Antes ministros, ahora santos
Francisco exigi¨® que la ceremonia se celebrase en Madrid pese a haber sido anunciada en Roma cuando gobernaba Benedicto XVI
En el siglo pasado, el Opus Dei luchaba por tener ministros y obispos, y por demostrar sus esencias a trav¨¦s del poder (y que se notase). Ahora que tiene todo eso, aunque declinando, el empe?o mayor es elevar a los altares a los fundadores. As¨ª se explica la exhibici¨®n de este s¨¢bado, en gentes y parafernalia, a las afueras de Madrid, cerca de donde el Madrid tiene sus reales. Dicen que congregaron en Valdebebas a 150.000 personas (la cifra la dieron hace una semana), y que el cardenal enviado del Papa concelebr¨® la eucarist¨ªa con 190 eclesi¨¢sticos, de los que 17 eran cardenales y 150 obispos. Si non ¨¨ vero, ¨¨ ben trovato. Hay poderes que no se miden con matem¨¢ticas, sino con s¨ªmbolos. Camino, el libro de cabecera del Opus, un compendio de apotegmas del fundador Josemar¨ªa Escriv¨¢ de Balaguer (Basbastro, Huesca, 1902- Roma, 1975), lo proclama alto: ¡°No pierdas tus energ¨ªas apedreando a los perros que te ladran en el camino. Despr¨¦cialos¡±. Tambi¨¦n contiene este otro aforismo: ¡°?Adocenarte? ??T¨²¡ del mont¨®n!? ?Si has nacido para caudillo! Entre nosotros no caben los tibios¡±.
?Josemar¨ªa fue hecho santo muy pronto por su muy amigo y protegido Juan Pablo II. El sucesor y mano derecha durante 40 a?os, ?lvaro del Portillo y Diez de Sollano (Madrid, 1914- Roma, 1994) es beato con igual celeridad. Los fundadores parecen gozar de esas prerrogativas, modernamente: que sean los Papas a los que han servido mediante muchos medios quienes cierren los procesos de santificaci¨®n, habitualmente largos y muy costosos (se dice que no menos de 600.000 euros, al margen de las engorrosas certificaciones m¨¦dicas de los supuestos milagros). En todo caso, no parece que fuese un clamor la fama de santidad del nuevo beato, al menos en Espa?a, requisito obligatorio para abrir este tipo de procesos. Portillo era un desconocido aqu¨ª, salvo para los miembros de su instituci¨®n. De hecho, siempre se pens¨® que la ceremonia de esta ma?ana se iba a celebrar en Roma, donde vivi¨®, trabaj¨® y muri¨® el ya beato.
?Hace d¨¦cadas que se asiste a una cierta banalidad de la santidad y, en consecuencia, de los milagros que deben precederla. Ocurre, sobre todo, desde que el polaco Juan Pablo II suprimi¨® por la brava la figura del abogado del Diablo, que tantas causas ha hecho fracasar. En el caso de Portillo, para iniciar la suya y culminarla, ha bastado la voluntad, el empe?o y el dinero de su instituci¨®n, sin nadie que escarbase para oponerse. El llamado postulador de la causa, el monse?or del Opus Flavio Capucci, fallecido el a?o pasado, cont¨® a qui¨¦nes hab¨ªa tomado declaraci¨®n para asegurarse de la santidad del n¨²mero dos de Escriv¨¢ de Balaguer. Capucci tambi¨¦n fue el postulador para hacer santo al fundador. Dijo: ¡°Hubo dos procesos paralelos. Uno se desarroll¨® en el tribunal de la Prelatura del Opus Dei, pues el Prelado [se refiere al tambi¨¦n espa?ol Javier Echeverr¨ªa] fue reconocido como el obispo competente en esta causa. Sin embargo, como su nombre figuraba en el elenco de los testigos, consider¨® preferible no ser interrogado por su propio tribunal, sino por un tribunal externo, con el fin de garantizar m¨¢s escrupulosamente la neutralidad en la instrucci¨®n. En consecuencia, pidi¨® al cardenal Vicario de Roma que encargara al tribunal del Vicariato la tarea de interrogar a los principales colaboradores de monse?or Del Portillo en el gobierno del Opus Dei, y entre ellos a ¨¦l mismo, as¨ª como a varios eclesi¨¢sticos residentes en Roma. Adem¨¢s, dado el elevado n¨²mero de testigos que viven lejos de Roma, se celebraron otros ocho procesos en r¨¦gimen de comisi¨®n rogatoria en Madrid, Pamplona, F¨¢tima-Leiria, Montreal, Washington, Varsovia, Quito y Sidney. En total, se interrog¨® a 133 testigos, todos de visu, salvo dos que contaron dos milagros atribuidos al Siervo de Dios. Entre ellos hay 19 cardenales y 12 obispos o arzobispos. 62 testigos pertenecen a la Prelatura; los que no pertenecen son 71¡±.
?Hasta aqu¨ª, la historia de un proceso contada con santa candidez. Tambi¨¦n fue Capucci quien anunci¨® entonces que la beatificaci¨®n iba a celebrarse en Roma. Era (es) lo preceptivo. En las hagiograf¨ªas de la jornada, Portillo aparece, sobre todo, como un hombre manso, austero, obediente y ¡°muy humilde y sencillo¡±. Se cit¨® esta frase del beatificado: ¡°Tenemos que luchar toda la vida para llegar a ser humilde¡±. Entre sus muchas sabidur¨ªas al lado de san Josemar¨ªa, se destaca el haber logrado convencer al Vaticano de que el Opus merec¨ªa ser una ¡°prelatura personal¡±, la ¨²nica de la Iglesia romana. ¡®Pr?latus es participio de pr?ferre, que significapreferir. Humilde arrogancia. Tambi¨¦n se ha destacado que fue un estrecho colaborador del papa Ratzinger cuando ¨¦ste era gran inquisidor romano y Portillo consultor de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe. En esa tarea, no anduvo lejos de la obsesi¨®n de Juan Pablo II por proclamar como dogma el que la mujer estaba por doctrina separada del sacerdocio, finalmente frenada por el ahora em¨¦rito Benedicto XVI. En todo caso, Portillo fue consultor de la comisi¨®n que elabor¨® en el concilio Vaticano II los documentos sobre la disciplina de los sacerdotes, donde, seg¨²n sus bi¨®grafos, pele¨® a fondo para frenar la idea de algunos obispos de suprimir la obligaci¨®n del celibato de los sacerdotes, haci¨¦ndolo opcional.
?Tampoco es peque?a la singularidad de la ceremonia de hoy. Desvel¨® por qu¨¦ Francisco no la quiso en Roma, donde tocaba y se hab¨ªa anunciado cuando reinaba Benedicto XVI. La decisi¨®n del papa argentino, jesuita, no agrad¨®. Cualquier ceremonia tiene en Roma una repercusi¨®n universal. All¨¢ la quiso el Opus. ¡°Cat¨®lico, Apost¨®lico, ?Romano!? Me gusta que seas muy romano, y que tengas deseos de hacer tu romer¨ªa, ¡®videre Petrum¡¯, para ver a Pedro¡±), se lee en Camino. Pero el Vaticano no quiere dentro extravagancias preconciliares. En Valdebebas las hubo, sonadas. Por ejemplo, antes de empezar la ceremonia, toda ella en lat¨ªn (como en los viejos tiempos), se advirti¨® a los asistentes por altavoz que, para comulgar, era necesario ¡°haber hecho el ayuno y comulgar en la boca" (sin tocar la hostia con la mano, como es costumbre desde el Vaticano II). Trento hab¨ªa vuelto.
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