n de emitir entrevista, desde la c¨¢rcel, hecha por Paloma Ca?adas, al director general de Seguridad, Sancrist¨®bal, que fue puesto en prisi¨®n por su implicaci¨®n en los asesinatos del GAL. Esa entrevista se emiti¨® en un telediario, abriendo, y esa emisi¨®n quiz¨¢ fue lo m¨¢s sonado de sus contribuciones personales a tan discutido puesto medi¨¢tico.
Ella arrostr¨® siempre dificultades as¨ª y asumi¨®, en ese puesto, decisiones igualmente arriesgadas; la fragilidad de su f¨ªsico no fue jam¨¢s un elemento que la arredrara, al contrario; hasta el final de su vida sigui¨® asistiendo a tertulias televisivas con una constancia que a veces desataba la solidaridad de sus oponentes m¨¢s encarnizados, que la echaban de menos cuando no iba. Los telespectadores tambi¨¦n la ech¨¢bamos de menos, porque en discusiones en las que el t¨®pico formaba parte de los razonamientos ella siempre sacaba a relucir su informaci¨®n compleja por encima de las opiniones sencillas.
Tuvo un privilegiado acceso (y no por los puestos que desarroll¨®, sino porque su personalidad se lo permiti¨®) a grandes personajes de la Transici¨®n, como Adolfo Su¨¢rez, Xabier Arzallus, Manuel Fraga y el ahora tan popular de nuevo Jordi Pujol. Ese acceso proven¨ªa de la fiabilidad de su trabajo, y de su encanto personal; pero tambi¨¦n de su independencia para abordar a estos personajes como si les estuviera tomando a todos ellos la lecci¨®n sobre lo que hac¨ªan.
Ese car¨¢cter suyo de patrona de sus amigos y tambi¨¦n de sus adversarios la convirti¨® en una mujer querida y temida a la vez, querida y temida por los suyos y por los contrarios. De esa pasi¨®n suya por conversar con los pol¨ªticos y conseguir de ellos confesiones que otros no iban a alcanzar surgieron no s¨®lo entrevistas memorables a esos personajes se?alados, sino tambi¨¦n libros en los que se recogen di¨¢logos que son imprescindibles ahora para entender la Transici¨®n, tal como ella la vio, tal como la vieron los otros.
?ltimamente dedic¨® muchos esfuerzos (sus editores lo saben) a desentra?ar las venas abiertas en el Pa¨ªs Vasco; ese territorio, y sus habitantes sobre todo, fue objeto perpetuo de su preocupaci¨®n civil y period¨ªstica.
Hay algo m¨¢s que rese?ar en la urgencia de su adi¨®s: en los ¨²ltimos tiempos, dec¨ªan sus convocantes en las tertulias de la televisi¨®n, ella iba a los estudios, estaba all¨ª durante el programa en el que fuera a intervenir, y desde mucho antes, y no se iba hasta que aquello no terminada del todo, aunque ella interviniera quince minutos. Estaba all¨ª como agarrada del oficio, hasta el fin. Su energ¨ªa era proverbial, le nac¨ªa del amor al periodismo, que s¨®lo era menos grande, en su caso, que la devoci¨®n que sent¨ªa por su hija.
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