?Que me olvides, Google!
El derecho al olvido en Internet no es tan novedoso como se pinta, es una versi¨®n actualizada de la defensa de la honra
Le llaman derecho al olvido, una denominaci¨®n que invita a pensar en amantes despechados o sufridos exiliados que aspiran a que el resto del mundo les deje en paz con sus cuitas y no les restrieguen su pasado doliente. Sin embargo, se trata de algo mucho m¨¢s cibern¨¦tico que rom¨¢ntico: el derecho de cada cual a borrar a voluntad las referencias propias que aparezcan en Google que consideremos da?inas para nuestra reputaci¨®n.
As¨ª lo ha estimado el Tribunal de la Uni¨®n Europea, que considera una tropel¨ªa contra la vida privada y familiar que alguien googelee nuestro nombre en Internet y aparezca en un art¨ªculo de una web o en un blog mezclado con un infundio que nos retrate a los ojos del mundo como seres da?inos o poco recomendables. En eso se ha convertido el buscador, en un ojo todopoderoso y omnipresente, y por tanto, sus resultados son sentencias inapelables que pueden condicionar de por vida nuestra nombrad¨ªa.
Me cuesta creer que Google tramite con el mismo celo el derecho al olvido de un atribulado conductor que una farra de vino de Larry Page
Imag¨ªnese, por ejemplo, que es usted un joven universitario y, arrastrado por la marea viva del idealismo juvenil, se siente tentado de criticar en alguna web alternativa los multimillonarios rescates de los bancos, incluidas las millonarias indemnizaciones de los banqueros que causaron su ruina. O firma un manifiesto contra los desahucios. E imagine que, pasados los a?os, termina su carrera, cursa un MBA de Administraci¨®n de Empresas, y acaba gestionando grandes cuentas en un banco de negocios. Y, hete aqu¨ª, que un compa?ero envidioso de su ascenso profesional decide airear esos pecadillos radicales de juventud y, v¨ªa Google, difunde aquellas manifestaciones tan desafortunadas contra bancos y banqueros. ?Qui¨¦n le confiar¨ªa su cartera de inversiones a un sujeto con ese pasado extremista? ?C¨®mo vas a tomar en serio a alguien que te vende unos turbo warrants y tiene antecedentes de pancartero perroflauta?
Pues bien, gracias al derecho al olvido, el broker tiene la posibilidad de pedirle a Google que borre aquellos enlaces que enturbian su buena imagen, de forma que cuando alguien teclee su nombre se tope solo con su impoluto curr¨ªculo de gestor de patrimonios y buen pastor de fortunas ajenas.
No crean, sin embargo, que borrar el pasado online est¨¢ al alcance de cualquiera. Como los pol¨ªticos habitualmente esconden un pasado contradictorio, el tribunal europeo se ha cuidado de vetar ese derecho para los personajes p¨²blicos en el ejercicio de sus funciones. De esta manera, Felipe Gonz¨¢lez no podr¨¢ hacer desaparecer su ¡°OTAN, de entrada, no¡±; Zapatero tampoco lograr¨¢ que se difumine su celeb¨¦rrima negaci¨®n de la crisis y Rajoy tendr¨¢ que apechugar con su promesa electoral de bajar los impuestos.
Cabe tambi¨¦n la consideraci¨®n no balad¨ª de si ese derecho se aplicar¨¢ por igual a cualquier hijo de vecino. Me cuesta creer que Google tramite con el mismo celo el derecho al olvido de un atribulado conductor de autob¨²s al que pillaron con unas copas de m¨¢s, que una farra de vino, biquinis y coca en la que pudieran haber pillado a Larry Page, el archimillonario cofundador de la compa?¨ªa del buscador (no se dar¨¢ el caso porque me consta que el joven Larry lleva una conducta ejemplar).
Visto en la distancia, el derecho al olvido no es tan novedoso como se pinta. No es sino una versi¨®n actualizada de la defensa de la honra que nuestro teatro del Siglo de Oro puso al alcance del villano m¨¢s humilde. ¡°Con mi hacienda; pero con mi fama, no; al rey, la hacienda y la vida se ha de dar; pero el honor es patrimonio del alma, y el alma solo es de Dios¡±, dec¨ªa el airado alcalde de Zalamea, que tal vez rectificara el verso, porque el honor ahora es patrimonio de Google. Aunque si evocamos a los cl¨¢sicos, prefiero quedarme con el elegante desprecio con que Jorge Manrique trataba la fama y el nombre: ¡°Non curemos de saber?/?lo de aquel siglo pasado?/?qu¨¦ fu¨¦ dello;?/?vengamos a lo de ayer,?/?que tambi¨¦n es olvidado?/?como aquello¡±.
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